Se cumple casi un mes del cierre por decreto de los negocios de restauración y las pérdidas ya superan los 180 millones

m. sío dopeso
Redactora

Mesas vacías, cero ingresos, facturas por pagar y mucha incertidumbre. Este es el menú del día que se viene repitiendo en los negocios de hostelería gallegos desde que el pasado 13 de marzo la Xunta de Galicia ordenó su cierre por decreto.

Este sector, integrado en su mayoría por trabajadores autónomos, estaba creciendo empujado por el bum turístico. Solo en el 2019 cada día abrieron una media de cuatro negocios (bares o restaurantes), hasta elevar la cifra por encima de los 102.000 establecimientos, el 6 % del total en el conjunto del país (1,7 millones), según un informe de las consultoras Bain & Company y EY, que cifra en un 40 % la caída de la facturación de la hostelería en España (3.000 millones de euros). La cifra extrapolada a Galicia sitúa las pérdidas a 180 millones.

Los cálculos de la agrupación de autónomos UPTA elevan a más de 59.000 los autoempleados gallegos que se han acogido en Galicia al cese de actividad, la inmensa mayoría del sector servicios. Pero no todos los que solicitan la prestación la percibirán, porque serán menos del 60 % los que podrán acreditar el cese por pérdidas de facturación igual o superior al 75 %.

Aguante máximo: 43 días

La situación se agrava con cada día de cierre. Dice el informe de Bain & Company y EY que la mayor parte de los negocios de este sector tienen liquidez limitada, y su aguante para cubrir los costes fijos diarios es reducido. «Más del 55 % de los hosteleros necesitarán financiación (externa o recursos ahorrados) antes del 26 de abril». Es decir, que más de la mitad de los establecimientos gallegos solo aguantarán un máximo de 43 días de confinamiento con lo que tienen en caja.

La vuelta a la normalidad tampoco será fácil para los negocios de hostelería, en especial para los vinculados al turismo. Además, según las consultoras, habrá un segundo impacto del coronavirus después del confinamiento, debido a la apertura restringida, ya que los establecimientos solo podrán dar entrada al 50 % del número habitual de clientes.

«No sabemos ni cómo ni cuándo acabará esto»

beatriz couce

CÉSAR TOIMIL

Como el resto de los hosteleros ferrolanos, Julio Martínez tenía que estar registrando estos días uno de los picos de ocupación más altos del año por el tirón de la Semana Santa. Pero como ya sucedió con el Día del Padre, ninguna de esas expectativas se ha cumplido, porque los establecimientos del sector fueron los primeros en cerrar, dos días antes de decretarse el estado de alarma.

«Estamos muy preocupados porque no se sabe ni cómo ni cuándo acabará esto», afirma el propietario del restaurante O Parrulo. La incertidumbre de no poder vislumbrar una fecha de apertura de los negocios y tampoco las condiciones en las que volverán al trabajo es algo común a todo el sector. «La industria puede fabricar después lo que no haya podido, o al menos una parte, pero nosotros, lo que no hayamos vendido, es imposible de recuperar», lamenta.

Debido al parón en la actividad, presentó un ERTE para sus seis trabajadores, aunque en su caso complementará esa prestación hasta el cien por cien del sueldo, aunque las facturas no dejarán de llegar.

Acostumbrados a sufrir

No obstante, Julio Martínez quiere lanzar un mensaje positivo. Recuerda que Ferrol está curtida en mil crisis. «Aquí estamos acostumbrados a sufrir. Los hosteleros somos muy sacrificados, y estoy seguro de que con esfuerzo, trabajo y sacrificio, vamos a ser capaces de remontar el vuelo», afirma.

«Necesitamos mensajes claros para la reapertura»

m. m.

PACO RODRÍGUEZ

El chef Alén Tarrío inició su vida profesional, en solitario, en el 2017 cuando reabrió el Pampín, una taberna histórica de Santiago, y la transformó en un restaurante que subió como la espuma. El pasado año fue elegido como Cocinero del Año del Fórum Gastronómico de A Coruña. Todo le sonreía, y con el optimismo que le caracteriza espera «que, aunque sea desde cero, podamos volver a salir adelante». Estos días, en los que hay «mucho tiempo para pensar, estudiar y rediseñar», está planificando ideas para cuando «nos digan que podemos abrir. Tengo muchas ganas de trabajar y no pienso en el cierre».

