De curtida hostelera a universitaria pasados los 50: «Nunca es tarde para reinventarse, la edad es solo un número»
FERROL
Tras 12 años al frente del bar Terramar de Ferrol, la armenia Marina Nikoghosyan cerró el negocio para estudiar Podología, inspirada por el titánico trabajo de los sanitarios durante el covid
03 sep 2024 . Actualizado a las 10:44 h.Marina Nikoghosyan nació en Armenia hace 52 años, pero desde el 2009 su corazón late en Ferrolterra. Son muchos los que la conocen por su trayectoria en el sector hostelero —durante doce años comandó el restaurante Terramar, de comida armenia y gallega, en la efervescente calle Pardo Bajo de la urbe naval—, pero también por su participación en la política local —como activa afiliada del PSOE— o por la labor de voluntariado que desempeña en el Patronato Concepción Arenal. Pero, hoy en día, en las aulas de la Facultad de Enfermería y Podología del Campus Industrial de Ferrol, Marina no ejerce como hostelera ni como política ni como voluntaria, sino que simplemente es una universitaria más. Aunque, eso sí, una universitaria que rompe moldes por su edad . «En las facultades de Ferrol no habrá más de cinco o seis estudiantes como yo, de más de 50 años, pero para mí la edad nunca ha supuesto un problema. La edad es solo un número, una cifra. Yo creo que con voluntad y esfuerzo todo es posible y nunca es tarde para reinventarse», comenta esta mujer de ojos azulísimos.
En el año 2017, en una entrevista publicada en La Voz, cuando todavía regentaba el Terramar, Marina ya expresaba su deseo de volver a estudiar una carrera, mucho tiempo después de haberse licenciado en Derecho en su Armenia natal. Pero el empujón que necesitaba para cumplir aquel sueño no llegó hasta la pandemia del covid. «Durante el confinamiento tuve mucho tiempo para pensar y reflexionar y fue entonces cuando me decidí a estudiar otra carrera en Ferrol, porque no es que el trabajo en el bar no me gustase, pero sentía que me faltaba algo... A mí siempre me ha gustado mucho estudiar y lo echaba de menos», rememora Marina, que durante el bachillerato despuntó como una alumna de 10, con todo sobresalientes.
Tras las dificultades a las que se había enfrentado para convalidar su título de licenciada en Derecho (algo de lo que finalmente desistió), a Marina ni se le pasó por la cabeza estudiar de nuevo leyes en España —«ya estaba desencantada»— y finalmente se inclinó por algo completamente diferente, Podología, resucitando así una vocación que ya había sentido de niña. «Por la rama de mi madre tengo muchos familiares que son sanitarios y hubo un tiempo en que soñaba con ser pediatra. En el último momento cambié de opinión y me matriculé en Derecho, porque soy una Géminis muy impulsiva, pero durante la pandemia me impresionó tanto el trabajo de los sanitarios que eso me animó a decirme por una carrera de ese ámbito», explica Marina. ¿Por qué Podología? «Me pareció algo interesante, más desconocido que Enfermería, y una reumatóloga amiga mía terminó de convencerme al explicarme que era una profesión con mucho futuro», detalla a continuación la alumna.
Marina no oculta el «miedo» que sintió al comenzar la carrera —«no por mi edad, sino por el idioma, porque no es lo mismo una charla informal que hacer un examen en el que debes usar un lenguaje académico y con muchos términos podológicos»—, pero asegura que en ningún momento pensó en tirar la toalla. Ni siquiera el año pasado, cuando se tuvo que enfrentar a problemas familiares muy duros. «Los profesores y los compañeros fueron muy empáticos conmigo y me dieron mucho apoyo», comenta agradecida.
Asegura que se toma sus estudios muy en serio, como si de un trabajo se tratase —«nunca falto a clase y me he pasado muchas noches en vela preparando los exámenes»— y confía en que el grado le abra las puertas a un nuevo y prometedor futuro laboral. «Cuando acabe la carrera me encantaría trabajar en una clínica podológica, pero también me gustaría ampliar mis estudios con algún máster de la rama sanitaria o de prevención de riesgos laborales», desvela sonriente antes de la despedida.
«Tener formación te hace sentir más fuerte y te da libertad para elegir tu destino»
Marina accedió al grado de Podología con la nota de bachillerato que obtuvo en Armenia. «Tenía un 10, pero al convalidarla en España me la bajaron a un 9,25 porque no tenía lengua gallega ni lengua española», explica la estudiante. Habla seis idiomas (armenio, ruso, ucraniano, inglés, español y gallego) y ahora confía en que todo ese bagaje, junto con la formación que está adquiriendo, le ayude a conquistar nuevos horizontes laborales. «Por mi trabajo de voluntaria he conocido a muchas mujeres víctimas de maltrato o en exclusión social, y yo siempre las animo a estudiar, porque tener formación te hace sentir más fuerte y te da libertad para elegir tu propio destino».