El encarcelamiento de políticos catalanes del PSC y de CiU más la carrera de disputas internas en el PP generan sensación de crisis y disparan el hastío ciudadano
01 nov 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Vamos de mal en peor. Como cada lunes, se confiaba en que algún indicador semanal, económico o político, pudiera mejorar, después de un año con malas noticias. Pero en la economía, de momento, solo se recuperan otros -Estados Unidos y la locomotora alemana- y en política, que solo depende de nosotros, la decepción crece.
Termina hoy una de las peores semanas de los últimos años: la imagen de políticos catalanes del PSC y de Convergència entrando esposados en la cárcel con un saco de basura con sus pertenencias estremecía. Veremos en qué quedará judicialmente, pero ya han pagado la primera condena: la pena del telediario. Mientras, en el Partido Popular crecía el desconcierto en varios frentes: sigue el incendio en Valencia por las consecuencias de la trama corrupta Gürtel y la despiadada batalla por el poder en Madrid, en la caja de ahorros y en el PP regional, con graves desafíos a la dirección nacional.
Nombres relevantes están implicados en el episodio de la corrupción urbanística catalana. En prisión han ingresado dos exponentes de la guardia pretoriana pujolista -Macià Alavedra y Lluís Prenafeta- y acaso por ello la operación policial se bautizó como Pretoria. También el alcalde, del PSC, de Santa Coloma, ciudad de gran importancia demográfica, y un ex diputado, aunque es cierto que fue expulsado del partido en 1992 por mezclarse en asuntos poco claros. «No todos somos iguales», ha dicho el presidente Montilla.
Por fortuna es verdad, pero el denominado oasis catalán, en el que nada sucedía, se acabó. Llegó Garzón y mandó parar. Y de paso ha quedado en entredicho la Justicia catalana, que mantiene en la calle -con riesgo de fuga y de destrucción de pruebas- al ex presidente del Palau de la Música Félix Millet, acusado de desviar fondos por veinte millones de euros. «Aquí estamos, presenciando la caída del imperio romano», se lamentaba en Barcelona un integrante de la junta de Colegio de Arquitectos Técnicos. La decepción ciudadana es palpable y el riesgo de abstención -ya realmente muy alta en Cataluña- crece.
Entretanto, en el PP la carrera de relevos entre Madrid y Valencia para crear problemas a Rajoy prosigue. El lunes se arrancó Manuel Cobo, el número dos de Ruiz-Gallardón, con un ataque público sin precedentes a Esperanza Aguirre. Cuando parecía que se negociaba para encontrar una solución, dos días después, reaparece en Valencia Ricardo Costa sonriendo con Camps, que estaba a punto de nombrarlo consejero, se autoproclama secretario general y lo cesan desde Madrid. Al día siguiente, su hermano, el ex ministro Juan Costa, carga contra Rajoy y contra Camps. Manuel Pizarro vuelve a sus declaraciones de corte rural turolense y dice en Telemadrid que «el pastor tiene que ir delante y el rebaño detrás, y el secretario general que actúe de perro guardián». Y añade: «Si la procesión no sigue al líder, es que no es líder». Y de paso recuerda que Rodrigo Rato podría ser un buen presidente de Caja Madrid y también del Gobierno. Pero lo sigue el propio Aznar lanzando la peor carga contra Rajoy: «Hace falta un líder y no varios, un proyecto y no varios». Todo el mundo mira a Rajoy y este, acorralado, los remite a todos al martes próximo porque se van a enterar. O no.
Por suerte para Mariano, su secretaria general, María Dolores de Cospedal, da la cara por él. Negocia con Esperanza Aguirre la solución para Caja Madrid, cesa a quien desafía al jefe y replica a Aznar advirtiendo que el PP ya tiene un líder, Rajoy, y un solo programa. Y se atreve a algo más: conecta con las descorazonadas bases del partido y pide perdón por el espectáculo, «que no se merecen ni nuestros militantes ni los españoles». Han sido las únicas declaraciones sensatas en esta semana de despropósitos.
Sin duda, entre unas cosas y otras, una semana trágica para la política española, la valenciana y la catalana en particular, con un sentimiento popular de hastío no solo en el electorado, sino incluso en los candidatos. Como han adelantado los presidentes de Castilla y León y de Murcia, si esto sigue así, no se presentarán. Entre unos y otros, una tragedia.