Pronto florecerán los tilos de la plaza de Armas. Los árboles tan admirados por los ilustrados europeos traerán tranquilidad, sosiego y calma. El aroma de los tilos entrará por las ventanas del destartalado palacio municipal y las cosas de la política local (sea esto lo que sea) se arreglarán con cortesía y educación. La plaza mayor ferrolana, presidida por el busto impertérrito del rey emérito Juan Carlos I anclado fuertemente en la fachada del Ayuntamiento, respirará nuevos aires y se convertirá, cómo no, en el lugar de todas las celebraciones. Una relevante podría ser la tertulia Reditus Regis Emeritus, titulada así, en latín, que queda regia. En castellano diríamos «vuelta del rey emérito», por lo que la cosa pierde distinción como se puede comprobar.
La tertulia Reditus Regis Emeritus se haría una mañana cualquiera que no lloviera. Las lluvias primaverales son muy traicioneras, ya se sabe, y sobre las arenas de la plaza las escorrentías podrían causar un serio estropicio. Mejor un día soleado, que los hay. Tal vez así estarían interesados en asistir contertulios de la talla del oyente Alfonso Guerra, ahora desasosegado por si Juan Carlos se muere en Abu Dabi. Sería un «fallo histórico», afirmó recientemente, para preguntarse: «¿Qué pretendemos, ¿enterrarlo en el desierto?».
A Corina Larsen, la examante que no suelta los 65 millones (Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita), probablemente le dará igual que Juan Carlos viva en España o en cualquier dictadura árabe. Lo que la ocupa es que le juzgue el juez británico Sir Matthew Nicklin, algo que tiene visos de que puede suceder. Al señor juez le sonó a cuento medieval eso de la inmunidad «de por vida» y «para cualquier acto, de cualquier naturaleza», que tanto les gusta predicar a determinados magistrados y letrados españoles. Sir Matthew Nicklin dictó con claridad que el título de rey para Juan Carlos es honorífico, sin desempeño institucional, no representa al actual rey y es miembro de la familia del rey pero no de la familia real. Por lo tanto y dicho con la flema inglesa propia del asunto, Juan Carlos no «tiene inmunidad hasta para robar una joyería», ni para —esto lo apuntamos desde aquí— escaquearse de una demanda de paternidad, cobrar comisiones improcedentes y ocultar su patrimonio al fisco español.
Alfonso Guerra, Corina Larsen, el juez Matthew Nicklin, los abogados de Juan Carlos (esos que cobran 6.000 euros la hora) y, por supuesto, los tres alcaldes ferrolanos, el titular Ángel Mato y los suplentes Rey Varela y Jorge Suárez, todos ellos defensores de que el busto del emérito permanezca en el castillo de los pirulitos. ¡Qué gran tertulia podrían celebrar en la plaza de todos! Reditus Regis Emeritus, nada menos.