Esperanza Aguirre se ha vuelto a adelantar al presidente de su partido y a dejarlo en evidencia. Ahora ha sido su campaña contra el incremento del IVA, que ha oscurecido la iniciativa de Soraya Sáenz de Santamaría para forzar una votación de rechazo el martes en el Congreso. El enfado del marianismo es patente, aunque en público sus exponentes estén obligados a morderse la lengua. Rajoy no pudo más que apoyar la campaña, aunque con la boca pequeña y dejando claro que la oposición a la subida es una bandera de todo el PP, no de Aguirre.
La semana pasada fue su respuesta al Parlamento catalán proponiendo que la fiesta de los toros sea declarada bien de interés cultural lo que le valió varias primeras en los diarios, a lo que luego se sumaron otras comunidades del PP como Valencia y Murcia. Antes fue su órdago al pedir un Gobierno de coalición con los socialistas, con Cristóbal Montoro y Javier Arenas como ministros de Economía y Trabajo, respectivamente, o su exigencia de elecciones anticipadas. Todo ello sin conocimiento de un Mariano Rajoy que parece en fuera de juego.
Aguirre trató de disputar el liderazgo del PP a Rajoy tras la segunda derrota electoral de este. Lo criticó, pero comprobó que no tenía apoyos suficientes más allá de su feudo madrileño y tuvo que arrojar la toalla. Recientemente dijo que fue un «verso suelto», pero que ya no lo es, dando a entender que había proclamado una tregua.
Pero hace ya tiempo que la lideresa está haciendo oposición a Zapatero desde la Comunidad de Madrid. Y de una forma mucho más contundente que Rajoy, con mayor oportunismo político y buenas dosis de populismo. El ámbito autonómico se le ha quedado pequeño cuando se acerca al final de su segundo mandato y aspira a un tercero. Basta ver los informativos de Telemadrid, que controla con mano de hierro, para ver la batalla ideológica que ha planteado contra el presidente del Gobierno.