Adele, ella es la reina del pop

Javier Becera

EXTRA VOZ

MARIO ANZUONI

La cantante ha batido el récord con su nuevo disco al vender 2,5 millones de copias en tres días

29 nov 2015 . Actualizado a las 11:58 h.

Como tantas otras niñas de los noventa, Adele Laurine Blue Adkins (Tottenham, 1988) enloqueció con las Spice Girls. El grupo que provocó un terremoto juvenil con Wannabe se coló en su vida. Y la hizo soñar en su habituación infantil con ser una estrella. Su padre, alcohólico, había abandonado el hogar cuando tenía solo dos años. Vivía sola con su madre. La llevaba a conciertos, inculcándole el amor por la música. Sin embargo, el empuje definitivo llegó ahí, mirando a Geri Halliwell, su spice favorita. Imitándola. Bailando como ella. La fantasía musical mil veces contada. Pájaros en la cabeza que vuelan sin retorno una vez que llega la madurez. Se supone. 

Todo iba a ser diferente esta vez. Años después, 21 (2011), su segundo disco, la convertía en la estrella pop más importante de Gran Bretaña. Posiblemente, del mundo entero. Al terminar el año de su edición, sumaba diez millones de copias vendidas. En la actualidad algunos medios ingleses sitúan la cifra en 31. Pero no solo eso. Canciones como Rolling In The Deep o Someone Like You pertenecen ya a mucha gente. Viven en sus versos, se reblandecen con sus melodías y se estremecen con la voz de su autora. Esa mujer que se escapaba del canon de muñeca pop -sobrepeso, maneras de señora mayor, problemas con el alcohol, alergia a la fama, nula presencia en redes sociales...- se había convertido en la gran reina del cotarro

Solo hay que ver su deuvedé Live At Royal Albert Hall (2011). Cuando interpreta Someone Like You se constata todo. Conexión. Ahí está ella. Pestañas postizas XXL, cabello moldeado con laca, descalza al no poder soportar los tacones y el corazón abierto de par en par a través de su voz. «Escuché que te habías asentado / que encontraste a una chica, y que ahora estás casado / Escuché que tus sueños se hicieron realidad / Supongo que ella te dio cosas que yo no te di», canta. Entre el público, abundancia de parejas en silencio reverencial y sonrisa tonta dibujada en el rostro. Escuchan la canción interpretada de manera magistral. Se percibe la piel de gallina. La sensación de entrega infinita. La idea de encontrarse ante la mejor cantante pop contemporánea.

En ese hilo invisible de comunicación se encuentra la explicación del fenómeno Adele. Más allá de agencias de promoción y el artificio inevitable del faranduleo, el suyo se revela como el triunfo del talento contracorriente, apelando con aires de clasicismo a las dobleces de ese capricho permanente llamado amor. «Olvídalo, encontraré a alguien como tú / no deseo nada más que lo mejor para vosotros dos / No me olvides, te lo suplico /  recuerdo que dijiste: / "A veces permanece el amor, pero otras en cambio duele"», sigue con arrollador poderío vocal. Es el estribillo. Eterno ya. Tanto como los que en su día cantaron Ella Fitzgerald, Carole King o Whitney Houston. Al final, entre aplausos, la cantante termina llorando. El público, en pie. Tremendo.

DE MYSPACE AL ÉXITO 

Con 18 años Adele ingresó en la Escuela de Artes Escénicas de Londres, el mismo centro en el que estudiaba una tal Amy Winehouse. Ya componía entonces. Un amigo colgó en la plataforma Myspace una de sus maquetas. La discográfica indie XL Recordings (casa de Prodigy, The White Stripes, Vampire Weekend o M.I.A.) oyó esas canciones. La fichó. Hicieron diana. Actualmente, Adele es la artista superventas de la compañía

El viento soplaba a su favor. Con la vuelta del soul y el gusto vintage de la segunda mitad de la década pasada, Adele se colocó en el escaparate con 19 (2008). Baladas souleras para todos los públicos, aromas jazzies de piano bar, toques contemporáneos en los arreglos y una versión de Bob Dylan, Make You Feel My Love. El título hacía referencia a la edad de la artista cuando empezó a componer los temas.  El resultado no correspondía desde luego al de una jovencita inexperta. 

En Inglaterra el éxito resultó instantáneo. En EE.UU. ocurrió una carambola. Cuando lo presentó en el programa Saturday Night Live, se encontraba allí Sarah Palin, candidata republicana a la vicepresidencia. El país ardía en deseos de ver a la rival de Barack Obama y el programa batió récords de audiencia: 17 millones de espectadores. La política perdería las elecciones. Adele, que esa noche interpretó Chasing Pavements y Cold Shoulder, ganó sin embargo el corazón de los norteamericanos. Al día siguiente las ventas del disco se dispararían. Luego llegaría la gira.

Pero el éxito superlativo lo propició 21. Destrozada tras romperse su relación por una infidelidad de su novio, volcó todo ese dolor en el disco. Se la recordará siempre por él. «Hay un incendio comenzando en mi corazón / Alcanzando su clímax / Y me está sacando de la oscuridad», aúlla en Rolling In The Deep. «Ella, ella no es real / no va a ser capaz de amarte como yo lo haré / ella es una extraña / tú y yo tenemos historia / ¿o no te acuerdas?», lo hace en Rumour Has It. Tensión en los labios. Coros negros secundándola. Contundencia instrumental detrás. Como si de una purga se tratase, Adele se subía a la rabia y se precipitaba en la tristeza. Todo ello con una poderosa y contagiosa sencillez gracias a la que alcanzó a una audiencia infinita.

EL DISCO DE LA RECONCILIACIÓN

Tras el estallido de 21, Adele se convirtió en una figura de primer orden. Los paparazis la perseguían. Perdió peso. Encontró una nueva pareja. Tuvo un hijo. En las revistas femeninas se podían ver titulares del tipo «¿Cómo superar una ruptura sentimental como Adele?». Mientras, la industria esperaba como agua de mayo su nuevo disco. Llegó este mes. El título, 25, continúa la línea de los anteriores Su contenido muestra a una mujer de 27 años regodeándose en la nostalgia, en lo que se hizo mal y en lo que se pudo hacer mejor. 

«Si tuviera que etiquetarlo, diría que es un disco de reconciliación», advirtió la propia artista en un comunicado colgado en Facebook y Twitter. Musicalmente, apuesta sobre seguro sin grandes bandazos. Sobresalen las piezas a piano con clímax vocal en donde brilla intensamente. Desde Hello, solemne single inaugural sobre llamar años más tarde para pedir perdón, a When We Were Young, o algo así como sentir que la juventud se te escurre entre los dedos impregnándote de una nostalgia infinita, demuestra tenerle tomada la medida a ese tipo de canción. Primero arrullan. Luego encantan. Finalmente conmueven. 

La segunda la sirvió en un insólito videoclip grabado en riguroso directo. Adele demuestra que es una artista de la vieja escuela, la gran intrusa de la era de la provocación, el autotune y las divas de plástico. Lo suyo se quiere revelar como una verdad en medio del bullicio. Miles, millones de fans la han creído. Y 25, igual que 19 y 21, volverá a arrasar.