El histórico dirigente de Comisiones Obreras recibió un multitudinario homenaje Rafael Pillado recordó la «conquista» que supuso la Constitución para los trabajadores
05 dic 2002 . Actualizado a las 06:00 h.A El Centro Cultural Carballo Calero tuvo que dejar abiertas ayer sus puertas para que quienes ya no podían entrar a donde se celebraba el homenaje a Julio Aneiros tuviesen ocasión de escuchar, al menos, los discursos, la música del piano y los versos de los poemas. Y no sólo se abrieron las puertas del auditorio -esas, por supuesto-, sino también las del edificio. Porque hubo quien siguió las intervenciones desde la calle, por los altavoces instalados sobre las aceras. Ya no cabía nadie más dentro. Allí, el secretario general del Partido Comunista, Francisco Frutos, llamó, en su discurso, a levantar la voz contra los que no crean más que dolor y sufrimiento al buscar la riqueza a cualquier precio. Contra quienes persiguen el dinero, como único valor, sin importarles «quienes dejan por el camino». Y frente a quienes actúan así -aludía, obviamente, a las dramáticas circunstancias que vive Galicia bajo las consecuencias de la marea negra-, reivindicó el ejemplo cívico de Julio Aneiros. Y de quienes, como él, ajenos a cualquier interés personal, aún claman contra los causantes de que, en pleno siglo XXI, aún haya niños que mueren víctimas del hambre. El fracaso de las balas José María Fidalgo, secretario general de Comisiones Obreras, recordó sus tiempos de estudiante, cuando a la universidad llegaban los ecos de las balas que hirieron de muerte a Julio Aneiros, pero que no consiguieron arrebatarle la vida. «Yo me engancho a tu mirada, Julio», dijo el líder del sindicato al que Aneiros hizo latir en todo el país, a través de los muros de Bazán, cuando soñar con la democracia era ver la luz, pero la luz nunca llegaba. Rafael Pillado, amigo personal de Aneiros desde los tiempos de la clandestinidad, el hombre con el que compartió tanto sufrimiento y tanta cárcel, también reivindicó la vigencia de los ideales del movimiento obrero, y sumó sus palabras a las de quienes ayer pedían responsabilidades por el daño causado a las miles de familias gallegas que viven del mar. Visiblemente conmovido, Pillado afirmó que la honestidad no sólo ha de ser un modo de hacer político, sino una forma de vivir. Y a la vez que identificaba a Julio Aneiros como «un símbolo avanzado del pensamiento de los trabajadores», pedía al alcalde y a Bonifacio Borreiros que se le de su nombre a una plaza o a una calle. Aneiros, por último, trasladó el homenaje que a él se le rendía a cuantos lucharon por las libertades. Agradeció la presencia de todos (sindicalistas, políticos, antiguos compañeros, ciudadanos en general...) y, particularmente, a su familia, que le apoyó -dijo- siempre. Y sobre todo, a su nieta, que también intervino en el acto. «Ahora los jóvenes son el futuro», dice Julio siempre.