Paula Farias, médica y cooperante internacional: «Cuando ocurre algo como lo de Ucrania, empatizamos porque se rompe el muro que nos separa de la realidad»

FERROL

Cedida

Su nuevo libro, «Piel de deriva»,  se presenta mañana en el Ateneo Ferrolán a las 19.30 horas

03 nov 2022 . Actualizado a las 22:44 h.

Paula Farias, madrileña del 68 con raíces ferrolanas, es médica y cooperante humanitaria. Lleva más de dos décadas ejerciendo su profesión para Médicos Sin Fronteras, organización de la que llegó a ser presidenta, y estuvo presente en conflictos de países como Afganistán, Kosovo, Guinea-Bissau, Irán, India o Venezuela. Mañana presenta su última novela, «Piel de deriva», en el Ateneo Ferrolán, a las 19.30 horas. Estará acompañada por la presidenta del Club de Prensa, Julia Díaz Sixto, y el galardonado periodista Nicolás Vidal

—Las noticias sobre catástrofes y crisis humanitarias son una constante, ¿cree que de alguna manera nos acostumbramos? 

—La dimensión de las barbaridades que hay en el mundo es tal que les damos un tinte de irrealidad, no nos las creemos. Cuando ocurre algo más cerca, como en Ucrania, nos parece que son vidas similares as la nuestras y empatizamos porque se rompe ese muro de cristal que nos separa de la realidad. Con las cosas que ocurren en el cuerno de África, o en el África subsahariana, o en tantos sitios del mundo donde hay unos niveles de violencia inexplicables para nuestros parámetros, los mezclamos con la ficción y nos parecen cosas que solo pasan en las películas. Yo creo que de ahí viene esta capacidade de decir que de esta película te has aburrido. Además, cuando tratas a las personas como emigrantes o refugiadas, o se habla de invasiones, las deshumanizas.

—Usted está en primera línea de acción de labores humanitarias, ¿cómo podemos ejercitar la empatía aquéllos que no? 

—El mundo se construye del alrededor de cada uno, y el construir comunidad y entender que los problemas son globales y no de cada uno permiten empatizar. No hace faltar ayudar a alguien del último rincón de Etiopía, basta con empatizar con quien tienes cerca porque el mundo es un tejido y los hilos se fortalecen generando esas relaciones entre personas: todo empieza por hacer comunidad y es algo que se está perdiendo en este individualismo que nos rodea.

—«Piel de deriva» trata sobre las personas que se juegan la vida en el Mediterráneo para buscar una vida mejor, ¿cómo mantiene la esperanza frente a una realidad así?

—Yo hago relatos de personas, a mí me gusta centrar la literatura en la trama menuda de las cosas. La trama de esta novela se ambienta en la Libia de Gadafi, justo entre la Primavera Árabe y la caída del régimen, la crisis mediterránea actual. También hay un paso por la India y los desguazaderos de la India, pero no dejan de ser escenarios y en realidad la novela habla de los personajes que cuentan todas esas realidades. La única realidad al final es esa, el día a día de cada individuo de este planeta: eso es la historia real. Los titulares y la historia con mayúsculas son un resumen burdo de todo ese menudeo, esos personajes menudos que sostienen tramas mayores. Y ahí claro que hay esperanza, porque los seres humanos somos un crisol de muchas cosas, de miserias y grandezas. No creo que al mundo le vaya peor ahora que cuando vivíamos en las cavernas o en el Medievo. La historia está llena de momentos brutales, pero en esos titulares de la brutalidad están los individuos con sus alegrías y sus penas. Hay un lado luminoso y un lado oscuro, no se puede contar todo desde la oscuridad porque no es reflejo de la realidad. Contémoslo todo, no solo una parte.

—La Primavera Árabe comenzó como una lucha del pueblo, sin embargo lo que vino después la dejó tintada de oscuro. ¿La tendencia a centrarnos en lo negativo nos inmoviliza para cambiar las cosas?

—De nuevo está la cuestión de menudear la realidad: los problemas son muy grandes cuando los miras desde lejos y ves una gran bola, pero si te acercas y los vas troceando, puedes ir haciendo cosas poco a poco. Con las grandes crisis ocurre lo mismo, piensas qué puedes hacer tú con el hambre en el mundo, pero a nivel individual habrá alguien a quien puedas echarle la mano. Al final, eso es el mundo: los pequeños gestos. Le quitamos valor al gesto, cuando la realidad se compone de eso. En acción humanitaria sacamos a mucha gente de la hambruna sabiendo que el próximo año volverá a haber sequía y el mundo entrará en el mismo ciclo, pero sabes que a la persona a la que estás ayudando aquí y ahora hoy no se muere, y por eso me concentro en el gesto menudo: porque el mundo se compone de eso, de muchos gestos pequeños. Ahí es donde está la clave y ahí está el peligro de los titulares. Cada uno es un hilo del tejido y cuanto más haga cada uno, más fuerte será el tejido.