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La tasa de paro no bajará del 12 % cuando llegue la recuperación plena de la economía española, el puesto de trabajo fijo para toda la vida ha muerto y la era de la sanidad universal y gratuita tiene sus días contados
22 jun 2014 . Actualizado a las 19:21 h.La crisis pasará, porque los ciclos económicos son como dientes de sierra, pero permanecerán sus secuelas. Nada será como antes: parte de las ruinas que nos deja la demolición de estos años no son restaurables. El paisaje económico que nos espera al final del túnel guardará escaso parecido con el disfrutado hasta el año 2007. Muchos derechos y conquistas sociales han quedado sepultados y no son recuperables. El siguiente decálogo pretende describir, sintéticamente, el panorama que nos espera el día después. No resulta, en ningún caso, alentador. Pero digamos también -por aquello de colocar una nota de optimismos- que, pese a los negros augurios dibujados por la razón, la voluntad de un país puede evitar que se cumplan en todos sus extremos.
1. La crisis redujo el crecimiento potencial de España
Se entiende por crecimiento potencial, condicionado por el factor demográfico, la productividad laboral y la inversión productiva, la tasa máxima a la que puede crecer una economía si utiliza todos sus recursos. Para decirlo en metáfora, el límite de velocidad que podemos alcanzar. La crisis lo redujo drásticamente. Ya en marzo del 2010, antes de que la tormenta arreciase, un informe de la OCDE estimaba que España perdería un 10,6 % de su potencial de crecimiento. Calculaba la organización que, en promedio para sus desarrollados países miembros, la pérdida sería del 3,1 %. Entre los miembros del club, únicamente las previsiones para Irlanda pintaban peor que para España. No conocemos estimaciones más recientes para el caso español, pero cabe presumir que el pronóstico ha empeorado. Hace solo unos días, el FMI redujo, por primera vez en su historia, el potencial de crecimiento de Estados Unidos a largo plazo: del 3 % al 2 %: eso significa una rebaja del 33 %.
2. La tasa de paro estructural creció 4 puntos
España, al menos desde los ya lejanos tiempos de la Transición, siempre soportó un elevado volumen de paro estructural. Ni siquiera en los mejores momentos, cuando las calderas de la actividad económica funcionaban a toda presión, el nivel de desempleo cayó por debajo del 8 % de la población activa. El récord corresponde a la antesala de la crisis, el segundo trimestre del 2007, con una tasa de paro del 7,95 %. Desde entonces, el Banco de España estima que el «componente estructural del desempleo» ha crecido cuatro puntos. Esto significa que, aun con la economía plenamente restablecida, nuestra tasa de paro se moverá en el entorno del 12 %, varios puntos por encima de la que soportaron nuestros socios europeos en el peor momento de la crisis. La permanencia de millones de trabajadores en el paro durante un período prolongado tiene efectos permanentes. Será la huella más dramática de los destrozos causados en el mercado laboral por la Gran Recesión.
3. El fin del trabajo permanente
La crisis y los remedios aplicados para combatirla, especialmente la reforma laboral, han escrito el epitafio del trabajo permanente, y durante toda la vida, en una misma empresa. Movilidad, precariedad e inseguridad en el empleo serán los tres rasgos distintivos del mercado laboral de la poscrisis. El trabajador cambiará de empresa y de residencia varias veces durante su vida laboral. Los contratos temporales y a tiempo parcial, incluso por horas, se impondrán a los contratos indefinidos. Las indemnizaciones por despido, cada vez más reducidas, facilitarán los ajustes de plantilla y contribuirán a impulsar la movilidad y la precariedad. La eufemísticamente llamada flexibilidad se impondrá a la rigidez, por decirlo con los eufemismos en uso.
4. Salarios más bajos
Las retribuciones que nos esperan a la salida del túnel serán mucho más bajas que los percibidos en la época dorada. Ya lo son actualmente. Entre los años 2009 y 2013, los costes laborales de las empresas, de los que forman parte fundamental los salarios, descendieron un 7 %. La reducción sabe a poco a la troika. En agosto del año pasado, el FMI proponía rebajar los sueldos un 10 % más y el Bundesbank alemán,el pasado febrero, consideraba insuficiente la devaluación salarial en España. Cabría pensar, no obstante, que una vez reanudado el crecimiento volverían a recuperarse los niveles de antaño. Pero esa hipótesis debe descartarse por tres motivos: la persistencia de un ejército de parados dispuestos a trabajar por sueldos de mera subsistencia, la liquidación de la negociación colectiva y la vinculación de las subidas salariales a la productividad, y no al alza de los precios, lo que se traduce en disminución de los salarios reales.
