Los expertos creen que Sánchez e Iglesias escenifican sus discrepancias y que la institución no está en riesgo
14 dic 2020 . Actualizado a las 08:43 h.La Fiscalía del Tribunal Supremo mantiene abierta la investigación sobre Juan Carlos I para comprobar si su regularización fiscal voluntaria es válida. Por su parte, Unidas Podemos pide la creación de una comisión de investigación en el Congreso sobre el uso de las tarjetas opacas del rey emérito, al tiempo que difunde un polémico vídeo sobre el monarca con música de fondo de la serie Narcos. Estos son los últimos episodios en torno al caso que afecta al exjefe del Estado. Los expertos consultados por la Voz analizan sus consecuencias.
EFECTOS POLÍTICOS
Elemento distorsionador. «Es un elemento distorsionador del debate político, que ya está bastante tenso», asegura Santiago Martínez. El consultor político considera que habrá disensiones en el Gobierno, pero no cree que sean «demasiado trascendentales», sino más bien «una escenificación tácita de posturas un tanto enfrentadas para justificar, sobre todo, por parte de Iglesias, su posición republicana ante su base electoral». Estima que «más allá de esa representación», no prevé que «vaya a haber exigencias o líneas rojas que puedan tensar la acción de gobierno». Señala que «a ninguno de los dos les interesa abrir otro frente, que movilizaría el apoyo electoral a la oposición y le daría alas; Iglesias sabe que no debe tensar la cuerda ahora».
Para Carlos Barrera, «inevitablemente generará tensiones internas en el Gobierno y externas en la medida que todo el mundo conoce que a Iglesias no le importa airearlas en público». Pero no ve «viable una ruptura entre ambos porque hay algo más importante que les une, como se ha demostrado ya varias veces, el poder, y no creo que piensen arriesgarse a abandonarlo».
El gobierno
Sánchez se agarra al pacto constitucional. Magda Gregori sostiene que «este escándalo no tiene justificación y comporta inevitablemente distintas consecuencias políticas». En su opinión, «la coalición de Gobierno deberá hacer muchos equilibrios para evitar que la monarquía provoque una ruptura». Aunque «Sánchez y Iglesias no esconden que sus posiciones son distintas y son conocidas las discrepancias que han provocado tensiones en el propio Consejo de Ministros, el presidente se agarra al pacto constitucional para evitar que se generen grandes turbulencias al Ejecutivo». «Sánchez e Iglesias han llegado a un acuerdo, diferenciando la posición de cada partido con la del Gobierno, que ha decidido separar las andanzas del emérito de la institución, algo difícil de mantener de cara a la opinión pública», afirma José García Abad.
La monarquía
Daño en su reputación. Causará, según Barrera, «cierto daño reputacional, es inevitable dados la naturaleza y el cariz de los acontecimientos». Señala que «aunque no afecte directamente al rey Felipe VI, en el imaginario popular la percepción sobre la credibilidad y confianza en la monarquía se verá dañada, al menos temporalmente». «Desde el punto de vista constitucional o jurídico, habrá cada vez más voces abogando por la necesidad de aprobar una legislación sobre la Corona, adaptada a los nuevos tiempos, y también crecerá la presión para que la Zarzuela dé pasos, de hecho y de derecho, para contribuir a esa adaptación y que no se vea como una reacción a la defensiva o a remolque de los acontecimientos», añade. No cree que la monarquía corra peligro, mientras «el PSOE siga mostrando institucionalmente su lealtad a la forma de Estado prevista en la Constitución». Asegura que «Sánchez es sabedor de que introducir un elemento más de inestabilidad institucional no es conveniente para él en estos momentos».
Xavier Arbós estima que la monarquía se ve afectada «por el desprestigio a la institución» y cree que «si la Justicia no determina claramente que la inmunidad del rey no le otorga impunidad por sus comportamientos privados, la opinión pública puede temer que el rey actual actúe como su padre». Para García Abad, los escándalos de Juan Carlos I afectan a la monarquía «de forma muy negativa» y recuerda que en España había «más juancarlistas que monárquicos». Y concluye: «La institución ha perdido un mito».
«La percepción que puedan tener los ciudadanos sobre la monarquía se ha visto afectada, pero, a efectos prácticos, los mecanismos siguen funcionando, ya que el papel del rey, ahora Felipe VI, y sus atribuciones figuran en la Constitución», afirma Pilar Eyre. La autora de Yo, el Rey cree que la monarquía «se ha acercado a la línea roja, pero la actitud de Felipe VI y el apoyo, al menos aparente, de los socialistas, la ha alejado del precipicio, de momento».
Alejarse de su padre para afianzarse
¿Qué debería hacer Felipe VI para que las irregularidades cometidas por su padre no afecten a la Corona? «Hasta ahora su estrategia al respecto de los casos de corrupción aflorados en su entorno familiar próximo ha sido la de apartarse y no dejarse contaminar, poniendo cortafuegos con los implicados», señala Barrera. «La pregunta es si con eso basta para mantener el prestigio de la monarquía», añade. Aunque «no está implicado ni parece haber indicios de que lo vaya a estar, debería ser más valiente aún y transformarse en el principal activador de los cambios necesarios para minimizar el daño reputacional indirectamente causado por la conducta del rey emérito». Arbós destaca que «a Felipe VI no se le reprocha nada similar a lo que se reprocha a su padre». Pero cree que «en el discurso de fin de año, debería anunciar que renuncia a la inmunidad de sus actos privados». García Abad asegura que tiene que ir «con mucho cuidado, extremando la transparencia y distanciándose efectivamente del emérito para lo que tiene una buena oportunidad en su mensaje de Navidad». En su opinión, «debe actuar, de común acuerdo con el presidente del Gobierno, para ir refundando la monarquía en el día a día». Para Eyre, debe actuar «como lo está haciendo, alejarse de su padre y demostrar que su forma de reinar es diferente». Esto «puede tener para él un alto coste personal, pero podría ser su 23 F, su forma de afianzarse en el trono; como decía su abuelo, ‘la institución ante todo´, por encima de los afectos filiales».