Patxi López volvió a perder el control en el día de la marmota

Gonzalo Bareño Canosa
G. Bareño MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

Javier Lizón | EFE

Un debate reiterativo y cansino que ni siquiera levantó un Iglesias en modo club de la comedia

05 mar 2016 . Actualizado a las 09:36 h.

Todo iba bien. Menos gritos, menos bronca, menos insultos. Y, sobre todo, menos cal viva. Ni siquiera había habido demasiadas alusiones despectivas ni sarcasmos hirientes. La cosa transcurría de un modo mucho más sereno en lo formal y civilizado en lo político que el pasado miércoles. Pero, al final, como si a sus señorías les diera vergüenza dejar aquello con semejante demostración de buenas formas, se volvió a liar. El presidente del Congreso, Patxi López, que empieza a darse cuenta del berenjenal en el que se ha metido, volvió a demostrar su incapacidad para controlar los debates y sudó tinta para poner orden entre unos diputados que se empeñaban en rebelarse y en intervenir por supuestas alusiones.

«¡No tienen la palabra, y menos de dos en dos!», les gritaba el atribulado López a los portavoces de ERC Joan Tardá y Gabriel Rufián, que se desgañitaban reclamando su derecho a contestar. Gritaba indignado el portavoz del PP, Rafael Hernando, acusando de partidismo a López por haber dado la palabra al diputado de Ciudadanos Juan Carlos Girauta, quien a su vez la había pedido para responder a Rufián, que había acusado a Ciudadanos de no condenar el franquismo. En fin, toda una comedia de enredo que a López se le fue de las manos y que costó sofocar para dar paso a la votación.

Pasado el incendio, y sosegados los ardores guerreros de sus señorías, volvió el muermo con la llamada uno a uno por su nombre de los diputados para votar. La sensación del día de la marmota que suponía ver a los mismos actores representando el mismo espectáculo 48 horas después del estreno, solo se vio aliviada por la brevedad de los discursos, declamados en algunas ocasiones sin demasiadas ganas y como esperando que todo terminara cuanto antes. Pedro Sánchez parecía que ni siquiera se había cambiado de traje y de corbata. Iglesias, sin embargo, se presentó con una llamativa camisa roja que hizo temer lo peor a algunos diputados de la derecha.

Pero si el miércoles el líder de Podemos optó por el tremendismo y el exceso, ayer se puso en modo club de la comedia. Se gustó con sus chascarrillos a costa de los supuestos amoríos entre la diputada del PP Andrea Levy y el de Podemos Miguel Vila que le sirvieron para hacer una oferta de acercamiento al líder del PSOE. «Solo quedamos tu y yo», le dijo. El éxito de sus gracias en una sala con 350 diputados más dispuestos a sacarse las tripas entre sí que a reír chistes ajenos fue discreto. Solo el ministro Luis de Guindos, deseoso de que se forme Gobierno de una vez para volver a cobrar en la empresa privada un sueldo decente según sus parámetros, se reía a mandíbula batiente.

La jornada sirvió también para descubrir al diputado de ERC Gabriel Rufián, quien en lugar de ir al grano en los cinco minutos que le correspondían, se dedicó a relatar en tono cansino y casi inaudible la historia de su familia «charnega» hasta que Patxi López le cortó el micrófono, porque si no todavía sigue en la tribuna. Nadie entendió muy bien qué pretendía.