«En Galicia no son posibles esas descargas intensas de lluvia»

María Viñas Sanmartín
maría viñas REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

xoan a. soler

Tras el desastre de la dana en Valencia, Juan Taboada, coordinador de MeteoGalicia, advierte de que aquí lo que más debe preocuparnos son las borrascas invernales

31 oct 2024 . Actualizado a las 16:33 h.

Descarta Juan Taboada, coordinador de MeteoGalicia, que algo como lo que ha pasado en la Comunidad Valenciana pueda pasar aquí, en esta esquina noroeste del mapa. «En principio, entendemos que no, porque para que una dana descargue con tal intensidad debe haber aire frío en altura, lo que en Galicia perfectamente se puede dar, pero también mucha humedad, y probablemente nunca vamos a tener la cantidad de humedad que pueden llegar a tener en la zona del Mediterráneo», explica.

—Pero aquí tenemos la humedad del Atlántico.

—Sí, pero el Atlántico es un océano que está bastante más frío y, por lo tanto, su capacidad de evaporación siempre va a ser menor. Así que, por el momento, en Galicia no existe la posibilidad de esas descargas de lluvia tan intensas. Podemos tener otros fenómenos extremos puntuales y pueden llegar ríos atmosféricos cargados de humedad, pero no serán tan intensos como lo que hemos visto este martes y la madrugada del miércoles en el Mediterráneo.

—¿Qué tipo de fenómenos extremos podrían darse en Galicia?

—Aquí realmente lo que más nos tiene que preocupar son las borrascas invernales, esas borrascas profundas, muy activas, que puedan pasar cerca de la comunidad y que provoquen temporales de viento y de lluvia, pero de lluvia que sucede de manera diferente. No es una lluvia torrencial puntual, como la de Valencia, sino persistente, generalizada, de fuerte intensidad. Son temporales que también provocan avisos muy importantes siempre en el mar. Esos son los fenómenos meteorológicos que en Galicia pueden llegar a provocar más daños. Luego, en verano, puede haber alguna situación de tormentas; hace un par de años tuvimos un sistema convectivo de mesoescala. Siempre hay tormentas puntuales que también provocan daños, pero, insisto, el fenómeno meteorológico extremo más recurrente en Galicia son y seguirán siendo las borrascas profundas de invierno.

—Cataluña activó ayer a mediodía la alerta roja por granizo y posibles tornados.

—El granizo demuestra que son lluvias convectivas, que caen de nubes con evolución vertical: entre la base y la parte alta hay kilómetros, y es ahí dentro es donde se forma el granizo. En el peor de los casos puede llegar a haber tornados, que también se vieron el martes en la zona de Valencia.

—Y en Galicia, ¿podrían llegar a formarse esos tornados?

—Más que tornados, en Galicia solemos tener mangas marinas, porque para que se llegue a desarrollar un tornado tiene que haber un cumulonimbo, además de vertical, muy extenso horizontalmente, y es difícil que en Galicia, donde apenas hay llanura, se lleguen a formar estas nubes tan horizontales. Cuando pasa, suele pasar en el mar, y lo llamamos manga marina. A veces entran en tierra, pero no suelen tener mucha intensidad. Esto no descarta que pueda haber algún fenómeno de este tipo en el interior si hay mucha inestabilidad, asociado a tormentas fuertes, pero no es un riesgo muy frecuente.

—El impacto de la borrasca en el Mediterráneo era «difícil de predecir», pero ¿podrían haberse activado antes las alarmas?

—La previsión estaba. Cuando se da un aviso rojo hay que tener en cuenta que es un fenómeno absolutamente excepcional. Pensemos, por ejemplo, en el huracán el Kirk, que vivimos hace nada aquí en Galicia. Pues fue un aviso naranja, no llegó a ser rojo. Ahora habrá que estudiar a posteriori si esa previsión fue ajustada en todos los lugares o no.

—¿Debería repensarse el sistema de alertas?

—Aquí, en Galicia, es un sistema que en principio funciona, funcionó con el Kirk. Los avisos se dan en función de las previsiones y siempre puede haber alguna incertidumbre, pero en general, está bastante bien dimensionado, con sus tres niveles para los diferentes parámetros de distintas zonas. Y luego está la parte de la comunicación, comunicar bien los avisos, para que la población tome las medidas oportunas.

Los expertos creen que un aviso rojo no comunica el impacto ni lo que debe hacer la gente

Los efectos devastadores provocados por la dana situada sobre el este y el sur peninsular son para los expertos climatólogos una llamada de atención. «En un contexto de cambio climático, este tipo de fenómenos de precipitaciones intensas van a ser cada vez más frecuentes, más intensos y, por lo tanto, más destructivos», advierte a la agencia informativa científica SMC Ernesto Rodríguez Camino, meteorólogo superior del Estado y miembro de la Asociación Meteorológica Española. Que este en particular esté efectivamente asociado al cambio de los patrones climáticos es algo, agrega, que se determinará a posteriori, en estudios de atribución.

En lo que coinciden todos es en lo poco preparados que estamos para hacer frente a tormentas de este tipo. «Tenemos que considerar seriamente cómo podemos diseñar mejor nuestros paisajes, pueblos y ciudades», plantea Jess Neumann, profesora asociada de Hidrología de la Universidad de Reading (Berkshire, Reino Unido). Liz Stephens, catedrática de Riesgos Climáticos y Resiliencia del mismo campus lamenta que la gente muera por este tipo de fenómenos meteorológicos previstos en países que disponen de los recursos necesarios «para hacerlo mejor». «Aunque se emitió una alerta meteorológica para la zona con tiempo suficiente para que la gente se alejase del peligro, un aviso rojo por sí solo no comunica cuál será el impacto de la borrasca ni qué se debe hacer», señala.

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«Lo que tenemos que tener en cuenta es que los avisos se hacen para zonas relativamente amplias, a nivel de comarca, y luego las consecuencias más extremas se producen a nivel puntual, a nivel de municipio muchas veces, y eso depende de muchas otras cosas que no tienen que ver con la precipitación», apunta, por su parte, Ernesto Rodríguez. Que las precipitaciones tengan efectos más o menos destructivos, observa, depende también de la orografía, de cuánto haya llovido en otras zonas más altas y llegue en forma de desbordamientos, de las obras públicas y de dónde están asentados los núcleos poblacionales, si hay o no obstáculos que frenen el agua. «Entre la precipitación intensa y su poder destructivo hay toda una cadena de acciones que también hay que considerar», avisa.