Ya tenemos carteles. Ya tenemos caravanas en ruta. La campaña despegó hacia el 18F. Ya tenemos el termómetro de las encuestas. El PP lo dará hoy todo en la plaza de toros de Pontevedra. Si quiere alquilar un autobús, no podrá. O le saldrá carísimo. Doscientos los contrató el PP para que el ruedo de Pontevedra sea para Rueda una foto de poderío. Ana Pontón, sin embargo, tocó ayer la fibra familiar con sus padres en la casa que la vio niña.
Los porcentajes de votos. No hace falta ser Tezanos para entender los resultados de una encuesta. El tracking diario que realiza Sondaxe para La Voz va dejando frases para quién quiera entenderlas. El cinco por ciento del voto en una provincia es el mínimo exigido para lograr un escaño. Por debajo de esa cifra solo hay un frío ártico, como el de la excelente quinta temporada de True detective. Ese porcentaje sube un poco y se puede aproximar al seis por ciento en las provincias de Lugo y Ourense, por su carácter de territorios alzaprimados por la ley en el reparto de escaños. Elegir a según qué partido puede ser un acto de voluntad que no conduce a nada, un brindis al sol.
El reparto de escaños. Así es que Sondaxe cuantifica porcentajes de voto para Vox muy bajos en las cuatro provincias. Su mejor resultado lo obtendría en la provincia de A Coruña, con un 2,8. En Lugo, Vox bajaría al 2,4. En Ourense, al 2,2. En Pontevedra, al 2,1. Son papeletas que no tocarán escaño. Los expertos dicen que el voto útil de la derecha en estas elecciones gallegas es el del PP. Esos votos a Vox que no obtendrán representación favorecían por ejemplo al Bloque en A Coruña, donde el último escaño estaría en disputa ahora mismo entre el PP y el Bloque. Otro tanto de lo mismo le pasa por la zurda a Podemos, que solo aparece en los restos. O a Sumar, en las provincias de Lugo y Ourense, donde no olerían diputado. Acompasar el voto al objetivo que se tenga para la Xunta parece razonable.
Del cartel rejuvenecido de Fraga al de Ana Pontón. Pero no todo van a ser números. Ayer las redes sociales encendieron el primer chismorreo de la campaña. El cartel de Ana Pontón sorprendió, resplandecientes de blancos. El Bloque no entiende las críticas a un trabajo habitual de estudio. La foto llamó la atención del público. Recuerda, con las debidas distancias, a aquella rejuvenecida de más de Fraga en el 2005. Los más negativos con la imagen de Pontón se preguntaban «onde é a voda?».