El futuro de los hermanos: un máximo de cinco años de reclusión para el mayor y el menor podría volver con su padre
ESPAÑA
Tras confesar el asesinato de su madre, se enfrentan a un futuro tan incierto para ellos como difícil para su padre, que tendrá que decidir si los acoge o se desentiende de ellos
09 feb 2024 . Actualizado a las 16:41 h.Tras su detención como presuntos autores del asesinato de su madre adoptiva en Castro-Urdiales (Cantabria), los hermanos de 13 y 15 años de edad se enfrentan a un futuro tan incierto para ellos como difícil para su padre, que tendrá que decidir si los acoge o se desentiende de ellos por haber matado a su esposa.
El de 13 años es inimputable, porque solo los mayores de 14 tienen responsabilidades penales. No tendrá, por tanto, que cumplir ninguna pena. Tras el crimen, ha ingresado en un centro de acogida de menores y ahora será su padre adoptivo el que tendrá que tomar la decisión de si, como tutor legal de él que sigue siendo, lo vuelve a acoger en la familia y le permite retornar a casa. No será fácil para él tras saber que es, junto a su hermano, sospechoso de matar a su mujer y simular un secuestro para tratar de ocultar lo sucedido.
El de 15 años, para el que la Fiscalía de Menores solicitó como medida cautelar su internamiento en régimen cerrado durante seis meses, se encuentra ya ingresado en el Centro Socio-Educativo Juvenil de Parayas. La medida es prorrogable durante otros tres meses, tiempo en el que la instrucción debería haber avanzado lo suficiente como para saber cuándo se celebraría el juicio. La pena máxima a la que se enfrenta es de cinco años de reclusión en una entidad para menores.
Dos hermanos «tímidos»
Los dos hermanos llegaron a España cuando tenían dos y cuatro años. Vivieron unos primeros años «muy duros», explican fuentes de su entorno, que insisten en que los chicos nunca «han sido muy habladores». Son «más bien cerrados», de esas personas que tienden a no exteriorizar sus sentimientos. Solo hablaban de cosas dolorosas «entre ellos» y con sus amigos «más cercanos». A estos chavales, algunos de ellos compañeros de clase, era a los que les decían que las cosas en casa «no estaban bien».
E. y J., de 13 y 15 años, respectivamente, estudian segundo y cuarto de la ESO en el colegio Menéndez Pelayo, situado en el barrio de La Loma. Lo primero que hacían al llegar a este centro concertado era rezar. Era algo habitual para ellos. Su madre, catequista desde hacía tres años en la parroquia de Castro, insistía mucho en su formación religiosa. De hecho, iban a misa todos los domingos. Y, a veces, salían a leer durante las ceremonias, relata el párroco, que insiste en que jamás vio a los jóvenes poner una mala cara o quejarse por tener que ir a misa.
Acudir a actividades religiosas era, de hecho, una de las cosas que más hacían los hermanos. Sus compañeros de clase explican que «nunca han salido mucho de casa» y que, al principio, «el mayor no decía nada o daba excusas cuando le decíamos para quedar, pero últimamente se quejaba del control que tenían en casa», añade un alumno.
Este mismo chico relata que los hermanos sacaban buenas notas. En el centro educativo han confirmado que los chavales tenían un buen expediente académico y nunca habían dado problemas en clase. Un detalle al que también hizo referencia ayer la alcaldesa de Castro-Urdiales, Susana Herrán, que los calificó como «excelentes académicamente» y con «una personalidad acorde a la edad que tienen».
Los que les conocen dicen que en los últimos meses habían notado un cambio en la actitud de los chicos, sobre todo en el mayor. Apuntan que cada vez tenían menos reparos a la hora de hablar de lo que les pasaba, de las «constantes» discusiones con su madre y de que les regañaban con mucha frecuencia ya fuese por las notas, la alimentación u otros motivos.
El mayor también había empezado a hablar de que eran adoptados. Lo hacía con unas pocas personas de su círculo más cercano, a los que había contado que no tenía apenas recuerdos de sus primeros años de vida, pero que tenía cada vez «más conciencia» de que lo que había sufrido cuando estaba en Rusia «no era justo». «Es posible que le provocase sentimientos encontrados», reflexiona la madre de uno de sus amigos.