Solo pide una cosa «mensajes claros, instrucciones acerca de cómo podremos abrir, qué se puede hacer, qué técnicas son las mas seguras. Cosas claras para evitar interpretaciones, porque necesitamos decirle a la gente que tiene todas las garantías si se sienta en un restaurante a comer». Tarrío quiere aferrarse a la idea de que «las personas saldrán con ganas de acudir a los locales, pero también es verdad que hay miedo, y será necesario recuperar la confianza. Por eso lo de los mensajes claros». La idea de que se reducirán los aforos, en el caso del Pampín «será un problema, porque nuestro modelo ya es de afluencia reducida; así que no sé cómo afectará. Por eso son tan importantes los mensajes claros». Una opción es el servicio a domicilio, pero «estoy dándole vueltas, porque puede vaciar el local; y no sé si mi tipo de cocina se adapta a ese modelo».

«Perdimos pescado y marisco, una gran pérdida, pero lo peor es adelantar y adelantar pagos e impuestos»

s. gonzález

MARTINA MISER

Si el reloj pudiese cobrar velocidad, Ramón Bóveda no dudaría en situar el calendario en vísperas de un incierto verano: «Esperamos aguantar abril y mayo y que en junio nos dejen trabajar para coger aire, aunque rebajemos salarios y lleguemos a acuerdos hasta que esto se solucione; no sabemos cómo será, pero poder abrir con normalidad en verano sería fundamental».

Casa Bóveda, en Carril (Vilagarcía), es un clásico de la restauración arousana. Un templo de la cocina tradicional y del producto de la ría, siempre fresco y de primera calidad. Eso exige un esfuerzo económico constante, que la pandemia ha golpeado con dureza. «Nosotros perdimos pescado y marisco cuyas facturas, sin embargo, tenemos que pagar», reconoce Ramón, quien, no obstante, ve el problema de esta situación en otra parte: «Mientras las grandes empresas se beneficiarán de ayudas y medidas importantes, nosotros tenemos que afrontar el trimestre, la Seguridad Social, el recibo de la luz, y en mi caso, que soy autónomo, también la cuota correspondiente; adelantar, adelantar y adelantar». El hostelero arousano no oculta su enfado: «Si no tienen claro ya todos los errores y las injusticias del régimen de los autónomos, si no aprendemos de esto y los corregimos, es para que los negocios, que damos mucho trabajo, nos pongamos en huelga de una vez». Lo peor, insiste, es una fiscalidad que, al menos hasta ahora, no perdona.

Además del administrador, Casa Bóveda tiene cinco personas en plantilla en situación de ERTE. «No queda otra que tirar de ahorros y negociar un ICO para poder cubrir gastos».

«Cando regresemos imos tirar aínda máis polo noso produto de proximidade»

m. r.

ANA GARCIA

«Tiñamos moi boas expectativas para este ano e, agora, levamos dende o día 14 pechados, cun ERTE, e coa previsión de que seremos dos últimos sectores en abrir. Pero hai que ser optimista. Doutras saíuse para adiante». Habla Álvaro Rodríguez, gerente de Lonxa d’alvaro, restaurante de Muxía que reabrió sus puertas el pasado año con nuevos aires y mucho éxito.

Su actividad se centra en el producto de cercanía. Sobre todo, en el pescado y en el marisco, pero, también, en las carnes. Es por ello que ahora, más que nunca, dice: «Cando regresemos imos tirar aínda máis polo noso produto de proximidade. Creo que vai ser algo xeneralizado e, entón, aí vai estar o aspecto positivo», a lo que añade: «O negativo será que vaise quedar moita xente polo camiño, como esa que ten que pagar o aluguer, por exemplo».

En su caso, los primeros días del estado de alarma, debido a que tenía la mercancía comprada, probó a servir a domicilio, pero con poco éxito. Ahora aprovecha para pensar en «novas recetas e innovar», y mira con optimismo hacia el año Xacobeo.

«Durante o verán zafas máis de medio ano, pero veremos aínda cando podemos abrir»

Á. sevilla

MARCOS CREO

Fran Pérez regenta desde hace quince años uno de los bares insignes de Santa Uxía de Ribeira, el mítico Ventos Vellos. Él es uno de los miles de autónomos afectados por la crisis del COVID-19: «Esta é unha situación única, teremos que levala como se poida, pero non é sinxelo».

