La Administración catalana inicia la retirada de su sede central de algunos murales, de los años 20 del siglo pasado, que vinculan la comunidad con España
29 abr 2023 . Actualizado a las 17:44 h.La sala Sant Jordi, el espacio más solemne del Palau de la Generalitat, «se independiza» de España. Este salón, que es donde, por ejemplo, toman posesión los nuevos consejeros del Govern o donde Carles Puigdemont presentó su consejo para la república, inicia estos días —el 2 de mayo— las obras para retirar algunos murales que cubren sus paredes y su bóveda.
Son pinturas que expertos en patrimonio han concluido que no tienen demasiado valor artístico y además no guardan ninguna conexión con el estilo renacentista de estas dependencias del palacio. Estas pinturas son del siglo XX, encargadas durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera cuando el actual Palau de la Generalitat era la sede de la Diputación Provincial. La idea de retirar los murales no parte del actual Govern.
Ya en época de Jordi Pujol empezaron a darle vueltas. Fue bajo la presidencia de Quim Torra, en lo más agudo del procés, cuando se tomó la decisión de quitar las pinturas y ha sido Pere Aragonès quien está ejecutando las obras. Se quiere dejar la estancia tal y como estaba en 1616 y, de paso, borrar el pasado español.
Y es que, algunas de las obras —son más de 24 grandes murales y 45 pequeños— plasman una lectura de la vinculación de Cataluña con la Historia de España. Así, uno de los murales centrales es que el narra el recibimiento que hicieron los Reyes Católicos a Colón en Barcelona a su regreso de América. Un acontecimiento que, por cierto, se produjo en la plaza del Rey, a escasos cien metros de la plaza Sant Jaume, donde está el Palau de la Generalitat.
De hecho, hace una década hubo polémica porque el Museo de Historia de Barcelona, dependiente del Ayuntamiento, denegó el permiso para el rodaje de la serie Isabel en esta histórica plaza. El motivo fue que la producción de TVE «mitificaba la realidad histórica». Otro de los murales que pasará a mejor vida —todos ellos se guardarán en un almacén— hace referencia a la batalla de Lepanto y hay un tercero que recrea el Compromiso de Caspe (aragoneses, catalanes y valencianos eligieron rey a Fernando I de Aragón, abuelo de Fernando el Católico).
Los trabajos se prolongarán durante 16 meses y tienen un coste de dos millones. Eduard Riu Barrera, historiador y miembro de la comisión de expertos que en el 2019 recomendó su retirada, dijo entonces que las pinturas no son artísticas, sino «ideológicas» y muy «connotadas». El catedrático de Historia del arte Marià Carbonell escribió en el 2015 dos volúmenes para el Govern sobre el arte en el Palau de la Generalitat y concluía que lo que hay en esa obras es una «exaltación de la unidad histórica, política y religiosa de la nación española» (incluida Cataluña).
Y eso es lo que más chirría a los dirigentes nacionalistas catalanes. «La decoración actual del salón de Sant Jordi es una herencia de la Diputación 'primoriverista'», afirmaba en el libro.
340.000 pesetas y un año de ejecución
Las obras son de 1926. Las pintaron 13 artistas. El presupuesto fue de 340.000 pesetas (2.043 euros) y un año de ejecución. La mayoría eran autores locales como Vázquez, Barrau, Vidal-Quadras, Cabanyes, Utrillo, Borrell, Triadó, Garcés, Mongrell, Xiró, Galofre, Mas, Mestres y Baixeras. Las pinturas taparon otras que estaba realizando el uruguayo Torres García, que tiene su propia sala actualmente en el Palau.
Según señaló este experto en su informe, la idea conceptual del conjunto artístico que ahora se está retirando quedó sintetizada en una frase que presidía la cúpula, que ya fue borrada hace años: «Por Dios y por España, un alma sola, un solo corazón». Recuerda a su parecer al «Dios, patria, rey» de los carlistas. «Las pinturas que llenan los muros traducen en imágenes una historia españolizada de Cataluña», criticaba.
A su juicio, el recorrido histórico de estos murales sitúa el punto de partida del «proyecto político común» español en la batalla de Las Navas de Tolosa, sigue con la conquista de Mallorca, las Cortes de Monzón, Caspe, los Reyes Católicos, la reunión del Toisón de oro de la catedral de Barcelona presidida por Carlos V, Lepanto y la batalla del Bruc.
Esta no es la primera vez que se borran referencias españolistas en la plaza Sant Jaume. Bajo mandato de Xavier Trias en el Ayuntamiento de Barcelona (2015-2019), el equipo municipal mandó tapar una placa en bajorrelieve en la fachada del consistorio —el Palau de la Generalitat y el Ayuntamiento están en la misma plaza—, que recordaba el antiguo nombre de la plaza: Plaza de la Constitución (de 1837).
En su lugar, colocó encima un escudo de la ciudad y la inscripción «Ajuntament de Barcelona». Así se ha quedado desde entonces. También se ha iniciado desde hace años un proceso para «desborbonizar» la ciudad y cambiar el nombre de enclaves muy populares de la ciudad condal como el paseo Juan de Borbón, la avenida María Cristina, la calle Princesa, el paseo Isabel II, la avenida Carlos III, el palacio Real o el de Victoria Eugenia.