El PPdeG es ya un caso único de hegemonía electoral sostenida en un territorio

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

ELECCIONES GALLEGAS 18F

Feijoo y Rueda, a su llegada al comité ejecutivo del PP este martes
Feijoo y Rueda, a su llegada al comité ejecutivo del PP este martes Gabriel Luengas | EUROPAPRESS

En los últimos años cayeron buena parte de los feudos autonómicos y el techo del PNV, el otro gran superviviente político, está lejos del suelo histórico del 44,3 % de los populares gallegos

21 feb 2024 . Actualizado a las 10:24 h.

Aunque los ingredientes ideológicos del centroderecha gallego ya estaban en la coctelera cuando Alianza Popular ganó las primeras y las segundas elecciones autonómicas —estas últimas con la marca Coalición Popular—, puede decirse que la actual hegemonía electoral del PPdeG se inicia con el estreno de esta marca en las elecciones de 1989, cuando Manuel Fraga consigue la primera mayoría absoluta con un 44,3 % de los votos. Este es el suelo porcentual de los populares gallegos, que no bajó ni siquiera cuando se produjo la única alternancia en la Xunta después de unas elecciones —la anterior fue por una moción de censura—, cuando Fraga pierde la mayoría absoluta en el 2005 por un solo diputado y llega al poder el bipartito de PSOE y BNG encabezado por Emilio Pérez Touriño. Aunque el reparto de escaños no le dio la quinta mayoría consecutiva a Fraga, el porcentaje del PP era ligeramente superior al de la primera absoluta fraguiana: un 44,9 %.

El dominio popular en Galicia en estos 35 años oscila entre el suelo del 44,3 % de 1989 y el techo nunca superado de las elecciones siguientes, cuando Fraga revalidó la mayoría absoluta con el 52,6 % de los sufragios. Esta horquilla convierte al PPdeG en un caso único de hegemonía electoral sostenida en un territorio, pues ninguna formación política ha oscilado entre esos valores en ninguna comunidad autónoma. Es más, la mayor parte de los feudos electorales fueron desapareciendo en los últimos años, bien por los cambios en el tablero político y la llegada de nuevas formaciones a izquierda y derecha, bien por el desgaste natural o el efecto electoral de casos de corrupción.

El PPdeG, en cambio, fue capaz de mantenerse como referencia única del centroderecha en Galicia, gracias en parte a la reforma electoral impulsada por Fraga en solitario en 1992, cuando subió del 3 al 5 % el listón para poder optar al reparto de escaños en las cuatro circunscripciones provinciales gallegas. Cuando Ciudadanos estuvo en la cresta de la ola en buena parte de España, su representación política era testimonial en Galicia. Cuando sucedió lo mismo con Vox, su presencia real en la comunidad es aún más insignificante. El PPdeG también se mantuvo al margen del efecto de la corrupción en otras franquicias populares regionales, como la madrileña o la valenciana, que pagaron electoralmente —especialmente en la Comunidad Valenciana— las investigaciones judiciales por corrupción.

Otro factor relevante es que las dos veces que hubo alternancia, con los socialistas Fernando González Laxe y Touriño, ninguno de los dos proyectos pudo consolidarse en las elecciones siguientes, en ambos casos por un solo diputado de diferencia que otorgaba la absoluta a los populares. Sucedió lo contrario con la pérdida de la hegemonía del PSOE en Andalucía. Juan Manuel Moreno Bonilla pudo consolidar su mayoría limitada en el 2018 con una absoluta en el 2022.

Otras hegemonías del PP

Los populares madrileños, lejos de la potencia del PPdeG. Tal vez la franquicia del PP más similar al PPdeG fue la valenciana, que compaginó un cierto regionalismo y defensa de la lengua propia —como reacción al expansionismo catalán— con la conjunción de ideas liberales, conservadoras y democristianas que caracterizan a la marca estatal. Pero después de superar el 50 % de los votos en el 2007, comenzó un declive que lo precipitó al abismo electoral, llegando a tener solo el 18,5 % de los votos, en buena medida por los muchos casos de corrupción que acumulaba la formación.

Algo similar le sucedió al PP madrileño tras el liderazgo de Esperanza Aguirre —que sí rompió el techo del PPdeG con un 53,29 %—, aunque no en cifras tan gruesas y sin abrir la puerta a la alternancia política. La franquicia popular más liberal sufrió mucho en el 2019, las primeras elecciones a las que se presentó Isabel Díaz Ayuso y en las que solo logró el 22,23 %.

Hegemonías socialistas

El caso del PSOE andaluz y el asturiano. El PSOE de Andalucía gobernó esta comunidad desde 1979 hasta el 2018, año en el que el PP logra articular una mayoría de centroderecha en la Cámara pactando con Ciudadanos y Vox. La pérdida del poder de los socialistas andaluces fue en realidad un lento desgaste que comenzó a partir del 2008 y que se agudizó con el caso de los ERE, pero ni siquiera su techo histórico desde 1990 —el 51 % logrado en el 2004— puede igualar el récord del 52,6 % del PPdeG.

El PSOE asturiano es un caso único en lo que se refiere a la implantación histórica, pues los socialistas se hicieron fuertes en Asturias desde la Segunda República e incluso antes. Pero la década de los noventa comenzó con un Gobierno del PP al negarse Izquierda Unida a apoyar al candidato socialista. Es decir, la hegemonía del PSOE astur estuvo casi siempre supeditada a pactos con fuerzas a su izquierda. Además, hubo una segunda alternancia, en el 2011, con la investidura de Francisco Álvarez Cascos (Foro Asturias). El PSOE de Adrián Barbón mantuvo el poder en las elecciones del 2023, pero con apoyos a su izquierda y un porcentaje (36,5 %) muy alejado del 47,4 % de Alfonso Rueda.

Hegemonías nacionalistas

El PNV, el otro superviviente. Salvo por el ascenso sostenido de Bildu, el tablero político vasco es relativamente estable y el PNV mantiene su hegemonía, pero siempre con la necesidad de buscar apoyos, especialmente de los socialistas. Pero solo hay que comprobar que su techo electoral histórico (42,72 %) es inferior al suelo del PPdeG (44,3 %). En Cataluña, el dominio de CiU se vio alterado con varias alternancias socialistas y, más tarde, el procés rompió con todos los marcos políticos del nacionalismo catalán, dejando a los herederos de esa tradición en un 20 %.