Con alma inglesa y estética italiana, el Triumph Spitfire enamoró en las décadas de los 60 y 70 a un público que encontró en este pequeño descapotable mucha diversión a bajo precio. Fue un éxito de ventas, sobre todo en el mercado norteamericano, a pesar de que el proyecto, en un primer momento, fue abandonado y ocultado durante casi un año.
20 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.«¿Qué vehículo se encuentra debajo de esas sábanas?», preguntó el nuevo director comercial de Triumph. Este responsable revisaba por primera vez en mayo de 1961 el departamento de diseño de la planta de Coventry. Tan solo un mes antes, el gigante Leyland Motors había adquirido esta fábrica y sus nuevos ejecutivos estaban estudiando la viabilidad de la empresa.
En un rincón de la fábrica, este deportivo biplaza llevaba meses oculto a las miradas. Suponía el primer prototipo del Spitfire, que todavía mantenía su denominación original, The Bomb. Este proyecto, nacido en 1958, fue paralizado en noviembre de 1960 ante el futuro incierto de la compañía que en aquellos momentos se encontraba en números rojos. Tan solo la oferta pública de adquisición por parte de Leyland Motors la salvó de la quiebra. Gracias a la curiosidad del nuevo ejecutivo, y asesorado por el antiguo director técnico que todavía conservaba su puesto de trabajo, el Spitfire vería la luz tan solo tres meses después.
El proyecto Bomb había nacido como reacción ante un nuevo producto de la competencia, el Austin Healey Sprite. Un pequeño descapotable biplaza que vio la luz en 1958. Resultaba ágil y muy barato, y con él atrajeron las miradas de un público que buscaba diversión en la carretera a bajo coste.
En Triumph decidieron construir un nuevo vehículo con el que hacer frente a esta competencia y tomaron como base el chasis del sedán de la marca, el Herald, una vez recortado y aligerado en peso. Además, mantuvieron el mismo propulsor y esquema de suspensiones, con lo que redujeron ostensiblemente el tiempo de gestación del nuevo vehículo. Solo faltaba la nueva carrocería, que fue encargada el especialista milanés Giovanni Michelotti. Un reputado carrocero italiano que plasmó las pinceladas geniales que conforman la línea de la carrocería del nuevo descapotable. Su nueva denominación fue Spitfire, idéntico nombre que los cazas militares de la fuerza aérea inglesa de la Segunda Guerra Mundial. La rapidez en el desarrollo de este nuevo producto hizo que en octubre de 1960 ya existiese un prototipo funcional aunque, como ya sabemos, por cuestiones económicas, el proyecto casi muere sin ver la luz y por suerte fue desempolvado más adelante.
ENTRA EN ESCENA
Con un centro de gravedad bajo y una estética de líneas onduladas recogidas en un capó largo y equilibrado que acentuaban su zaga corta, el Spitfire fue presentado en el salón del automóvil de Londres en julio de 1962. Con dos variantes de acabado, las dos unidades supusieron un punto de atracción sobresaliente. El éxito no tardó en llegar. Su diseño había dado en el clavo y su calidad garantizaba una diversión sin condiciones. Proporcionaba una conducción y comodidad de deportivos ingleses de precios mucho más elevados, como el Triumph TR4 o el Jaguar e-Type. Además, su precio, aunque superaba al Austin Sprite o al MG Midget, su competencia más directa, no resultaba desproporcionado. En su primera serie se añadió el número 4 a la denominación Spitfire, previendo una futura versión de 6 cilindros, que vendría dos años más tarde con el nombre de GT6, con la particularidad de construirse únicamente con techo rígido.
Rápidamente fue ganando adeptos y enseguida representó el 20 % de la producción total de la marca. Pronto sería utilizado en competiciones de todo tipo, especialmente en el mercado americano, donde generó muchos éxitos deportivos en carreras gracias a un peso contenido y las posibilidades de evolucionar su propulsor. Hechos que repercutieron en grandes ventas al otro lado del charco.
Volviendo a Europa, sus participaciones en carreras de resistencia como Le Mans también le trajeron éxitos, como en 1965, donde obtuvo un primer y segundo puesto en su categoría.
En 1964 apareció la segunda versión, denominada MK2, en la que se redefinió su interior y su propulsor. Tres años más tarde, con el MK3, aumentaba su deportividad gracias un motor de 1.300 cc y 75 caballos. Resultó ser el más potente de su historia, ya que las dos versiones posteriores, la MKIV de 1970 y, en su recta final, la denominada 1500, en referencia a su cilindrada, aparecida en 1974, estuvieron dulcificadas. Las diferentes normas a nivel de seguridad y las polémicas leyes anticontaminación, sobre todo en los modelos para el mercado norteamericano, obligaron a readaptar sus propulsores perdiendo el tacto inicial, lo que aburguesó la respuesta del Spitfire, resultando más confortable en detrimento de la deportividad de las tres primeras versiones.
El Spitfire tuvo una producción prolífica, llegando a sobrepasar la barrera de las 315.000 unidades construidas en sus 18 años de existencia. El último vehículo salió el 25 de agosto de 1980 de la planta de Canley, en Coventry, con color amarillo Inca y techo rígido. Una unidad que jamás se vendió, pasando directamente al museo del motor británico.
ARQUETIPO DE MUSEO
La unidad del reportaje que podemos observar representa la última generación, la 1500 de cuatro cilindros. Un automóvil que la Fundación Jorge Jove ha querido mantener tal y como se compró: el capó fue sustituido por el que montaba la versión TR6, contaba con un pequeño promontorio central que resultaba más atractivo para muchos propietarios, que no dudaban en reemplazarlo. Son cambios y adaptaciones posteriores que representan en sí mismos una manera de entender este tipo de vehículos, por lo que también es parte de la historia automotriz. Un concepto de respeto histórico que será una realidad en el Museo MAHI, (Museo de la Automoción e Historia) que en breve abrirá sus puertas en la población de Arteixo. Un complejo que albergará más de 400 vehículos de todos los tiempos y cuyo espacio expositivo se traduce en una experiencia didáctica pionera para todos los públicos. Más de 25.000 metros cuadrados donde la historia y la automoción van de la mano, generando una experiencia única para el visitante, teniendo en dos de las mejores marcas de todos los tiempos, como son Hispano Suiza y Pegaso, su principal activo a nivel mundial.