El Festival de Ortigueira: llega la revolución

ANA F. CUBA ORTIGUEIRA / LA VOZ

FERROL

Jesús Manuel Pigueiras (quinto por la izquierda de pie), rodeado de parte de su equipo, en A Cabana do Fos
Jesús Manuel Pigueiras (quinto por la izquierda de pie), rodeado de parte de su equipo, en A Cabana do Fos I. F.

Bares, restaurantes y tiendas hacen acopio de mercancía para afrontar las jornadas inacabables del Mundo Celta, un extra de trabajo y de facturación, del 9 al 16 de julio

05 jul 2023 . Actualizado a las 11:37 h.

A Jesús Manuel Pigueiras, que abrió A Cabana do Fos en Morouzos en 1992, lo que más le preocupa de lo que se avecina es «que se estropee algo»: «Solo pido que no se averíe nada, la cafetera, una nevera, un congelador, una fuga de agua... y por eso tengo siempre de mano un electricista, que ya ha venido a comprobarlo todo, y un fontanero». El equipo está listo y entrenado, a la espera de los refuerzos, extras que se incorporarán los días de mayor ajetreo —«llevan años viniendo los mismos, de Santiago, Ourense y Ribadeo»—, y entre esta semana y los primeros días de la que viene acabarán de hacer acopio de mercancía para saciar el hambre y la sed de miles de folkies, desde las primeras horas del día hasta la madrugada.

«Tenemos tres turnos, por la noche quedan una chica en la cocina y tres camareros, para reponer, limpiar y servir. Por la mañana ya empezamos con los desayunos y a las doce ya hay quien quiere comer, y así hasta las dos de la madrugada...», explica el propietario de este restaurante y parrillada, situado al pie de la zona de acampada. La experiencia suma: «Sabes lo que gusta, lo que se necesita...». Desde la comida —mandan los platos combinados y las raciones, pero muchos sucumben al churrasco y alguno incluso al chuletón— y la bebida —cerveza, calimocho y agua—, hasta enchufes para cargar los móviles.

Desde el 95, cuando se reanudó el Mundo Celta, «ha cambiado mucho el público». «Ahora son como tus hijos, y después vienen en verano con sus padres, quieren conocer esto fuera del festival... antes eran más de bocata y litrona», apunta este hostelero, que eliminará la carta y las reservas del 12 al 17 para atender la avalancha. Está habituado a llenar el local, en invierno (fines de semana) y en verano, pero estos días «cambia todo», y en lo que habitualmente es aparcamiento montan mesas y sombrillas para dar cobijo y alimento a miles de almas.

Laura Fernández (segunda por la derecha), con parte del equipo de La Terraza de Laura y el mesón O Malecón
Laura Fernández (segunda por la derecha), con parte del equipo de La Terraza de Laura y el mesón O Malecón I. F.

Si la Cabana do Fos está en el corazón de Morouzos, el mesón O Malecón y La Terraza de Laura se ubican en la zona cero de los conciertos, en la Alameda. Laura Fernández comanda ambos locales, con doce empleados fijos y al menos cuatro refuerzos para el Mundo Celta. Aquí ya están habituados al bullicio. «No cojo más trabajo del que puedo atender bien, prefiero menos bien atendidos que lo contrario», remarca esta hostelera, «muy agradecida» a la plantilla que la acompaña todo el año.

Recuerda años de empatar la noche y el día en el mesón. «Ahora cerramos al acabar los conciertos y La Terraza la abrimos a las diez para dar los desayunos», comenta. Cuenta con la colaboración de los comerciales para no quedarse corta con la mercancía, y sabe que si se excede, tras el Mundo Celta llega la Patrona y sigue el verano. «El festival es muy bueno para el pueblo», concluye.

Los hornos de la «empanadería» Cantón, sin descanso

Durante el festival, de los hornos de la empanadería Cantón, que regenta Lourdes Pasalodos, no dejan de salir pizzas y empanadas. «La mercancía que necesitamos se multiplica, estamos acomodándolo todo, harina, latas de atún, mozzarella...», indica. Ya han cambiado el mostrador para facilitar su trabajo y el servicio a los clientes. «Lo que más se vende son pizzas, en raciones y enteras, no paramos ni un minuto metiéndolas en el horno, sacándolas y despachándolas», relata.

Su miedo es a la lluvia: «Siempre es un riesgo». Reconoce que en verano «haces hucha» para el invierno. Y del festival apunta: «Es mucho trabajo, acabamos derrengadas, pero es una alegría».