Paula Hermida: «Ahora ya no soy tan buena y por eso me cuesta coger la raqueta»

B. Antón

FERROL

La estrella más brillante del tenis ferrolano trabaja ahora como funcionaria en Extranjería y mata el gusanillo dándole al pádel

26 ene 2009 . Actualizado a las 13:44 h.

El nombre de Paula Hermida está escrito con letras de oro en la historia del tenis ferrolano. En el año 1988, y con solo 11 añitos, la deportista consiguió una hazaña inimaginable: en Tenerife, y contra todo pronóstico, se proclamó campeona de España en categoría alevín. Aquello fue solo el comienzo de un camino plagado de éxitos, que llevó a Hermida a recorrerse medio mundo de torneo en torneo y que alcanzó su culmen en el año 1995, cuando la ferrolana se aupó al puesto número 8 del ránking nacional y al 148 de la WTA (ránking femenino mundial de tenis).

Ahora, sin embargo, todo aquello queda muy lejano en la mente de Paula. Desde hace cuatro años ?ahora tiene 31? su vida está en Madrid, donde trabaja como administrativa en las oficinas centrales del departamento de Extranjería del Ministerio de Administraciones Públicas, en la calle Serrano. Allí se ocupa de tramitar permisos de residencia y trabajo para los inmigrantes y asegura que el trabajo no le disgusta. «Además, en la oficina somos 20 o 30 gallegos, así que casi me siento como en casa», dice Paula, quien confiesa que en el futuro le gustaría volver a Ferrol.

¿Y las canchas? ¿Las seguirán frecuentando en la capital? «Pues la verdad es que, desde el año 2002, el tenis lo tengo muy olvidado», confiesa Hermida. Fue ese año, precisamente, cuando Paula abandonó las canchas como profesional. Tan solo regresó a ellas en el 2004, pero fue «algo puntual» y porque sus amigos la animaron hasta que consiguieron convencerla. «Mi madre había muerto en el año 2003 y yo lo estaba pasando muy mal, así que todos pensaron que aquello podría ayudarme», explica ella echando la vista atrás. Sea como sea, lo cierto es que, casi sin proponérselo, aquel año Paula consiguió proclamarse campeona gallega absoluta.

Pero, después de aquel último éxito, ya nunca hubo marcha atrás. Ni tampoco ahora se le pasa por la imaginación volver a las canchas. «El tenis ha sido mi vida y lo echo mucho de menos, lo que ocurre es ya no soy tan buena como antes y por eso me cuesta tanto coger la raqueta... Cuando dejas de entrenar, pierdes facultades, así que ¿para qué jugar? ¿Para hacer el ridículo?», reflexiona la ferrolana.

Sin embargo, el gusanillo sigue ahí, así que, muy de vez en cuando, Paula queda con sus amigos para hacerse unos saques, aunque explica que lo que realmente le trae ahora de cabeza es el pádel, el rey de los deportes de moda. Con su currículo, una imagina que Paula arrasará con las palas, pero ella asegura que no: «Lo que me pasa a mí es que juego al tenis en una pista de pádel... Y eso no puede ser».

Una vez radiografiado el presente, llega la hora de devolver la memoria al pasado. A cuando Paula comenzó a dar sus primeros toques de raqueta, con 5 o 6 años, en el Club de Campo y siempre bajo la supervisión de sus padres y entrenadores, Dolores Velo y José Manuel Hermida. O a cuando, ya más tarde, Paula consiguió aquel primer e inesperado éxito en Tenerife. «Después, con el paso del tiempo, conseguí otros muchos títulos, pero para mí aquel triunfo es el más especial de todos, porque fue el primero y porque nadie se lo esperaba; recuerdo que mis amigos y familiares me recibieron en el aeropuerto con pancartas y aquello me hizo muchísima ilusión».

Increíble palmarés

Tras conseguir el primer puesto nacional en alevines, en 1988, llegaron los años dorados. Además de proclamarse veinte veces campeona gallega en diferentes categorías, entre 1988 y 1994 Paula se hizo con los títulos de campeona de España en cadetes y júnior. Por no hablar de su participación en un buen puñado de torneos internacionales, así como en las fases previas de clásicos como Roland Garros, Wimbledon, o el Open de Australia, su preferido. También formó parte de la selección española en varias ocasiones; en 1991 fueron primeras de Europa en infantiles, y en 1993, ya jugando como cadetes, se proclamaron terceras del mundo.

Todo iba sobre ruedas, pero a finales de los años 90 ?después de haber estado a un paso de colarse entre las cien mejores del planeta?, las cosas se empezaron a torcer. «Tuve una mala racha, y después decidí dejarlo; ahora creo que siempre me quedará la duda de lo que habría pasado si no hubiese abandonado tan pronto o de si me hubiese marchado de Ferrol cuando me lo propusieron», apunta Paula.

Para el tenista Óscar Burrieza, que en los años 90 consiguió auparse al puesto 126, la ferrolana ha sido el talento «más desperdiciado» de las canchas gallegas. «Ella ?acertó a decir en una entrevista? sí estaría en el top-100 con la gorra» si hubiera contado con los apoyos y medios necesarios.

Siempre entrenada por su padre en Ferrol, a los 12 años Paula rechazó una plaza en un centro de alto rendimiento de Valencia ?«era demasiado pequeña para irme de casa», advierte? y a los 18, otra para poner rumbo a Estados Unidos. Nunca contó con patrocinadores que le apoyasen con ayudas en metálico (de ese tipo, la única aportación que recibió en su carrera fueron 250.000 pesetas del Ayuntamiento) y las condiciones tampoco eran las mejores: «En Ferrol no había pistas de tierra, ni tampoco cubiertas, así que había que entrenar lloviendo; además, no tenía contrincantes de mi nivel para entrenar y aquello terminó por desmotivarme».

Sin duda, Paula fue una estrella fugaz. Pero brilló como ninguna.