Yeva Hrytsenko inició recientemente en Lalín su proyecto profesional de estética tras abandonar Ucrania hace dos años a raíz del estallido de la invasión rusa
25 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Dos años después del inicio de la invasión rusa de Ucrania son pocos los ucranianos que residen todavía en Lalín. A principios de marzo del 2022 llegaron casi medio centenar de refugiados en un autobús que fletó el Concello con la colaboración de varias asociaciones locales. Un acto de inmensa solidaridad que permitió escapar de los horrores de la guerra a muchas familias, así como enviar alimentos y productos de primera necesidad a la población más indefensa. Una de las familias que terminó asentándose en la capital dezana es la de Yeva Hrytsenko, que junto a su madre y su hermana pequeña decidieron subir a ese autocar y empezar una vida nueva lejos de las bombas.
Aunque los inicios no fueron fáciles, la familia está plenamente instalada, hasta el punto de que Yeva, a sus 20 años, decidió abrir hace casi dos meses su propio negocio de estética. «Mi madre tenía miedo por la guerra y quería irse lo más lejos posible, por eso decidimos irnos a España», confiesa. Sin embargo, en sus planes no estaba Lalín, adonde acabaron por pura casualidad.
«Primero fuimos a Polonia y estuvimos allí diez días, pero vivir allí es muy difícil porque había muchos ucranianos y era complicado encontrar un sitio para vivir. Nosotras no sabíamos donde estaba Lalín, queríamos vivir más en la zona de Barcelona, con más calor», narra. El problema estaba en transportar a su perra, ya que en avión era demasiado caro. «Ese autobús a Lalín era el único que nos dejaba llevar a la perrita, así que nos fuimos allí», recuerda.
Acostumbradas a su Kremenchuk natal, una ciudad de 300.000 habitantes, el cambio a la capital dezana no fue sencillo. Con todo, gracias a la ayuda desinteresada de una familia pudieron adaptarse rápido, disfrutando de la tranquilidad del interior de Galicia. «Los primeros seis o siete meses estuvimos viviendo en Cadrón, en casa de una familia muy buena que nos ayudó mucho, después nos mudamos a un piso en Lalín», cuenta agradecida.
«Estábamos a diez kilómetros de Lalín y mi madre y yo teníamos que ir a trabajar. Era complicado desplazarse, entonces decidimos que era mejor irnos a vivir aquí, aunque me gusta más Cadrón, es más tranquilo», comenta sonriente.
Regresó para visitar a su novio, que no puede salir del país por si es llamado a filas
Kremenchuk es una población a medio camino entre Kiev y el Dombás. «No está demasiado lejos de Rusia. Es una ciudad que no tiene muchas bombas, pero algunos días son muy malos», reconoce. Como muestra está el conocido ataque contra un centro comercial que causó casi una veintena de muertos. Allí todavía vive su novio, que trabaja como técnico de dentista. Sin embargo, no puede salir del país a causa de la aprobación de la ley marcial, que prohíbe la salida a los hombres de entre 18 y 60 años por ser válidos para el reclutamiento.
«Me gusta mucho Lalín, me gustaría vivir aquí, pero hay un problema porque mi novio no puede venir», lamenta. Aunque no está enrolado en el ejército, Yeva está muy angustiada por él. «No tiene miedo porque está acostumbrado, pero yo estoy preocupada. Cada día hay sirenas por las bombas», asegura.
Miedo a las sirenas
En septiembre del año pasado regresó a Kremenchuk de vacaciones para estar un mes con su pareja. Lo que más asusta a Yeva son las sirenas que alertan de un posible ataque ruso. Para dar veracidad a su testimonio muestra un vídeo en el que suena una alarma mientras están en la terraza de una cafetería. Un sonido que hiela la sangre. «Cuando suenan las sirenas tengo mucho miedo. Si tú estás en un restaurante o en un cine tienes que ir rápido a un búnker», asegura.
Yeva cuenta que no tiene mucha familia en Ucrania, tan solo sus tíos y su novio. «Otro día estaba con mi prima y cayeron tres bombas muy cerca, a un kilómetro más o menos, en un parque donde juegan muchos niños», rememora.
«Abrir un negocio en España es más difícil que en Ucrania»
Con 16 años Yeva empezó trabajar como autónoma en su ciudad natal como especialista de pestañas y cejas. Una pasión que quería retomar en Lalín y que la llevó a emprender un nuevo negocio en la localidad. Se llama Lash Zone y se encuentra en las galerías Luis Rivas. «A mí me gusta trabajar sola, que la jefa sea yo, también en Ucrania», confiesa. Sin embargo asegura que en España se ha encontrado más trabas para ser autónoma que en su país.
«Abrir un negocio en España es más difícil que en Ucrania», afirma. Yeva explica que allí hay menos burocracia y los contratos de arrendamiento ya incluyen gastos como la luz o el agua. Para poner en marcha su proyecto contó con la ayuda de la familia que los acogió al llegar a Lalín, especialmente con el papeleo. También cuenta con el apoyo de un amigo que le echa una mano a la hora de publicitarse.
En estos primeros compases se encuentra satisfecha. «El primer mes hubo mucha gente porque había fiestas, este está más tranquilo. Antes del Cocido mucho, ahora menos», explica.
Popular en su ciudad
En su cuenta de Instagram (@hrytsenko_lashes) suma casi 10.000 seguidores. «En mi ciudad soy muy popular como especialista de pestañas, tenía muchas clientas cada día», recuerda. Además, con el dinero que ganó trabajando ayudó a sufragar los gastos de su estancia en Polonia.