Las primeras elecciones autonómicas del 20 de octubre de 1981, en plena transición, guardan un sorprendente parecido con el Parlamento plural que saldrá de estos comicios
09 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.A veces el tiempo pasa para volver al punto de partida. Las primeras elecciones autonómicas del 20 de octubre de 1981, en plena transición, guardan un sorprendente parecido con el Parlamento plural que, partido arriba partido abajo, saldrá de estos comicios, después de media docena de convocatorias con un tripartidismo afianzado. Alianza Popular ganó aquellas elecciones con 26 diputados, mientras que el favorito para hacerse con la victoria, una UCD trufada de galleguistas que en 1983 formarían Coalición Galega, solo logró 24, anticipando la descomposición que a nivel nacional se produciría poco después. Galicia, por primera vez -y no la última-, sirve de escenario de pruebas para los cambios políticos en el Estado.
Completaban el hemiciclo atípico -los diputados se reunían en el pazo de Xelmírez y se situaban frente a frente, como en el Parlamento británico, disposición que se mantendría en Fonseca- los socialistas del PSdeG (16), los nacionalistas del BNG-PSG (3) -expulsados por no acatar la Constitución-, el Partido Comunista de Galicia con Anxo Guerreiro y Esquerda Galega con Camilo Nogueira.
Apoyos desde el PSdG
Aquel Parlamento fragmentado era un fiel reflejo de la sociedad gallega posfranquista que, no obstante, como sucedió en el resto del país, buscó el acuerdo en vez del bloqueo. En una situación que podía eternizarse como sucede ahora en el Congreso, Xerardo Fernández Albor -que el miércoles cumplió 99 años- logró la investidura sumando a los suyos los votos de UCD. Lo curioso es que contó con el apoyo de tres galleguistas independientes que estaban integrados en el PSOE : Carlos Casares, Ramón Piñeiro y Benxamín Casal. «Creo que non votaron tanto á miña persoa como á institución que estaba a nacer e que nese momento eu representaba», escribió Albor en el libro Trinta anos do Parlamento de Galicia.
En aquel momento, los galleguistas impregnaban a los principales partidos. Adolfo Abel Vilela era uno de ellos, en este caso en las filas de Alianza Popular, con un «de Galicia» inteligentemente adosado a una marca con marchamo de centralista y reacia a las autonomías. Abel Vilela recuerda perfectamente el frío húmedo que hacía en el pazo de Xelmírez, que calentaban con un generador de los que se usan «para las granjas de pollos», y con unas sillas a modo de escaños «que nos había prestado el Ayuntamiento de Santiago».
Este exdiputado, que abandonó la política en 1987 para dedicarse a la docencia, cree que hay «muchas cosas» que separan aquel protoparlamento de las situaciones de bloqueo que se viven en la actualidad. Era una Cámara muy plural, pero eran conscientes de que la política «es el arte de lo posible». «Estábamos construyendo todo. No había nada y la mayoría nos llevábamos razonablemente bien. Sabíamos que debíamos escuchar a todo el mundo y consensuar».
En la mesa de edad que constituyó aquel primer Parlamento gallego, como diputado más joven, se sentó Mariano Rajoy con solo 26 años, con quien Adolfo Abel Vilela participó en la comisión para redactar el primer reglamento parlamentario.
El apoyo de UCD había sido un espejismo pragmático y pronto demostraron que su objetivo era derribar el Gobierno de Albor. Aunque al final fue el PSOE de Felipe González el que acabó con ellos solo un año después.