5. Pensiones decrecientes
La reforma del sistema de pensiones dibuja tres escenarios de futuro: el de los pensionistas actuales, el de los trabajadores que se acercan a la edad del retiro y el de los jóvenes y no tan jóvenes que andan en busca de su primer empleo. Los pensionistas actuales perderán poder adquisitivo: el Pacto de Toledo les garantizaba incrementos acordes con la evolución de los precios; la última reforma les garantiza un 0,25 % de subida anual, es decir, cada vez menos consumo. Los pensionistas del próximo futuro tendrán ya de inicio pensiones más bajas que sus predecesores, por haber nacido años más tarde, y después ya se encargará el IPC de seguir achicándolas. Las pensiones del tercer grupo simplemente están en el alero: ¿cómo puede cotizar los años requeridos una persona de 30 años que todavía no ha conseguido un hueco en el mercado laboral?
6. Jubilación más tardía
Antes de la reforma, la edad de jubilación estaba fijada oficialmente en 65 años y los trabajadores, en la práctica, se retiraban generalmente varios años antes. Ahora se amplía, escalonadamente, la edad de retiro. Se acorta el tiempo de disfrute de los veteranos, una vez rematada su vida laboral, y se retrasa la sustitución por sus hijos. El mundo empresarial, en principio, cambiará de fisonomía.
7. El ocaso de la sanidad universal y gratuita
Diversas medidas aprobadas durante estos años de crisis esbozan el ocaso de un modelo de salud que constituía, en palabras de la OMS, la mayor expresión de justicia social. La generalización del copago farmacéutico, la reducción de prestaciones y el desmantelamiento y privatización de determinados servicios constituyen síntomas alarmantes de la descomposición del sistema. Pero el tumor más grave, porque liquida el principio de la universalidad plasmado en la Ley General de Sanidad de 1986, se plasma en el decreto ley 16/2012 que suprime el modelo sanitario de cobertura universal. A partir de esa norma, solo los trabajadores que coticen y sus beneficiarios tendrán derecho a la asistencia sanitaria pública y gratuita. Vincular el derecho a la cotización, y no a la residencia en el país, supone una enorme brecha en una de las mayores conquistas de la democracia española.
8. La educación privada, en alza
Lo dice un informe de la OCDE: España es, después de Bélgica, el país europeo con más alumnos en aulas concertadas -colegios privados subvencionados- o completamente privadas. El caso de la enseñanza primaria resulta significativo: 32 de cada cien niños españoles estudian en la escuela pública y en el conjunto de Europa solo 10 de cada cien. Los conciertos nacieron en los años ochenta del siglo pasado como medida excepcional y transitoria, porque no existía oferta pública suficiente, pero se fueron consolidando en décadas sucesivas. El brutal recorte que se ha aplicado al presupuesto de la educación pública en España en los últimos años, con el objetivo de reducir el déficit público, hizo el resto. Como consecuencia, a la salida de la crisis tendremos un sistema educativo menos público y más claramente privado.
9. Retroceso en la igualdad de oportunidades
En la España que viene será más difícil que los hijos de familia humilde lleguen a la universidad. El camino hacia la igualdad de oportunidades se ha interrumpido abruptamente. Las familias adineradas disponen de las mismas facilidades que antes: el Estado subvenciona, aproximadamente, un 80 % de cada plaza universitaria. Las menesterosas lo tienen más difícil: el fuerte incremento de las tasas académicas y la racanería de las becas levantan nuevos obstáculos en su afán de superación.
10. El país europeo con mayores diferencias
Los españoles nos encontraremos finalmente, el día después del enorme batacazo sufrido, con el país más desigual de cuantos integran la OCDE. La crisis ha abierto una sima entre quienes todos lo tienen y los que casi nada poseen. En ningún otro país de la Unión Europea han crecido tanto las desigualdades de renta. Cientos de miles de familias, agotadas las prestaciones y subsdidios por desempleo, sobreviven sin ingresos. Y la tasa de pobreza infantil es la más alta entre los países europeos. ¿Será también esta una secuela permanente e incurable de la crisis?