Rajoy saca pecho en los bastiones del PP

Xosé Vázquez Gago
Xosé Gago O CARBALLINO / LA VOZ

ELECCIONES 2016

Marta Clavero / Iñaki Grilo

El presidente alertó contra un gobierno «del PSOE, las Mareas, los amigos de las Mareas y de postre el BNG»

14 sep 2016 . Actualizado a las 10:52 h.

Superada la carretera que lleva a Avión, que tiene más curvas que el intestino de una ballena, a Mariano Rajoy le esperaban el alcalde y medio pueblo, todos vestidos de domingo. Le recibieron con coros: «Rajoooy, Rajoooy, Rajoooy», y él correspondió dejándose hacer fotos, besando y siendo besado, con mil palmaditas en la espalda. «É mais novo aquí que na tele», dijo una señora, y él, como para demostrarlo, recorrió el pueblo casi a paso legionario. Paró en el bar D.?F. Madrid y se tomó un cortado y un pincho de tortilla acompañado de José Manuel Baltar y los cargos del partido, con medio pueblo mirando a través de los plásticos de la terraza. Habló, recordó a los emigrantes y agradeció el cariño de la acogida. Nada raro, porque en Avión el PP tiene más del 88 % de los votos, y esta vez «sera el 90 %, ¿no?, que siempre hay que mejorar», dijo.

Esa fue la tónica de su ruta por la provincia de Ourense: fotos, selfies, ánimos, coros de «presidente, presidente» o «Rajoy, Rajoy» y besos, muchos besos. El presidente nunca torció la cara, pero les hizo «la cobra» una y otra vez a los periodistas, empeñados en que hablase de Rita Barberá. Al final del día lo único que había dicho a los micrófonos trataba sobre el debate del lunes: «Feijoo estuvo sublime».

En Ribadavia recorrió el casco histórico a todo trapo, rodeado de un nutrido dispositivo de seguridad, seguido por una corte de vecinos y periodistas. En la calle Banda la Lira, la camarera de un bar gritó «ya lo vi, ya lo vi» cuando pasó. Los paisanos vestidos de domingo se aceraron a darle ánimos: «Siga, usted siga, y gracias por todo», le dijo uno.

Entre la marabunta y la estrechez de las calles, tres señoras mayores casi acaban por los suelos cuando la seguridad apartó a los cámaras. «Eh, que si nos matan se quedan sin votos», dijo una de ellas entre la risa y el susto.

Fue de negocio en negocio. Frente a una tienda, dos turistas ingleses, mochileros de catálogo, preguntaron qué pasaba. Uno de los paisanos de domingo les explicó que estaba el presidente, pero ellos estaban más interesados en saber si la tienda era de judíos. «Eh, aquí, judíos aquí... Aquí los jodíos somos nosotros», contestó él riendo. Luego se fue a abrazar a Rajoy y más tarde felicitó muy serio a un chaval que se hizo una foto con el presidente: «Eso no es cualquier cosa, eso es de portada en Nueva York».

Cuando la comitiva enfilaba hacia la sede local del PP, una chica le gritó «corrupto, volve para Madrid» desde la distancia. No hizo ni caso. Todo lo demás fueron sonrisas y felicitaciones. Incluso una señora que pidió un papel para quejarse de su situación y de la falta de empleo juvenil, que afecta a su hija, bajó el tono de la misiva al verle en persona, y se mostró segura de que ganará el PP: «¿Quién va a ganar entonces, hombre, quién?».

Salió para Ourense. El dueño de un bar, viendo la multitud que se alejaba, lamentó que no hubiese parado allí. Dos parroquianos le replicaron: «¿Sabes por que non veu? As empanadillas son todo cebola, vanlle repetir».

Comió y descansó un poco en un hotel de la calle Celso Emilio Ferreiro. Cerca de las seis, paso legionario otra vez y lluvia de selfies, besos, fotos, palmadas y abrazos. Su presencia provocó un pequeño tumulto espontáneo junto al parque de San Lázaro. «Presidente, presidente, qué ilusión», gritó una señora con niña que corrió a saludarle. «¿Qué hará aquí, será por las elecciones?», preguntó una adolescente. «Ni idea», dijo su amiga mirando la foto que se acababan de hacer con él.

Acabó en O Carballiño, siendo el primer presidente del Gobierno que da un mitin en la localidad. En el mitin recordó que allí aprendió «a hablar», ya que pasó en la localidad sus primeros años, y un hermanamiento entre el pepino de Roquetas y el pulpo que presenció en la exaltación gastronómica local. Luego se puso serio. Prometió volver en el futuro y «como presidente». Acusó a Pedro Sánchez de bloquear el país, y advirtió que o gana el PP o habrá un gobierno «del PSOE, las Mareas, los amigos de las Mareas y de postre el BNG». Se acabaron los abrazos.