Feliciano López: «Yo quería llevar el pelo como Moyà»

DEPORTES

Jugó 81 grand slams, dirige el Open de Madrid y tiene con Nadal el récord de ensaladeras españolas

03 jun 2024 . Actualizado a las 10:39 h.

Tras 26 temporadas como profesional, siete títulos individuales y seis de dobles, Feliciano López Díaz-Guerra (Toledo, 1981) colgó la raqueta a los 41 años. Es el español, junto a Rafa Nadal, que más ensaladeras de la Davis ha levantado. Cinco. Dejó la raqueta, pero no el tenis. Desde el 2018 dirige el Open de Madrid.

—Ahora que se especula con el final de una leyenda como Rafa Nadal, ¿a usted le costó dejarlo?

—Retirarse es muy difícil. A veces pasas un mal momento y piensas en que volverás a recuperar tu nivel. Yo decidí que lo dejaba el año anterior. Eso me permitió escoger algunos torneos. Me marché cuando aún podía competir, que realmente es lo que echo de menos. Esa adrenalina no la encuentras en ninguna otra cosa. Para mí, el tenis fue una pasión. Nadie me obligó a coger una raqueta cuando era niño.

—¿Por qué la cogió?

—Vivíamos en Melilla porque mi padre era militar y estaba destinado allí. Le gustaban mucho los deportes. Yo de niño jugaba al fútbol, al tenis y hacía natación. Un día, dos personas que estaban destinadas en Melilla haciendo la mili, y sabían mucho de tenis, me vieron entrenar. Le insistieron a mi padre en que tenía condiciones y él empezó a formarse un poco para saber si realmente era así. En el verano en el que yo cumplía diez años, nos fuimos a Madrid. Mi padre pidió el cambio de destino.

—Era un poco pequeño para condicionar su realidad familiar.

—Era la única manera en la que yo podía seguir progresando y mis padres apostaron por eso. Salió bien. Ahora hay demasiadas expectativas respecto a los niños. Desde los doce o trece años hasta que acabé la etapa júnior, y supe que iba a ser profesional, estuve siempre entre los mejores del mundo. Había muchos chavales que eran igual de buenos que yo y luego no han llegado a nada. O no estaban preparados, o no estaban dispuestos a asumir el precio de ser tenista.

—¿Se reconoce en sus 20 años?

—No tenía la conciencia, ni la experiencia ni la madurez. Mi ídolo de pequeño era [Charly] Moyà. Yo quería llevar el pelo como él, su misma ropa. Fue mi referencia. Si miro atrás, muchas cosas las hubiese hecho de manera diferente. Hubiera tomado otras decisiones respecto a mi equipo, mi calendario o mi estilo de juego, pero lo haría con la experiencia que tengo hoy y eso no es justo. Es demasiado ventajista. Y tampoco sé si me hubiera ido mejor. A veces he sido demasiado exigente. He tenido muchos problemas por eso. En los entrenamientos, incluso. Quería que todo saliese perfecto. Hay que ser más realista. Días perfectos, igual te salen uno de cada cien.

—¿Cuál fue su día perfecto en la pista?

—Gané en Queen’s, en individual y en dobles, con casi 39 años. Fue mi victoria con más mérito, la que más disfruté por inesperada. Wimbledon fue mi torneo favorito. Es el más prestigioso y se adaptaba bien a mí. Más que a los títulos, estoy agradecido a lo que me ha dado el tenis. Yo era un niño que tenía un sueño y lo ha cumplido. He vivido emociones que nunca volveré a sentir, he visto mundo y conocido gente.

—Le ha tocado una época dorada.

—La rivalidad histórica fue la de Nadal y Federer. Son completamente diferentes y eso ayudó a elevar el tenis. Roger es de mi año, jugamos juntos desde los catorce. No soy capaz de recordar la primera vez que lo vi. Con Rafa he vivido mucho. Cuando él empezaba, le llamaban el sobrino del futbolista. Luego llegó Djokovic, que estaba tapado, y consiguió ser el mejor de la historia. Soy un afortunado, nunca habrá otra época igual.

—¿Las expectativas con Alcaraz son demasiadas?

—Se lo ha ganado él a pulso. Pero las comparaciones no ayudan. Tiene una madurez enorme para soportar la presión que soporta. Ahora todo se magnifica. Hoy juegas dos partidos bien y pareces Federer.

—Dirige un torneo. ¿Le costó adaptarse?

—Cuando me llegó la propuesta, hace cinco años, estaba en activo. Mientras jugaba, no prestaba atención a nada más. Me pareció una buena oportunidad para formarme. Al principio fue duro, el cambio fue muy grande. Mi vida no tiene nada que ver, pero fue la mejor decisión que pude tomar. Estoy en uno de los mejores torneos, pero quedan cosas que mejorar. El objetivo es construir un estadio nuevo y que esté listo en el 2026.

—¿Le afecta que se exponga su vida privada?

—Siempre he tenido muy claro quién soy. Es algo que no he buscado ni provocado. No puedo hacer nada, así que no pierdo el tiempo con ello. Si lo han intentado, no me han generado ningún problema.

En corto

Ha sido padre recientemente y la empresa y la familia, dice Feliciano López, le absorbe hoy gran parte del tiempo.

—¿Qué coche conduce?

—Un Range Rover Sport.

—¿Qué música pone?

—Española, latina principalmente. La mexicana me gusta mucho.

—¿Su último concierto?

—El de U2 en Las Vegas. Fui a comentar el partido entre Rafa y Alcaraz en Netflix y nos invitaron al terminar.

—¿Con qué aficiones le gusta entretenerse?

—Con el cine y el golf. Me gusta la gastronomía, aunque soy muy malo cocinando. Mi gran pasión son los vinos, llevo once años coleccionando. Tengo una bodega con dos amigos en la sierra de Gredos.

—¿Sus vacaciones perfectas?

—Un poco en Cádiz y un poco en el norte. Voy mucho a Luarca, que un amigo mío tiene casa allí. Y a Galicia. De hecho, mi hermano Víctor se casó en A Toxa porque había veraneado allí toda la vida.

—¿Usa las redes sociales?

—El Twitter por las mañanas. Veo las noticias. De Instagram no soy nada fan. La gente enseña algo que no es real.

—¿Qué personalidad le ha impresionado más conocer?

—Michael Jordan. Tiene un aura diferente. Tiger Woods, también. De tenistas, me impactó Sampras la primera vez que lo vi en el vestuario. Fuera del deporte, Alejandro Sanz.

—¿Su mejor amigo del tenis?

—De mi generación, David Ferrer ha sido mi mayor confidente y amigo. Y mi ojito derecho ha sido siempre Marc López. Compartimos mucho.

—Elija el partido de su vida.

—El que le gané a Del Potro en la final de la Davis del 2008.