Son tiempos de reciclaje. Hasta para las frases hechas. Cuando el hambre entra por la puerta, la política sale por la ventana. Nada justifica la violencia, el acoso, los ataques a la dignidad. Nadie tiene derecho a retener a otra persona. Pero los cargos también deben llevarse con dignidad en la tormenta. Y muchos se han cansado de la violencia económica, esa que, como en las películas de Michael Haneke, está fuera de plano. También está la violencia por omisión (no solo de obra y palabra). Dejar hacer, dejar pasar, no estar. De ahí la carga de las fotografías de la escapada del Concello de Ponteareas. Muchos altos cargos de la política y del sector bancario han estado evitando los problemas durante años. En junio del 2009 La Voz titulaba: «La banca coloca entre pequeños inversores 10.000 millones en un producto de riesgo». Eran las preferentes. Pocos las conocían. Nadie lo paró. Ahora las conoce todo el mundo. En marzo del 2012, este periódico adelantaba: «La banca llegó a colocar sus preferentes a clientes analfabetos». Esos no tenían perfil de tiburón de las finanzas. Pero sucumbieron a la pesca de arrastre. Ya se sabe que si cae un ciudadano no importa, pero si se desploma un banco peligra todo el sistema. Se sigue pisoteando a las hormigas porque solo así se puede salvar el hormiguero. Mientras, muchas cosas se van por la ventana.