Rajoy asume que tendrá que llegar a acuerdos; Sánchez denuncia indefinición en los nuevos; y Rivera se deja querer
18 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.La campaña que acaba hoy ha estado marcada más por las especulaciones sobre futuros pactos poselectorales, los debates y la participación de los líderes en programas televisivos de entretenimiento que por las propuestas. El debate a cuatro y el cara a cara han sido puntos de inflexión muy importantes. Sobre todo para Pedro Sánchez, al que sus tres rivales dieron por acabado tras su intervención en el primero y que resurgió en el segundo. Los líderes de los cuatro principales partidos llegan al último día de campaña con sus estrategias muy perfiladas.
Mariano Rajoy se presenta como la garantía de que continúe la recuperación y la creación de empleo frente al peligro que representan sus bisoños adversarios. Siempre cauteloso, el presidente del Gobierno, tras alentar durante la primera fase de la campaña el fantasma del tripartito, lanzó un guiño a Albert Rivera hace unos días cuando apostó por un pacto de legislatura para asegurar la gobernabilidad. Ayer ni siquiera descartó una gran coalición con el PSOE.
El líder socialista se reivindica como la única alternativa real de cambio, por lo que ha pedido el voto útil, y ha jugado a fondo la carta de ir al choque frontal con Rajoy, al que considera responsable de la corrupción del PP y al que ha llegado a calificar como político no decente. Sánchez criticó ayer la «indefinición ideológica calculada» de las fuerzas emergentes. Su táctica ha sido situar a Podemos en la extrema izquierda y a Ciudadanos como una de las «dos derechas», que sin ninguna duda facilitará el Gobierno a Rajoy si tiene la oportunidad.
Tanto la formación naranja como la morada han tratado de desgastar a Sánchez para intentar pescar en su potencial electorado. Rivera ha descartado una y otra vez que vaya a votar a favor de la investidura de Rajoy o de Sánchez, pero ayer mismo dejó la puerta abierta a la abstención, que podría ser suficiente para que uno de los dos, más posiblemente el popular según las encuestas, fuera presidente. El candidato de Ciudadanos señaló ayer que no pondría una «lista de condiciones» para abstenerse en la investidura, lo que equivale a decir que no lo descarta. Está por ver, sin embargo, que PP y el partido de Rivera sumen mayoría absoluta y si, en caso contrario, la abstención sería suficiente. El precedente de las pasadas elecciones autonómicas es que siempre ha apoyado a los populares donde estos fueron la fuerza más votada.
Iglesias se hace moderado
Pablo Iglesias ha jugado la carta de la moderación en la campaña. Ha suavizado sus propuestas programáticas, pero sobre todo se ha presentado como un político dialogante, que incluso se permitió el lujo de pedir a sus rivales que rebajaran el tono en el debate a cuatro. Los términos que le encumbraron, como la casta o asaltar los cielos, han sido apartados
y también ha tratado de desvincularse de sus relaciones con el régimen venezolano en busca de los votos de centro-izquierda que disputa al PSOE y a Ciudadanos. Iglesias asegura que no pactará con los socialistas, pero los precedentes son que tras las elecciones de mayo llegó a acuerdos en casi todos los lugares donde fue posible con el partido de Sánchez.