La evasión fiscal en la UE representa el 20 % de su PIB
22 may 2013 . Actualizado a las 11:15 h.¿Es aceptable que la Unión Europea haya aceptado el ingreso de países que, como Chipre, son auténticos paraísos fiscales? Más importante: ¿es decente que, según sus propias cifras, la evasión fiscal en la UE alcance los 864.000 millones de euros (más del 20 % de su PIB conjunto), cuando la política económica está atada por la obsesión del déficit público, que puede llevarse por delante algunas de las grandes conquistas del continente en el último medio siglo? ¿Seguirán soportándolo sin chistar nuestras sociedades durante mucho tiempo más?
Las respuestas a los interrogantes anteriores son obvias: no solo se trata de algo gravemente inmoral, sino también de un pesado lastre para la eficacia del conjunto de la política macroeconómica. Además, se advierte por primera vez un alto grado de sensibilidad social ante este problema, debido a la proliferación de escándalos relacionados con la evasión en muchos países, pero también por la sensación general de que la crisis reparte sus efectos de un modo intolerablemente injusto.
Por esos motivos, cabe pensar que, acuciados por su opinión pública, los líderes europeos darán en esta ocasión algún paso efectivo para luchar contra la presencia de paraísos fiscales. Ciertamente, no se puede ignorar que los principales interesados en el statu quo -los grandes bancos y un buen número de multinacionales- presionan con fuerza para evitar un cambio, pero en esta ocasión podría jugar en su contra la necesidad de los Gobiernos de ofrecer algo en positivo a sus afligidas sociedades. Hoy lo debatirán en Bruselas.
Las medidas concretas a aprobar para evitar que todo quede una vez más en pura retórica aparecen reiteradas en informes de todo tipo (algunos de la propia UE). Irían desde la eliminación de los regímenes especiales de Luxemburgo y Austria, al mandato a la Comisión Europea para actualizar todos los acuerdos de intercambio de información fiscal y doble imposición con países como Suiza, Mónaco o Liechtenstein, pasando por la creación de una agencia tributaria o un NIF a escala europea.
Todas esas acciones, que rendirían efectos inmediatos, requieren solo de voluntad política para su puesta en marcha. Eso sí voluntad política compartida, pues una falta de unanimidad, al menos entre los países grandes, crearía ese terreno de nadie, esas vías de escape que en este asunto son letales.
No se puede ignorar, con todo, que la naturaleza del problema es global, por lo que incluso un consenso europeo no garantizaría su resolución. Pero si la UE consiguiera un acuerdo en firme, la negociación con EE.?UU. sería sencilla, pues la Administración de Obama ya se ha mostrado dispuesta a ello: en tales condiciones la neutralización de refugios como los caribeños o las islas Cook sería cosa bastante sencilla. Todo lo que no sea una decisión clara para acabar con la pesadilla de los supuestos paraísos será, por tanto, muy decepcionante. Y ya no estamos para muchas más decepciones.
Los Gobiernos europeos debaten hoy cómo poner fin a los oasis fiscales