En su caso, y en el de tantos compañeros de profesión, el verano es la estación clave para cuadrar las cuentas: «Zafas máis de medio ano, pero veremos aínda cando podemos abrir. Son fechas moi importantes para nós».

Reconoce que en un primer momento creyó que el confinamiento duraría menos, pero las paredes comienzan a caérsele encima: «A hostalería chúpache moitas horas e non estás acostumados a ter tanto tempo libre. Isto é como un secuestro, pero sen estar na cárcere».

Fran Pérez es consciente de que lo peor está todavía por llegar: «A ver como reflotamos todo, hai moitos sitios que van ao día que van a ter que pechar as portas». En su caso ha tratado de reducir gastos. Adiós al fútbol de pago que tiene contratado en el bar y bajada de kilovatios de potencia de luz. «Todo iso vai sumando e canto menos, mellor», argumenta.

Decenas de bodas, bautizos y comuniones «aprazadas, pero non canceladas»

lucía rey

PEPA LOSADA

En las últimas cuatro décadas miles de personas se han casado o han celebrado el bautizo o la comunión de sus hijos en el restaurante Louzao, situado junto a la playa de Area, en Viveiro, y un referente de la gastronomía de Galicia por la calidad y la cantidad de los mariscos de sirve. La crisis del coronavirus ha obligado a posponer decenas de celebraciones que se iban a llevar a cabo esta primavera, pero su propietario, Suso Louzao, es optimista. «En marzo xa tiñamos unha voda o 14, e a partir de aí case todas as fins de semana había eventos. Co coronavirus quedaron todos aprazados, pero non cancelados. De feito hai parellas que están pospoñendo vodas para o ano que vén, e as comuñóns se non se fan en maio ao mellor se fan en setembro», explica el hostelero. «Esperamos ter un verán de recuperación moi importante porque a xente está desexando saír. O que me preocupa é o tema do aforo, porque non sei se vai regular cando acabe o estado de alarma, e canta xente se vai poder xuntar», reflexiona.

«Estamos acostumbrados al público y eso engancha»

m. a.

MIGUEL VILLAR

En condiciones normales, sin coronavirus, esta noche no cabría un alfiler en la Casa do Pulpo, un local de referencia en Ourense. Pero ahora solo va por allí de vez en cuando su gerente, José Gómez, para asegurarse de que todo está bien. En otro restaurante de la empresa entraron a robar en pleno estado de alerta. Una preocupación más para un sector al que inquieta cómo será la vuelta a la normalidad.

«Que podamos abrir, igual se demora hasta junio y que volvamos a funcionar como antes, más. Ya no solo es el tiempo que llevamos cerrados, sino cómo va a ser la vuelta El miedo va a quedar ahí», explica Gómez, que es escéptico respecto a las medidas del Gobierno para apoyar a autónomos y pequeñas empresas. En su caso tuvieron que recurrir a un ERTE que afecta a sus 14 empleados. «Y hay gente que lo está pasando mucho peor. Para los que están empezando tiene que ser muy complicado», dice.

Él trata de llevar el confinamiento lo mejor que puede, diseñando platos nuevos, cocinando o informándose sobre vinos. «Esto es horrible. Normalmente llevamos un ritmo tan elevado de trabajo que ahora esto se hace eterno. Sobre todo no hablar con la gente. Estamos acostumbrados al público y eso engancha más que cualquier droga».

«Mucha gente va a quedar en el camino, no habrá fluidez»

D. GARCÍA

Eduardo Pérez

José Manuel Castro, dueño del asador El Atlántico en A Coruña, cree que lo peor para el sector todavía está por llegar. Después del estado de alarma. En su caso, nada más anunciarse el cese forzoso de la actividad, solicitó un ERTE para los siete empleados que tiene.

«El trabajador lo va a sentir, mucha gente de hostelería va a quedar en el camino porque la fluidez no va a ser la misma, el dinero no será el mismo y no sé si un obrero va a tener suficiente para pagarse un menú del día», afirma.

En su opinión, la solución está bastante clara: «Si hay ayudas y los créditos que puedan llegar a dar los bancos son accesibles, la gente va a intentar salvarse porque es la única manera. Así que la pelota la tiene el Estado en su tejado».

Los problemas se agudizarán, dice, porque prevé que perderán las épocas del año en las que obtienen más ingresos. «Semana Santa ya nada. San Juan no creo que lo tengamos y el verano, que es lo más fuerte, tampoco», analiza José Manuel, quien cree que la recuperación en su sector será lenta.