Hasta un 20% de las mieles que se venden están adulteradas. Proceden, en su mayoría, de Asia
12 dic 2018 . Actualizado a las 12:52 h.«Mezcla de mieles originarias y no originarias de la UE». Es la frase que se puede leer en la mayor parte de las etiquetas de los tarros de miel presentes en los lineales del supermercado. Pero ¿de qué país proceden y en qué porcentaje? Son las dudas que no resuelve el actual etiquetado y cuyo cambio reclaman los apicultores. En una jornada informativa y reivindicativa a nivel nacional -en Santiago repartieron folletos delante del centro comercial As Cancelas-, el sector reclamó este martes que se ponga fin a lo que consideran un fraude. «O consumidor chega ao punto de venda e atópase despistado. Hai meles de dez euros e outros de catro. Tampouco sabe de onde vén nin se está pasteurizado, un proceso que somete o mel a altas temperaturas para facelo máis líquido, a cambio de perder propiedades», se lamenta Xesús Asorey, portavoz de AGA (Asociación Galega de Apicultores). «Fai falla transparencia e claridade, porque nesa epígrafe xeral cabe todo», añade Diego Sánchez Agra, pequeño apicultor de Arzúa y miembro del Sindicato Labrego Galego.
Medio china, medio rumana
Según el sector, es práctica habitual que la industria envase miel china de baja calidad y le añada pequeñas cantidades de producto barato comunitario (rumano, por ejemplo). «É como se che din que o mel vén do planeta Terra», asegura Paula Souto Fandiño, directiva de AGA y con una pequeña producción de diez colmenas en Ordes, que acude a la cita con escafandra.
El manifiesto Por un sector apícola rendible e sostible. En defensa do mel galego recoge una serie de recomendaciones para garantizar su procedencia y calidad: comprarla directamente en ferias o mercados locales a apicultores de confianza o, si se adquiere en el supermercado, buscar aquella que lleve el distintivo de Indicación Xeográfica Protexida Mel de Galicia o, en su defecto, etiquetas correspondientes a cooperativas como AGA, que la comercializan bajo la marca Das Miñas Colmeas. Por su color o sabor, científicamente resulta casi imposible distinguir qué se está llevando uno a la boca: «Habería que analizalo nun laboratorio. Hai tantas variedades e cores que non é doado», recalca Sánchez Agra.
Sin embargo, para paladares experimentados los matices son importantes: «Se cristaliza é un bo sinal, é garantía de calidade, porque o que está pasteurizado non espesa tanto». La cifra de mieles adulteradas, con siropes y sucedáneos varios, llega ya al 20 % del mercado. La modificación del producto pasa por eliminar ingredientes naturales como ceras y polen, con el objetivo de darle una apariencia más uniforme y, supuestamente, atractiva a ojos del consumidor. Otras veces se le añaden azúcares y agua, para que la mercancía dé más de sí recortando el precio.
En el 2017 se alcanzaron cifras récord de importación. En la última década se ha duplicado la entrada de miel foránea: de 16.000 toneladas a 32.000 en la última campaña. Los principales importadores de España son China y Argentina: «Aló teñen unha man de obra máis barata. Aínda cos custos dos aranceis incluídos, eles van poñer o mel a un prezo moito máis baixo», explica Diego Sánchez.
Lo justo, a 10 euros
Para cubrir los costes de producción de un apicultor gallego habría que abonar por cada kilo de miel unos diez euros. En las estanterías de algunos comercios pueden adquirirse mieles de marcas blancas por menos de cuatro euros. A eso hay que añadir una cosecha -la de este año- especialmente mala, por culpa, sobre todo, de factores climáticos. «Levo corenta anos neste mundo e non lembro unha así. É coma un 30 % do que sería normal», apunta Asorey.