Cisma en el BCE en plena tormenta

mercedes mora REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

La dimisión del economista jefe por su oposición a la compra de bonos hunde las bolsas

10 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Que las cosas dentro del BCE andaban revueltas por culpa de las polémicas compras de bonos de países en apuros era un secreto a voces desde hace semanas. Y que los que peor llevaban eso de gastarse el dinero en adquirir la deuda de otros eran los integrantes del bando alemán del consejo de la entidad, también.

Cuando la autoridad monetaria decidió a principios de agosto enfundarse el traje de faena para apagar el incendio que consumía a Italia y España, la brecha abierta en su día en el seno de la institución por el controvertido programa de adquisición de bonos se ensanchó. Hasta hacerse insalvable. De un lado, los llamados halcones del BCE, los defensores a ultranza de la ortodoxia monetaria; del otro, las palomas. Los primeros, echándose las manos a la cabeza por entender que comprar deuda pública supone saltarse a la torera las fronteras del mandato original de la institución (atar en corto a la inflación) y la prohibición de inmiscuirse en la política financiera de los países miembros de la eurozona. Los segundos, defendiendo a capa y espada el uso de una herramienta nada ortodoxa -la intervención en el mercado secundario de deuda- para frenar un despiadado ataque -contra España e Italia- que podría haber terminado con un rescate (o dos) que las finanzas comunitarias quizás no hubieran podido afrontar.

Enfado de Trichet

El tira y afloja se llevó ayer por delante a uno de los halcones, el alemán Jürgen Stark, miembro del consejo y del comité ejecutivo del BCE y economista jefe de este. Presentó su dimisión. Alegó motivos personales, pero todo el mundo sabe lo que hay detrás de esta decisión. De hecho, fue uno de los tres que votó en contra de tender la mano a España e Italia en la famosa reunión de agosto.

Y la explosión llegó precisamente un día después de que el presidente Jean Claude Trichet dejara a un lado su habitual flema y diera rienda suelta a su enfado por las críticas a su gestión de la crisis. La mayoría procedentes del frente germano. «Si nos hemos visto obligados a comprar bonos soberanos es porque los Gobiernos no se han comportado apropiadamente y no han sido cuidadosos», espetó. También tuvo duras palabras para Alemania. «Nuestro mandato es garantizar la estabilidad de los precios y lo hemos cumplido impecablemente», dijo, para añadir inmediatamente después: «Me gustaría mucho escuchar las felicitaciones a una institución que ha proporcionado a Alemania estabilidad de precios durante más de 13 años, que es mejor que lo que se ha conseguido en ese país en los últimos 50 años».

Con todo, la dimisión de Stark, no es la única que se ha cobrado esta guerra. En febrero fue Axel Weber, entonces presidente del Bundesbank y principal candidato a la sustitución de Trichet, quien arrojó la toalla, airado también por la compra de bonos. Stark permanecerá en el cargo hasta que se le encuentre sustituto. Las quinielas se inclinan por Jörg Asmussen, mano derecha del ministro de Finanzas alemán.

Rumores de quiebra

La noticia sentó como un jarro de agua fría en los mercados. Añade más incertidumbre al fuego que los consume. La división no es precisamente la fórmula idónea para afrontar la mayor crisis de la todavía corta historia de la eurozona. Y así lo entendieron las bolsas, que ya vivían una jornada complicada antes de conocer la noticia, rumor de quiebra inmediata de Grecia incluido.

La dimisión agrandó el roto y el día acabó con fuertes pérdidas en todos los mercados europeos. En el caso del Ibex 35, el descosido fue del 4,44 %.

Tampoco le fueron bien las cosas a la deuda: la prima de riesgo española escaló hasta los 338 puntos básicos y la italiana hizo lo propio hasta los 363. El euro también acusó el golpe y cayó por debajo de la barrera de los 1,37 dólares.