Son los que rara vez salen en las fotografías, los que sacan horas de donde no las hay, muchas veces a costa de la familia, sin recibir nada a cambio, más de uno poniendo en ocasiones dinero de su bolsillo. Son los que se preocupan por disponer de campos para que los chavales puedan jugar cada fin de semana las competiciones en las que están encuadrados en razón de su edad, los que se ocupan de la siempre farragosa tramitación burocrática de las fichas y demás documentación. Son los que se encargan de conseguir los recursos económicos que cubran el presupuesto, porque jugar no es gratis, aunque pueda parecerlo. Los que a veces hacen de taxistas sin taxímetro con su propio vehículo porque hay que trasladar a los futbolistas y hace falta una mano para cubrir ese frente. Son dirigentes invisibles, anónimos, imprescindibles, una legión de servidores a la causa del fútbol o de cualquier otra modalidad deportiva que muy pocas veces reciben el reconocimiento a la labor que desempeñan. Siempre hay de todo, y probablemente se cuele más de un aprovechado, pero esos son los menos. Los más son los que suman sin pedir nada a cambio, los que hacen posible que miles de niños, niñas y jóvenes practiquen su deporte favorito con asiduidad. Y eso es salud y formación. Si solo uno o dos días se parase esa rueda y no hubiese competiciones se vería la dimensión de la tarea que hacen esos dirigentes anónimos. Pero no van a dejar que eso suceda. Es lo que pasa cuando manda el corazón.
Muchos de esos dirigentes son también los que hacen posible una publicación tan prolija en datos sobre el fútbol, particularmente el que se despliega en Galicia, como es la guía de cada verano de La Voz. El agradecimiento es recíproco, porque también valoran el enorme esfuerzo que hay detrás y que da visibilidad a un sinfín de equipos y de jugadores. La esencia del deporte.