Bicho: «Gracias por todo, soy muy feliz»

Javier Fernández Abruñedo

DEPORTES

Bicho, durante un entrenamiento con la Cultural Leonesa
Bicho, durante un entrenamiento con la Cultural Leonesa CDL

Hace justo cinco años, escribí una carta abierta pidiendo ayuda en el punto crítico de mi vida; esta está llena de cariño hacia quienes me tendieron la mano

13 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El 29 de octubre del 2023, jugamos en El Toralín. Marqué dos goles. Ganamos 1-2. Creo que pocas veces había salido tan contento de un partido de fútbol. Sigo en la Cultu, tenemos una buena plantilla, un gran vestuario, la temporada empieza bien.

Hace cinco años justos, entregué una carta abierta pidiendo ayuda. Ningún equipo me quería, ya no quedaba nada del chico que había dejado el Dépor para irse cedido al Barcelona, todavía en edad juvenil. El prometedor futuro del 2014 era, en septiembre del 2019, un presente dominado por la ansiedad. «Ahora espero la noche, cuando nadie pregunta dónde voy a jugar», escribí entonces. Hoy entrego una carta distinta, con mucho que agradecer.

Gracias a quienes, antes incluso de abandonar definitivamente el Deportivo, me ayudaron a respirar. Un día dejé de poder hacerlo con normalidad. Sentí un dolor agudo en el pecho y cada respiración me suponía un esfuerzo consciente. El doctor Mejuto me hizo pruebas que descartaron cualquier problema físico y me derivó a Gabi, el psicólogo del club. Él me dio unas primeras instrucciones y me recomendó una psicóloga clínica. Con ella conseguí recuperar el control.

Gracias a ese Boiro que me abrió las puertas para mantener la forma y las ganas mientras buscaba destino. A Luis Santiago, por dejarme ser uno más en los entrenamientos; a Koeman, a Óscar la Magia y a su hermano Adri, por hacerme sitio en el coche con el que dos o tres veces por semana viajábamos a Barraña.

Gracias a Carlos Calderón, mi compañero de cuarto en las sesiones AFE de Pinatar; a quien ahora tengo de nuevo de compañero, en el vestuario en la Cultural. En esas dos semanas de diciembre aprendí que había más como yo. Aunque era de los más jóvenes entre los futbolistas en paro, fueron de mucha ayuda las charlas en las que compartíamos vivencias y las actividades grupales, en las que conseguíamos liberar la cabeza después de trabajar.

Gracias a Manu Castiñeiras, el director deportivo del Compos que me llamó para ofrecerme volver a competir. Y a todos los jugadores (muchos, viejos conocidos) que me insistieron en aceptar la propuesta. Y a Yago Iglesias, porque me proporcionó un sistema y un estilo de juego en el que desarrollar mejor mis condiciones. Guardo un gran recuerdo de ese ascenso en el play off de Balaídos, después de retomar el curso que había interrumpido el covid.

También de la siguiente campaña, en Segunda B. Cuando por fin regresé a Riazor, con las gradas desgraciadamente vacías por la pandemia, y me encontré enfrente a tantos amigos de mi última etapa en el Fabril. Ganamos y creo que yo estuve bien. En cierto modo, fue como sacarse una espina; demostrar que aunque tuviera que ser como visitante y frente al equipo donde me había criado, aún podía dejar huella allí.

Gracias a toda esa gran gente de San Fernando, que convirtió en una experiencia fenomenal el momento de enfrentarme a un nuevo temor. El de volver a salir de casa a ejercer mi profesión. Tuve que pensármelo mucho, pero qué sencillo fue después. Qué importante es el buen ambiente en la caseta y coincidir, otra vez, con un técnico (Nacho Castro, en este caso) que ve el fútbol igual que tú.

Gracias a Dani Rodríguez, ese jugador de Betanzos que está en el Mallorca. No nos conocemos, pero hace poco explicó en una entrevista los tumbos que tuvo que dar hasta llegar a profesional. Creo que los testimonios así pueden ser inspiradores. Que necesitamos ejemplos de gente así de normal. Que tenemos que estar pendientes de cuidarnos entre compañeros, sobre todo a los más jóvenes. Que necesitamos entender que nuestro trabajo puede ser un poco distinto y que eso no es sencillo de asimilar. Que en ocasiones, la persona (el niño, por desgracia) se convierte en mercancía, y que muchos se arriman y sacan beneficio a tus mejores momentos, y después desaparecen cuando las cosas ya no van tan bien.

Gracias, por eso, a los que se quedaron. A mis padres y a toda mi gente; la que me ayudó a mantener los pies en el suelo. Nunca demasiado arriba, nunca de bajón. Cinco años de camino: del paro, a la ilusión de la Cultural.

Gracias, de corazón, por todo; soy muy feliz.