Para mí no hay discusión, el mejor plan entre semana es, fue, y siempre será una Estrella Galicia y compartir la jornada de Champions en un bar con familia y amigos. Para los que están acostumbrados a ganar jornada tras jornada, no solo es un buen plan, sino que se convierte en un reconfortante chute al estado de ánimo a golpe de mitad de semana que te facilita terminar la semana con otra alegría en el cuerpo.
A esta situación se está sumando la parroquia txuri urdin, que no solo consigue las victorias por inercia en la competición doméstica, sino que en Europa está dejando huella hasta tal punto, que un chaval de Mos sea de los jugadores más determinantes de lo que va de competición.
El Real Madrid y el Barcelona modo rodillo, les llega con muy poquito para ganar, bendita virtud. Lo más positivo es la juventud que empapa a los dos equipos. Rodrigo reencontrándose con su versión goleadora pero no con su mejor versión, y Fermín asentado en el equipo con dos remates al palo y dos goles, aunque solo uno sumase, fueron las notas más positivas de sus equipos respectivamente, porque lo de Bellingham ya no es ni noticia.
Sin embargo, no todo es fiesta cuando eres aficionado de un equipo Champions, es el caso de Sevilla, experto de los jueves, como si de un universitario coruñés se tratase yendo del Orzán al Playa Club, en su salsa, pero poco afortunado y pagando los platos rotos de la inexperiencia los martes o los miércoles.
Bastó con una actuación estelar de Gabriel Jesús, sin que el conjunto londinense guiado por Mikel Arteta apretase el acelerador. Si los aquí lectores no han visto aún el control y el pase del brasileño en el primer gol, les recomiendo que lo vean, es una de esas acciones que veremos en YouTube en unos años como las que vemos hoy en día de los Dennis Bergkamp, Thierry Henry y compañía.
La jornada la cerró el Atlético de Madrid, que decir, empató, vistió de rojo, sin sus rayas que le caracterizan, con el escudo de toda la vida en el pecho y de manga larga lo hizo el mejor de los veintimuchos futbolistas que participaron. Antoine Griezmann convierte el fútbol en una película de amor parisina y de fondo una melodía a las orillas del río Sena, no son los goles, es su forma de entender el juego, su forma de vivirlo.
La Champions League es única, pero la quiero a las 20 45.