El penúltimo capítulo del culebrón judicial del caso Garzón concluía la pasada semana con la recusación de Luciano Varela como instructor de la causa derivada de la primera de las tres abiertas hasta la fecha en el Supremo contra el hasta ahora titular del Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional.
La nueva entrega, la de ayer, presenta como principal novedad la admisión a trámite de la recusación por parte del instructor, que la podía haber rechazado de plano.
¿Qué ha cambiado? Hay quien entiende que es un tanto a favor del imputado, ya que implica que, al menos temporalmente, Luciano Varela se aparta de la causa y abre la posibilidad de que lo sustituya otro magistrado designado por la sala y la encarrile por otros derroteros.
Según otros, en la práctica solo servirá para dilatar el proceso en marcha unos 20 días y para retrasar la suspensión provisional de Garzón. Son los que están convencidos de que la recusación será rechazada con el informe favorable del fiscal, con lo que consideran que el instructor saldrá reforzado porque, en realidad, no había motivos de recusación.
Los defensores de esta tesis entienden que la providencia de Luciano Varela instando a Falange Española y a Manos Limpias a que corrigiesen sus escritos de acusación responde a un «alarde jurídico» que solo tenía por objeto depurarlos de la carga ideológica que tenían y que los originales contienen hechos suficientemente válidos como para decretar la apertura de juicio oral.
¿Quién politiza?
Son los mismos que sostienen que, en realidad, quien ha politizado esta causa ha sido el imputado, que ha planteado su estrategia de defensa como «una cruzada» en la que están todos contra él.
Los que ven así las cosas añaden que Luciano Varela podía haber rechazado de plano la recusación alegando que era «fraudulenta», pero no niegan que esa estrategia lo comprometía mucho más que pasando la pelota a la Sala de lo Penal. Recuerdan que eso es lo que ha hecho el propio Garzón cada vez que ha sido recusado como instructor.