El euro amenaza la recuperación

MERCEDES MORA REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

La apreciación de la moneda lastra las exportaciones, sobre todo las de la periferia

24 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Ahora que Europa, sobre todo la del sur, precisa un euro débil que dé vida a las exportaciones -la única vía de salida de la crisis que, a día de hoy, está funcionando-, la moneda única no hace otra cosa que apreciarse -a principios de mes tocó los 1,37 dólares, el máximo en más de un año-. Y no por méritos propios.

Aunque el presidente del BCE, Mario Draghi, se empeñe en ver en esa fortaleza «un signo del regreso de la confianza» de los inversores en la eurozona, lo cierto es que la apreciación del euro tiene más que ver con las maniobras, unas descaradas -las de Japón- y otras mal disimuladas -las de Estados Unidos-, de algunos países para atar en corto sus monedas.

¿Cómo lo hacen? A golpe de compras de activos, inyecciones de liquidez y tipos cercanos a cero, básicamente. ¿Por qué? Porque la depreciación de una divisa abarata las exportaciones del país en cuestión, las hace más competitivas, al tiempo que encarece las importaciones dentro de sus fronteras, desincentivando su consumo. Todo un balón de oxígeno en medio de la recesión y con la demanda interna de capa caída.

Francia alza la voz

De ahí que en Europa algunos ya hayan alzado sus voces reclamando un euro débil. La más alta y clara, la del presidente francés, el socialista François Hollande, empeñado en que la eurozona defienda su moneda. Le va la vida en ello. Francia se dirige de cabeza a la recesión y necesita como el agua mantener abierta la vía de las exportaciones. Pero, como ha sucedido en otras ocasiones, Alemania no está por la labor. Reconoce la todopoderosa Angela Merkel que la apreciación del euro puede lastrar los esfuerzos de los países en crisis por mejorar la competitividad de su sector exterior. Admite que los sacrificios que han hecho los socios del sur pueden «derretirse como la nieve al sol» -esas fueron las palabras utilizadas por la canciller alemana- si el euro prosigue su escalada. Pero no quiere ni oír hablar de alterar políticamente los tipos de cambio.

¿Y por qué Alemania no es partidaria de frenar la apreciación de la divisa? Dos son sus principales razones. Una, que sus ventas al exterior no están basadas en el atractivo del tipo de cambio, sino en su arsenal tecnológico. Y otra, por su miedo atávico a la inflación. Los germanos están convencidos de que una moneda fuerte es el mejor antídoto contra ese demonio.

Y es que los daños de la subida del euro no son iguales para todos. Son mayores en los países periféricos -como España o Italia-, cuyas ventas están más expuestas a los precios. «Hay quien puede exportar con una moneda cara y otros que no tienen esa capacidad», resumió muy bien Hollande hace unos días. Alemania, claro, está entre los primeros.

El papel del BCE

¿Y qué dice el Banco Central Europeo (BCE)? De momento, su presidente, Mario Draghi, se ha mostrado cauto y se niega a hablar de guerra de divisas. Pero, fiel a su estilo, muy diferente al de su predecesor, el francés Jean Claude Trichet, el italiano no se ha hecho el sueco.

«El BCE va a vigilar muy de cerca la evolución del mercado de divisas», soltó el pasado 7 de febrero. Y sus palabras recordaron al ya famoso conjuro proferido en julio del 2012: «Haremos todo lo que sea necesario para preservar el euro. Y, créanme, eso será suficiente». Antesala este último del anuncio de compras masivas de deuda para el que solicite el rescate. El mismo que obligó a los especuladores a poner pies en polvorosa y abrió una tregua en la crisis de deuda, de la que todavía hoy disfrutamos.

Pero esta vez, opinan los expertos, no bastarán las palabras. Mario Draghi, aseguran, tendrá que meterse en harina si la cosa se desmadra. Porque lo que está en juego la ansiada salida de la crisis. A los socios de la moneda única puede salirles cara la fiesta del euro. Tanto que hay algunos informes que calculan que una apreciación del 10 % en la divisa europea podría restarle entre 0,5 y 1,5 puntos al PIB de la eurozona.