La investidura no colmó las expectativas de una jornada bautizada como histórica
06 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Todo transcurría en calma. El debate de investidura de Patxi López no estaba a la altura de las expectativas que había creado e invitados y diputados miraban con impaciencia el reloj después de más de siete horas de discursos. Hasta que Juan José Ibarretxe, en el último minuto de su última intervención, anunció que se iba. Primero fue un rumor de sorpresa y después una ovación cerrada de los nacionalistas en medio de la indiferencia de socialistas y populares.
La noticia fue lo único que alteró una jornada anodina. Es lo que tienen muchas jornadas históricas, que de tanto proclamar que lo son, luego, en el día de autos, no son para tanto. Así ocurrió en la investidura de Patxi López en el Parlamento vasco; ni asistió el medio millar de invitados esperado ni la calidad de los discursos estuvo a la altura de la historicidad de la jornada.
El debate transcurrió casi como un pleno normal, salvo por el ingente despliegue de seguridad -ertzainas, agentes municipales y policías nacionales proliferaban por cada esquina- y la brutal afluencia de medios de comunicación que tomaron, y es literal, las dependencias de la Cámara de Vitoria.
Por no haber, no hubo grescas ni intervenciones elevadas de tono pese a la cacareada trascendencia del momento. Todo discurrió por cauces casi florentinos. Tal era la calma chicha que la diputada socialista en el Congreso Elvira Cortajarena se despachó una breve siesta en la tribuna de invitados para solaz de algún gráfico.
La euforia solo se desbordó cuando la presidenta de la Cámara, Arantza Quiroga, anunció que Patxi López había sido investido lendakari. La alegría contenida en las tribunas se desembalsó y atronaron los gritos y aplausos reprimidos a lo largo de la jornada.
Invitados estelares
El presidente del PP, Mariano Rajoy, y el ministro de Fomento, José Blanco, fueron los invitados estelares, aunque solo acudieron para presenciar la sesión vespertina del debate. El líder opositor escuchó a su portavoz, Antonio Basagoiti, y al socialista José Antonio Pastor, y se fue. Blanco fue testigo de la retirada de Ibarretxe, se apresuró a valorarla y se abrazó con López tras la votación que certificó su investidura como primer lendakari no nacionalista en la historia de Euskadi. Además de Rajoy y el ministro de Fomento, pocas caras conocidas en la tribuna de invitados. Entre ellas, la secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, sentada junto a la esposa del nuevo lendakari, Begoña Gil, vestida de negro de los pies a la cabeza. Si dentro del Parlamento la expectación fue relativa, en los alrededores fue nula. Los vitorianos pasaban por las puertas de la Cámara como cualquier día. En los bares de las cercanías, ninguna televisión seguía el acontecimiento. Solo el que está situado frente al Parlamento tenía sintonizado el debate. ¿Interés por la política? No. El establecimiento servía de refugio a numerosos guardaespaldas que vigilaban el desarrollo del debate para ver cuándo tenían que salir en busca de sus protegidos.