Los soberanistas perderían la mayoría en el Parlamento autonómico si se celebraran unas nuevas elecciones
22 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.La catalanes que apoyan la independencia no solo son una minoría, sino que cada vez son menos. A poco más de dos meses del 1 de octubre, fecha anunciada para la celebración de un referendo de secesión expresamente prohibido por el Tribunal Constitucional, el apoyo a la independencia ha caído de hecho a su nivel más bajo desde el año 2012, cuando se puso en marcha el proceso soberanista. Solo un 41,1 % de los catalanes están a favor de la independencia de Cataluña, frente a un 49,4 % que rechazan que la comunidad autónoma se convierta en un Estado independiente, según los datos del barómetro del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat (CEO), correspondiente al mes de julio.
Esa diferencia de 8,3 puntos a favor de quienes rechazan la independencia es la mayor de toda la serie estadística desde que comenzó el proceso. La cercanía de la fecha elegida por los secesionistas para celebrar la consulta tiene un efecto disuasorio entre los partidarios de separarse de España. El pasado mes de marzo, los que apoyaban la independencia eran un 44,3 %, lo que supone una caída de 3,3 puntos en solo tres meses. Por el contrario, en ese mismo período el porcentaje de los que rechazan la independencia ha crecido desde el 48,5 % de marzo al 49,4 %.
En lo que afecta a la forma preferida de organización política para Cataluña, los que se decantan por un Estado independiente son aún menos, ya que solo un 34,7 % escogen esa opción. Entre la amplia mayoría de catalanes que rechazan esa posibilidad, un 30,5 % quieren que Cataluña siga siendo una autonomía y otro 21,7 % apoyan que sea un Estado dentro de una España federal.
Un 67,5 %, dispuesto a votar
En caso de que el referendo se llegara a celebrar, la mayoría de los que se declaran dispuestos a participar en esa consulta son independentistas. Un 67,5 % de los catalanes declaran que votarían en el referendo. De ellos, un 62,4 % lo harían a favor de la independencia, frente a un 37,6 % que escogerían la papeleta del no. Entre los que declaran que votarán sí, el principal argumento para hacerlo es el de «aumentar la capacidad de gestión y el nivel de autonomía», con un 26,2 %. Y entre los que votarían no, la justificación mayoritaria, con un (51 %), es la de preservar la unidad de España (51,1 %).
Pero el sondeo elaborado por el CIS catalán arroja también datos muy negativos para Junts pel Sí, la coalición que agrupa al PDECat del presidente Carles Puigdemont y a ERC, y para la CUP, únicas fuerzas que apoyan la independencia de Cataluña. En caso de que se celebraran ahora unas nuevas elecciones, los secesionistas perderían la mayoría de la que disfrutan en el Parlamento autonómico.
Junts pel Sí obtendría una horquilla de entre 60 y 63 diputados, lo que en el peor de los casos implicaría perder tres de los 62 escaños que tiene ahora. Pero las cosas le irían incluso peor a los antisistema de la CUP, que perderían entre dos y cuatro de sus actuales diez escaños. Unos datos que harían perder a los partidarios de la independencia la mayoría parlamentaria.
Ciudadanos mantendría su posición de segunda fuerza política en Cataluña, aunque caería también desde los 25 escaños actuales a una horquilla de entre 20 y 22 diputados. Los partidos que, por el contrario, aumentarían su representación serían el PSC, Catalunya Sí que es Pot y el PP. Los socialistas podrían disputarle incluso el liderazgo de la oposición a los de Albert Rivera, ya que obtendrían una horquilla de entre 17 y 20 diputados. La formación en la que se integra Podemos crecería de los 11 escaños actuales a entre 15 y 17, y el PP, que actualmente tiene 11, conseguiría entre 11 y 13.
La hora de la verdad hace moverse a los ciudadanos y también al Gobierno
G. B.
El entusiasmo de los catalanes por la independencia flaquea a medida que se acerca la fecha de un referendo que, de llegar a celebrarse, podría convertir en realidad lo que hasta ahora era simplemente un desafío. Son muchos los ciudadanos que han planteado hasta ahora su respaldo a la secesión más como una forma de protesta frente a un Estado español por el que se sienten maltratados, que como una opción realista de futuro. Y, por el contrario, la cercanía de la hora de la verdad hace que muchos de los que hasta ahora se han mostrado indiferentes ante ese debate se posicionen claramente en contra de la independencia. Pero, además de en las preferencias de los ciudadanos de Cataluña, la proximidad del 1-O influye también en el Gobierno de Mariano Rajoy, que, tras un largo período en el que ha optado por la inacción como muestra de serenidad ante las provocaciones de los independentistas, se ve obligado ahora a moverse para impedir que los secesionistas acaben saliéndose con la suya mediante una política de hechos consumados. La maquinaria judicial contra el referendo está preparada para frenar la consulta, pero el paso dado por el Gobierno al anunciar que cerrará el grifo del crédito a Cataluña si la Generalitat si gasta fondos públicos en el referendo y la promoción de la independencia supone un punto de inflexión con el que las cartas empiezan a ponerse boca arriba.