El investigador lalinense, José Manuel González Meijome, es uno de los de mayor prestigio mundial en su campo
17 oct 2016 . Actualizado a las 12:41 h.El lalinense José Manuel González Meijome recibió el Premio Internacional de la Optometría 2016 otorgado por la Facultad de Óptica y Optometría de Terrassa ,de la Universidad Politécnica de Cataluña. Un prestigioso premio en este campo otorgado por su trayectoria profesional dedicada a la investigación y la docencia en el ámbito de la salud visual y que desarrolla en la Universidade do Minho, en Braga.
-¿Qué supuso el premio?
-Bastante sorprendido. No se trabaja para los premios y este a mí creo que me ha llegado temprano, pero bienvenido sea. Muy contento. Es un reconocimiento a un trabajo arduo que es el de la investigación y el de la docencia, pero que hacemos con gusto. Este es un premio a título individual, pero es un premio al equipo. Se trata de un galardón internacional concedido a investigadores en un campo en el que nuestras referencias vienen de Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Canadá,... Así que sorprendidos pero agradecidos.
- Primero en Santiago y de allí a Australia. ¿Cómo fue eso?
-Después de hacer la Diplomatura de Óptica y Optometría en Santiago, estuve dos años con una beca de FPU (formación de profesorado universitario) que se daba a los mejores alumnos de cada promoción. En el último año hice una estancia en Australia. El centro de allí era una referencia mundial y fue una experiencia de abrir los ojos, no solo por ver el tamaño del mundo sino por ver la de cosas que se podían hacer. Mi inglés era muy malo y en tres meses pasé a ser autónomo en esta lengua y eso me ayudó mucho después. En el 2000 la Universidade do Minho le preguntó al profesor Manuel Parafita, un oftalmólogo de Santiago, si habría alguien preparado para dar algunas materias que necesitaban porque querían crear su propio cuerpo docente autónomo. Me dijo si quería ir un año y me pareció una buena experiencia internacional y no quedaba lejos. Era la tercera vez que pisaba Portugal. Mis padres habían estado de luna de miel.
-Y ya van años.
-Llevo dieciséis. Tengo compañeros que van y vienen, pero yo me asenté allí. El segundo año me ofrecieron la posibilidad, que aquí no había entonces, de hacer un posgrado y luego hacer el doctorado allí y fue lo que me agarró un poco más. Fui el primer profesor titular de Universidad en esta área en Portugal y todavía no hay más. Yo me siento muy a gusto.
-La investigación siempre es difícil, falta financiación. ¿Es diferente en Portugal y en Galicia, estamos igual?
-No es diferente, pero todavía aquí hay universidades que dependen de los Presupuestos Generales del Estado o de la autonomía a un 60 o un 80 %. Nosotros desde hace diez años estamos por debajo del 50 %. Más del 50 % tenemos que ir a buscarlo fuera, a proyectos internacionales, a la empresa. Para nosotros eso ha sido muy importante. Siempre hemos hecho una investigación muy próxima a las empresas. Eso nos ha permitido en los últimos años que hubo recortes importantes seguir haciendo trabajo, seguir publicando, patentando y transfiriendo tecnología al ritmo que lo estábamos haciendo casi antes, o incluso más porque hay un fenómeno de arrastre.
-Ustedes han hecho ya mucho trabajo en ese campo, ¿sigue siendo la miopía el caballo de batalla?
-Sí y cada vez más. La miopía se está convirtiendo en un problema pandémico. Tenemos sospechas de que una de las razones de su crecimiento es el cambio de hábitos visuales. Sabemos que una persona que tenga una miopía por encima de tres o cinco dioptrías va a tener, en algunos casos, 500 veces más posibilidades de padecer una patología como la degeneración macular, que esa sí que ciega. A menos que en 25 años tengamos ojos biónicos. Hay que confiar en los avances de la tecnología, pero uno quiere sus ojos para toda la vida. Se estima que en el 2050 la mitad de la población, 5.000 millones, será miope. Y de esos, alrededor de un 10 o un 20 % van a ser altos miopes, algo que hoy sucede en un 1 o 2 %. Será un grave problema de salud pública y nuestra investigación se orienta mucho hacia esa área, a entender los mecanismos que impulsan al ojo a crecer y cómo podemos modificar la tendencia natural que cada uno tiene. Sabemos que cuando ponemos diferentes tratamientos en un número muy alto de pacientes el ojo no crece al mismo ritmo que crecía si se hiciese una corrección con gafas o lentes normales, pero lo que no sabemos aún son los mecanismos biológicos que conducen a eso.
