La sinécdoque es una potente figura retórica que recurre a la parte para referirse al todo. Su fuerza persuasiva deriva de su simplicidad, al reducir la complejidad del conjunto eliminando todo lo que no interesa o estorba, y de la complicidad que requiere del destinatario para completar el mensaje. Pero persuadir es a menudo engañar mistificando la realidad de forma interesada. Y de todo esto hubo en abundancia en el histórico pleno de ayer. Empezando por el descaro del diputado de Amaiur al desacreditar al rey tildándolo de heredero de Franco. Que quien ha vivido a la sombra de ETA aluda a las torturas del franquismo es un sarcasmo difícil de digerir. ¿O avala los intentos de silenciar a quienes lo votan apelando a la herencia etarra?
Cada uno ve lo que le interesa. Como el atrincheramiento de Rajoy tras la Constitución. Tiene razón al resaltar la normalidad del proceso sucesorio en cumplimiento de lo previsto en la Carta Magna. Pero no tiene el mismo pudor con reformas y recortes que fuerzan todas sus costuras. La realidad a veces se desborda y pretender usar la Constitución como dique es un error que a la larga puede traer consecuencia fatales. La necesidad de abordar su reforma se hace cada día más acuciante. Pero ni ayer era ese el debate ni así se lo plantean quienes usan la república como banderín para otras batallas. Avivar el malestar social para cargar contra la monarquía es manipular la realidad. La forma del Estado nada tiene que ver con las políticas que han llevado al desafecto, aunque los escándalos que salpican a la Zarzuela hayan contribuido. Más democracia no es votar cada día sobre lo que no nos gusta. Eso es arbitrariedad. La Constitución es un todo que no puede parcelarse a medida y que se puede modificar, sí, pero según sus procedimientos y desde una visión de conjunto. El pacto constitucional no es una cosa del pasado, aunque haya que revitalizarlo. En eso tiene razón Rubalcaba. Pero flaco favor hace a esa causa cuando acto seguido se siente obligado a mentar el republicanismo del partido para excusar su voto. De esa indefinición mal digerida nacen muchos de los males actuales del PSOE.