El nuevo recibo, más simple, será obligatorio para todas las compañías
11 mar 2012 . Actualizado a las 07:00 h.El 63 % de los consumidores españoles ignoran que casi la mitad de lo que pagan en el recibo de la luz son impuestos, y más del 90 % de ellos están en desacuerdo con el importe de su factura. Lo ha dicho esta misma semana el Grupo de Estudios sobre Energía de la Fundación Ortega-Marañón, basándose en una encuesta en la que el 70 % de los consultados (un millar, de entre 30 y 60 años) reconocen tener dificultades para desentrañar ese ininteligible extracto.
Galicia ha sido la primera comunidad de España en cuestionar de forma oficial la legalidad del actual recibo que llega a los hogares y, tras casi un año tratando de sensibilizar al Ejecutivo y a los Gobiernos autonómicos, la propuesta de un nuevo modelo de factura única elaborada por el Instituto Galego de Consumo ha sido adoptada por el Ministerio de Industria para su implantación en todo el país, con el consenso de once comunidades autónomas.
Un recibo más real
¿Cómo será el nueva documento? Según el borrador, que cuenta ya con la aprobación de la CNE, el recibo que deberán de asumir obligatoriamente las compañías eléctricas a partir de la entrada en vigor del Real Decreto que establecerá el cobro sobre consumo real, tendrá una lectura más sencilla y estará dividido en tres partes. La primera expone los datos personales y contractuales, la segunda está dedicada a explicar los datos de facturación, siempre sobre consumo real, y la última informa de las tarifas existentes y de los datos de contacto con las comercializadoras.
Para su elaboración, la Xunta ha hecho partícipes a expertos del sector y asociaciones de consumidores, que han aportado su visión sobre las mejoras necesarias para una lectura que no dé lugar a dudas ni malinterpretaciones por parte de los usuarios.
Esta nueva factura, que comenzará a llegar a los hogares en mayo, pone fin al cobro estimado, un modelo implantado hace tres años, cuando el exministro de Industria, Miguel Sebastián, obligó a las eléctricas a pasar mensualmente el cargo a los clientes, en lugar de hacerlo al bimestre. Para ello les permitió seguir leyendo los contadores cada dos meses, como hicieron siempre, para ahorrarles un sobrecosto. De este modo, las compañías comenzaron a facturar un mes con el consumo real y el mes siguiente con una facturación estimada (calculada por el consumo del mismo mes del año anterior). Este modelo disparó las críticas de los consumidores, por recibos incomprensibles y cobros que no se correspondían con la realidad.