Elogio de las campanas

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

Ramón Loureiro

06 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Siento un especial afecto por el sonido de las campanas, que siempre me ha parecido una de las más hermosas voces del cielo. Me alegra, y mucho, que la Unesco haya declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad la labor de los campaneros. Y no puedo evitar emocionarme un poco cada vez que —como en este preciso instante— el viento trae hasta donde estoy el tañido de las campanas que mejor conozco: las que hasta yo, hace muchos años —y disculpen que me saque en procesión a mí mismo—, toqué un día. Las campanas me traen el recuerdo de un tiempo que ya se ha ido para siempre. Un tiempo al que solo consigo volver en sueños o cuando, como ahora, escribo (les escribo a ustedes, que siempre están ahí tan generosamente) con una pluma estilográfica que me regalaron en el siglo pasado y que, por fortuna, todavía conservo. Escribo con tinta azul en cuadernos cuyas hojas tienen el color de la piel del melocotón. Y la verdad es que lo hago, sí, con una letra cada vez peor, que a menudo no consigo descifrar ni yo mismo.

Vuelvo a leer al Torrente Ballester que más me gusta, al que entre el Ferrol de las Luces y el Serantes de los Sueños creó un universo propio, y me parece estar oyéndolo hablar de nuevo. A ratos regreso también a las páginas de Torrente Ballester, mi padre, el extraordinario libro de Gonzalo Torrente Malvido, y compruebo, una vez más, que el autor de Los gozos y las sombras es tan grande que no se acaba nunca. Don Gonzalo sabía muy bien que el sonido de las campanas puede llegar a construir ciudades. Sin ir más lejos, donde Europa comienza.

Ramón Loureiro