-¿Qué pasos están dando?
-Hicimos varias tesis doctorales en esa área, varias tesis de máster. Tenemos en Portugal, en esta Universidad, el plan de estudios más completo en la Península. Eso nos permite tener alumnos de todos los niveles de estudios y hacer este tipo de trabajos. Ahora nos vamos a dedicar a puentear la óptica con la neurociencia. Queremos penetrar en la retina y saber qué sucede allí cuando yo pongo una lentilla. Queremos observar los mecanismos biológicos que conducen a esa respuesta.
-¿Lo importante es frenarla?
-Sí, lo que hay que conseguir es que el ojo deje de crecer y en el futuro, quien sabe si lo podremos encoger, que sería muy bueno para los que ya se han vuelto miopes. Allí ya conseguimos tener atención a niños, que es cuando más crece la miopía. Tenemos ahora un estudio clínico internacional de una empresa americana en donde los otros tres centros a parte del nuestro están uno en Singapur, otro en Canadá y otro en Reino Unido y para nosotros meternos en esa liga ha sido brutal. Y ya nos están llamando a la puerta porque quieren hacer otro y quieren que estemos.
Currículo. Diplomado en Ótica y Optometría por la USC con Premio Extraordinario de Fin de Carrera en 1997. Tras una estancia de investigación en el CCLU_CRCERT de la University of New South Wales (Sidney, Australia) en 1999, ingresó en la Universidade do Minho. Obtuvo el grado de doctor en Ciencias en 2007. Es profesor titular de Optometría y Contactología en la misma Universidad, coordinador científico del Clinical and Experimental Optometry Research Lab (CEORLab) y director del programa doctoral en Optometría y Ciencias de la Visión, que simultanea con la función de Vicedecano de la Escola de Ciencias. Es editor jefe de la revista Journal of Optometry del CGCOO desde 2010, miembro del comité editorial de la revista BioMed Research Internacional y de autor de un sinfín de artículos, comunicaciones y varios libros.
Un optometrista improbable que iba para ingeniero forestal
La optometría se encarga de los estudios primarios de la visión. González Meijome reconoce que es una carrera y una profesión desconocida que los niños cuando se les pregunta qué quieren ser de mayores no pronuncian. «Solo mi hija, a veces porque lo ve en casa, pero debe ser la única», bromea. «Yo no conocía ni la especialidad. No sabía que había una carrera en Santiago. Un primo mío me trajo un folleto» y confiesa que pensaba ser ingeniero forestal. Cuando le dieron el premio de optometrista del año, además de una dotación económica para investigación, le entregaron un trozo de tronco de enebro de 120 años que pule un profesor de allí. Enebro como símbolo de la perseverancia.
En su intervención tras el premio habló de él como un optometrista improbable. «Les dije que yo podía haber estado ahora en Galicia cortando árboles quemados en vez de ser optometrista, porque por aquel entonces los que estudiaban esto era gente que tenían alguien en la familia o un negocio por el que había que tirar», apunta. Cuando empezó, dice, se dio cuenta de que le gustaba sobre todo «hacer experimentos». Destaca el empuje que recibió de muchos profesores, de Manuel Parafita y muchos otros. Al preguntarle si en Palmou ya saben a qué se dedica señala que «yo creo que a mis vecinos si preguntas allí ¿o do tendeiro que fai? contestarían é profesor». Aunque la investigación corre por sus venas, también trabajó en Vigo en ópticas durante un año.
«Buscamos financiación con proyectos internacionales con empresas»
«Australia fue para mí una experiencia de abrir los ojos y ver la de cosas que se podían hacer»
Una ciudad, París. Una de sus pasiones es viajar. Ya de niño cuenta que se apuntaba a todas las excursiones. La primera vez que se subió a un avión fue para ir de Santiago a Sidney «y ya no paré». Desde entonces a visitado numerosos países, pero se queda con París, una ciudad que le encanta.