Inditex es músculo, que nadie lo dude. Su salud financiera es la envidia de cualquier compañía del mundo. Y esencialmente es algo más, es talento. Pero del bueno, del que nace en la cuna de la humildad, del que aun pudiendo enseñar intenta aprender. Y esta es su gran diferencia. Walmart, la compañía más grande nunca imaginada, es observada hoy como un dinosaurio del medio oeste estadounidense, un fiel reflejo de la decadencia americana, y aunque no es así, en absoluto, está siendo estigmatizada por los mercados. La sueca H&M, líder absoluto, en su día, no es capaz de decir «este soy yo».
A Inditex, ya lo sabe, también intentaron ponerle su cruz. Si cayó nuestro retail, pensó más de un analista de Wall Street, también caerán estos gallegos de Arteixo. Y tanto fue así que algunos cortos osaron instalarse entre su accionariado, buscando lógicamente los 21 euros. Hoy, a 26, lloran. Que sigan. Su llanto suena a música celestial.
En todo caso, esto no termina aquí. Volverán. Que nadie se engañe. Pero ahí los esperan compañías como Pull & Bear, con crecimientos que superan los dos dígitos. Brutal. O la emergente Oysho, creciendo al 7 %. Lo dije hace tiempo: mientras haya mundo que andar, hay Inditex.