Inmaculada Sánchez Leira: «Mis abuelos pasaron la gripe del 18 y el crac del 29, hay que tirar adelante»
FERROL
Su abuelo construía barcos en la carpintería donde esta abogada montó hace 21 años una cantina, que ahora trata de adaptarse a los tiempos del covid-19
28 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.En los años 20 y 30 del siglo pasado, el abuelo de Inmaculada Sánchez Leira (Pontedeume, 1958) construía barcos, con motores alemanes. «Tenía una concesión para la carpintería de ribeira y luego compró la propiedad», cuenta su nieta, que abrió allí mismo, hace más de dos décadas, la Cantina Río Covés. Antes había sido «el estanco de José Antonio», su padre, con taberna y una tienda de ultramarinos y coloniales, que regentaba con su mujer. «Estuvieron hasta 1997, los últimos años ya solo con el estanco, y yo abrí la cantina a mediados de 1999», recuerda.
Inma, como la conoce todo el mundo, estudió Derecho en Santiago y trabajaba en un despacho de abogados en A Coruña. «Todos teníamos nuestra vida, mis hermanos y yo, pero la casa se estaba cayendo y traté de conservarla. Crecí al pie del mostrador, jugando con las chapas y metiéndome en las cajas de cartón del tabaco. Mi hija [Blanca García], nacida en 1994, andaba repitiendo mi historia. Me surgió la oportunidad de solicitar una de las ayudas del programa Proder para crear las cantinas, y monté la casa de comidas», repasa.
«El balcón del Eume»
Su idea era abrir un mesón, pero el antiguo almacén de sal acabó reconvertido en restaurante, que ahora trata de adaptar «a las necesidades» de los tiempos del covid-19. «Mis abuelos pasaron la gripe española del 18 y el crac del 29. Tenemos que hacer lo mismo, tirar para adelante y ajustar el negocio a lo que vaya demandando la gente», sostiene.
La pandemia le ha obligado a retrasar las obras de restauración de otra construcción de la finca, al pie del río, para un alojamiento rural. En la parte alta de la cantina habilitó, en 2008, «el balcón del Eume», una suite de 60 metros cuadrados con terraza. «Había decidido ampliar el comedor, pero llegó la crisis y lo reconvertí en habitación, tiene un elevador de platos y acceso independiente, por lo que ahora podría funcionar», explica Inma.
Con el confinamiento, «sin un solo coche», evocó la infancia, cuando jugaba al tenis en la carretera. «Fue como una explosión de árboles [en la finca tiene cerezos, glicinias, castaños, gardenias, azaleas, camelios, helechos arbóreos, arces...] y aves, hacía años que no veía un martín pescador... Me llamó la atención que las aves anidaran tan cerca de casa». Hace tiempo que aparcó la abogacía -«me llega con defenderme a mí, de bancos, Costas, concellos, asesorías...»-, pero administra la empresa, que gestiona con apoyo de su hija. Estudió Dirección y Gestión Hotelera, y compagina la cantina, donde ayuda «muchísimo» a su madre, con otro trabajo en Santiago.
La tarta de galleta de su madre
En la cocina de la Cantina Río Covés han recuperado los sabores que transportan a Inma «a cuando aún había camarones en el río Covés», platos tradicionales como las sardinas lañadas o la costrada [una especie de empanada de varios pisos], «aligerándolos un poco para adaptarlos a los gustos de ahora», comenta. Preparan pescados azules y arroces, de jibia, calamar o chipirón, «y uno negro de jibia con zamburiñas»; caldeirada de raya o brochetas de rape; caldo de nabizas -«uno de los platos que más piden en agosto, no me lo explico»-; carnes, «también gallegas»; y postres caseros, como el flan de naranja y las tartas de requesón, manzana, almendra o chocolate y galleta, como la que elaboraba su madre -«pero ya no encuentro el quinito (en referencia al vino Sansón)», ríe-.
El local renovó hace poco el certificado Q de Calidad Turística y cuenta con el sello Galicia Calidade. Inma quiso, desde el comienzo, crear «una empresa hostelera»; ahora tiene tres empleados y aún no sabe si este verano necesitará refuerzos, como en los anteriores, por la situación de incertidumbre generada por el covid-19. «A partir de julio abrimos la cocina todos los días», apunta la relaciones públicas. Pinta y completa el IV Ciclo, que la ha devuelto a la Universidade de Santiago, y hay días que añora «el silencio y la soledad» del confinamiento.
«El confinamiento fue como una explosión de árboles y aves, hacía años que no veía un martín pescador»