Jon Rahm ha hecho un buen torneo, pero para poder ganar le ha faltado que el tiempo fuera como el del sábado, malo. Pero salió un día bueno, con algo de brisa, y era muy difícil poder remontar la desventaja que tenía (6 golpes tras la tercera jornada). Los primeros nueve hoyos del Royal Troon, si no hace mal día, son muy asequibles. Los duros son los otros nueve. Jon hizo una buena vuelta, pinchó en el once, porque se le paró el drive, y yo creo que pudo haber quedado entre los cuatro o cinco primeros, a poco que le hubieran acompañado las condiciones meteorológicas.
Ganó Xander Schauffele, que ya avisábamos en la previa que era uno de los favoritos. Es un jugador pequeñito, pero técnicamente muy bueno. Domina mucho la pelota. Y eso es lo que se requiere en este tipo de campos. Controlar la bola bien. No pegarle palos y ya, como digo siempre. En Royal Troon hay que saber jugar de verdad para ganar. Al final, este Abierto Británico lo ha ganado el que ha jugado mejor.
También me gustó mucho Justin Rose, y se merece una mención por ello. Lleva mucho tiempo fuera de sitio. Como cinco o seis años que no se le ha visto cerca de ganar un major. Pero aquí ha hecho un torneo fantástico. Lowry, que era otro de mis favoritos, también ha brillado. Ha vuelto a demostrar que es un jugadorazo para el The Open.
Por último, una referencia también a Lawrence. El golf no es como el tenis, en donde nombras a los diez mejores del ránking en cualquier torneo, y es casi seguro que uno de ellos va a ganar. En el golf, si haces eso, de diez veces igual te equivocas más de la mitad. Hay jugadores más allá del puesto 100 que son buenísimos. Y en el British se volvió a demostrar con Lawrence. El sudafricano hizo un gran torneo y solo le pongo un pero. Una cosa que me sorprendió de él en la última jornada. En el hoyo 16 iba con -6 y tiró un buen drive. Podía intentar buscar el eagle y ponerse a solo un golpe del líder. Y me llamó la atención que no lo intentara. Jugó corto. Esa posición que tenía no la va a disfrutar muchas veces, y ahí tienes que jugártela. No era un golpe muy complicado, creo, y, aunque no le saliera bien, el par lo iba a asegurar. Fue una pena que no le pegara con una madera al green.
Como conclusión, volver a señalar que, para mí, el The Open, es el torneo más bonito que hay. Quizás el Masters ha cogido más color, por todo lo que rodea a Augusta, pero el The Open sigue siendo el The Open. Es el lugar en el que para ganar hay que ser muy buen jugador y dominar todas las facetas del juego. También el mental.