Una educación ineficaz y sin consenso

Sara Carreira Piñeiro
sara carreira REDACCIÓN / LA VOZ

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Gasto en educación
La Voz

La clase social de nacimiento marca el futuro de los estudiantes, que salen sin saber resolver problemas de la vida cotidiana. Los índices muestran mediocridad y derroche del talento

14 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En España hay unanimidad: la educación obligatoria no va bien y hay que hacer algo. El problema empieza ahí, en ese «algo», que el Gobierno asegura que es la Lomce y para la oposición todo lo contrario. Pero, ¿qué va mal en la educación obligatoria?

La falta de equidad, el mayor problema

Es causa y consecuencia de la crisis educativa. Ahora mismo, el indicador más eficaz para predecir el éxito de un alumno es su clase socioeconómica: frente al 4,7?% de abandono escolar temprano -no terminar la ESO- entre los alumnos cuyas madres tienen estudios superiores está el 41 % entre quienes sus madres no terminaron la primaria. El tipo de escuela al que va -pública o privada- es secundario.

El informe PISA ofrece diferencias en el rendimiento de hasta cien puntos según la ocupación de los padres de los alumnos de 15 años. Y esto se nota incluso por comunidades, con Navarra en 517 puntos en Matemáticas frente a los 472 de Andalucía.

Las repeticiones, una rémora inaceptable

Un 30 % de los estudiantes de secundaria han repetido en una ocasión y un 10 % lo ha hecho dos o más veces. Es decir, 4 de cada 10 termina la secundaria con más edad de la que le corresponde. Los repetidores suponen un problema enorme para el sistema, no solo por lo que cuestan, sobre 2.800 millones de euros al año según un estudio de la Universidad Internacional de La Rioja (Unir), sino porque repetir no mejora las grandes cifras: 9 de cada 10 de los estudiantes que abandonan la ESO antes de terminarla habían repetido al menos algún curso.

El currículo, excesivo y demasiado prematuro

En el momento en que aprende a leer, a un niño español ya empiezan a meterle conocimientos en la cabeza. Esta es una queja de muchos pedagogos, que ven cómo los alumnos apenas han aprendido a juntar las letras cuando tienen que memorizar conceptos.

Además, el grueso de los profesores denuncian que el currículo es excesivo, es decir, tienen que dar tanta materia que no les queda tiempo para nada más.

La tercera pata del problema curricular es la repetición: año tras año los estudiantes vuelven a aprender lo mismo. Quienes enseñan por proyectos proponen centrarse en una cosa cada año y darla por sabida: ¿Hay que repasar las características del gótico en tres o cuatro cursos o aprenderse una y otra vez el aparato circulatorio o digestivo?

Una didáctica decimonónica en la era de las telecomunicaciones

Repetir. Memorizar. La forma en que aprenden los niños españoles es la misma en que lo hacían sus padres, abuelos... ¡y bisabuelos! El problema radica, dicen en la comunidad educativa, en dos ejes que se retroalimentan: currículo y exámenes.

Para favorecer otras formas de llegar al alumnado, muchos proponen usar las tecnologías de la comunicación (TIC). En este campo, España no está mal situada -pizarras electrónicas y ordenadores personales son algo habitual-, pero la forma de enseñar sigue siendo clásica. Los expertos educativos apuntan a que los profesores deben ser guías más que proveedores de información: hoy, la información, explican, está en todas partes.

En el capítulo de la didáctica destacan los deberes. Los niños están seis o siete horas en el colegio y en casa tienen que dedicar otras dos a los ejercicios. Sin embargo, el rendimiento es malo y se favorece la desigualdad entre quienes reciben ayuda familiar y quienes no.

Finalmente, la escuela entierra el talento: o eres bueno memorizando o te conviertes en un paria. En cambio, las empresas buscan gente creativa, que sepa colaborar y solucionar problemas, no que dominen la lista de reyes godos.

