La cumbre del G-8, integrado por las siete economías más desarrolladas (EE.?UU., Canadá, el Reino Unido, Alemania, Francias, Japón e Italia) además de Rusia, concluyó ayer en Huntsville (Canadá) con pocos avances en el plano económico, más allá de certificar en sus conclusiones que la recuperación económica tras la mayor crisis desde la Gran Depresión de 1929 sigue siendo «frágil».
Y precisamente uno de los principales puntos de fricción entre EE.?UU. y sus socios europeos -con Alemania a la cabeza- es la decisión de mantener los estímulos a la economía para no poner en riesgo esa incipiente recuperación, como defiende el presidente Obama o, por el contrario, optar por drásticos planes de ajuste para regresar a la consolidación fiscal, que es la receta de la canciller alemana, Angela Merkel, y del resto de países europeos.
De hecho, el draconiano recorte de 80.000 millones de euros en cuatro años anunciado por Merkel no cuenta en absoluto con el beneplácito norteamericano que, en contra de lo que Merkel defiende, sostiene que comprometerá la recuperación.
Aunque la canciller aseguró que el G-8 ha dado pruebas de «una gran comprensión mutua» entre sus integrantes, también admitió que las «discrepancias» sobre cómo abordar la crisis se mantienen. Es decir, ni unos ni otros modificaron sus posiciones sobre política económica.
Así, la evidencia de los hechos consumados -con recortes ya aprobados en Francia, Gran Bretaña, España o Alemania- quedó patente en una cumbre en la que tampoco hubo acuerdo sobre la imposición de una tasa a la banca, otro de los asuntos que, además de la reducción de los déficits públicos, debatía el G-8 antes de consensuar con los países emergentes, ya en la reunión del G-20, las medidas a adoptar para evitar una nueva recesión económica.