Escasa importancia institucional

Para finalizar esta visión somera de la educación, hay que señalar la falta de importancia institucional, causa y consecuencia de la crisis educativa. El Gobierno dedica un 4,58 % del PIB a educación -en los países nórdicos supera el 7 %-, no ha creado un marco inamovible para este asunto -ha habido siete leyes en democracia- y no valora el trabajo de los profesores. A estos les ha tocado llevar un gran peso durante esta la crisis: recortes de sueldo, aumento del ratio de alumnos, desaparición de la tasa de reposición de jubilaciones, ausencia de oposiciones y una ley hecha a sus espaldas.

Cuantas más posibilidades de gobernar, menos medidas concretas

Los partidos ofrecen buenas intenciones y poca concreción, sobre todo quienes tienen más opciones de gobernar.

PP

Excelencia y competencia. En su programa pone el acento en los profesores y en la defensa de la libertad de los padres para elegir el tipo de educación que deseen para sus hijos.

En cuanto a medidas concretas, la más llamativa es que el bachillerato tendrá tres años; actualmente es de dos, y el 4.º de la ESO, con la Lomce, se convierte en un curso puente. Si hasta ahora no hay tres años de bachillerato es por el problema de financiación en los colegios concertados -la enseñanza posobligatoria es privada-.

El resto de las medidas ya están en marcha, aunque destaca por novedosa -pero sin concreción- la creación de un nuevo acceso a la profesión docente que atraiga a los mejores expedientes y el diseño de una carrera docente. En FP se impulsará la lengua inglesa, la innovación y el emprendimiento en todos los ciclos.

PSOE

Más dinero y un MIR de profesores. De entrada, el dinero: llegar al 5 % del PIB. Después, la política: derogar parte de la Lomce, como las reválidas; adaptar el currículo a la sociedad del conocimiento; promover una escuela pública laica, sin clases de religión aunque sí del hecho religioso; retomar la asignatura de Educación para la Ciudadanía; pactar un estatuto del docente con un MIR; y evaluar a alumnos, pero también a profesores.

A estas medidas hay que añadir la batería de genéricas: consenso para una ley general de educación, fomentar las oportunidades en la escuela rural, hacer de las becas un derecho (sin ajustes de nota), ofrecer tasas universitarias asequibles, promover la gratuidad de los libros de texto y apostar por unas tareas extraescolares «adecuadas».

Ciudadanos

Gratuidad en los concertados. Ciudadanos tiene varias propuestas concretas: eliminar las tasas que cobran los colegios concertados; crear bancos de libros en todos los centros (que nutrirían los padres, no la Administración); aumentar los profesores de apoyo; bolsa de docentes para dar clase en casa a niños enfermos; crear un MIR para maestros; mantener las reválidas; y evaluar a los docentes para premiar a los mejores. Hay, por supuesto, medidas generales: fomentar la autonomía de los centros; revisar el sistema de repeticiones (sin explicar más); y conseguir que los alumnos terminen la secundaria posobligatoria hablando inglés con soltura.

Podemos

Enseñanza pública y gratuita. Apuestan por la educación pública, gratuita (libros incluidos), laica y sin deberes. Como medidas concretas, destacan la derogación de la Lomce y la limitación de los conciertos educativos (dejarán solo los necesarios); la educación gratuita desde los 0 años; «en la medida de lo posible», destinar el 5,6 % del PIB. Las ratios de alumnos por aula serán: 25 en primaria y secundaria, 30 en bachillerato, 15 en FP básica, 25 en FP y 10 en universidad. Y las escuelas rurales abrirán con 5 alumnos y cerrarán con menos de 3.

En general, abogan por una ley de consenso, reducir las horas de docencia, empoderar otra vez a los consejos escolares y apostar por el aprendizaje de las artes y la inteligencia emocional como vehículo didáctico.

Izquierda Unida

Suprimir los conciertos. El suelo público solo será para escuelas públicas, y de hecho proponen una supresión sucesiva de los conciertos educativos -inicialmente a los que discriminan por sexo-. La enseñanza, laica, será gratuita al cien por cien de los 0 a los 18 años (clases, comedor, transporte y libros). Para ello, habrá un aumento progresivo del porcentaje del PIB, hasta el 7 % en el 2020.