La panadería Armando, de Cariño, cerrada por jubilación: «O mellor destes 42 anos foi a clientela, moi fiel, dámoslle as grazas»
CARIÑO
Vanesa, una de las cuatro hijas de Armando Salgueiro y Charo Veiga, continúa en el negocio con un despacho en Cedeira y un obrador de pastelería en Ortigueira
11 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Hace 42 años que Armando Salgueiro (Feás, 1954) y su mujer, Charo Veiga (Feás, 1958), compraron la panadería. El 30 de julio se despidieron, por jubilación, y al día siguiente asistieron al concierto de Borja Quiza en Ortigueira, un milagro para una pareja que ha trabajado toda la vida, sin apenas descanso ni vacaciones. Su último día en la tahona se levantaron a la una de la madrugada y no pararon hasta las doce del mediodía. «Os venres empezabamos ás once», recuerdan. El oficio lo aprendieron del anterior propietario y durante casi veinte años se ocuparon de todo, cocer y repartir (después contrataron personal). «E con catro fillas que criar —apunta Charo—, grazas á axuda familiar de meus sogros».
Una de ellas, Laura, llevaba veintitantos años en el negocio familiar. «Un bo pan faino a fariña e traballalo con cariño», desvela Armando, que ha soportado el calor del viejo horno de leña —«de pedra de cantería e ladrillo refractario pola parte de arriba... dá moito traballo, hai que meter leña seca e tantealo»— noche tras noche. Todo el proceso era artesanal, salvo el amasado, la única fase mecanizada. Charo elaboraba las empanadas y los dulces, como los enormes y sabrosísimos roscones trenzados «que son típicos de Cariño».
«O traballo non mata, pero é moi escravo», repasa Armando. «Traballas de noite, cando todo o mundo durme», abunda Charo. Después de 42 años de oficio tienen claro que «o mellor foi a clientela, moi fiel, a maioría era como da familia», y le dan las gracias. Los devotos del pan de Armando, que eran legión en todo Cariño (y en Cedeira, donde tiene un despacho su hija Vanesa), les manifestaron su cariño hasta el final. Laura repartía pan y alegría y recibió regalos y cartas de despedida con mensajes emotivos. «Tenía mucho contacto con la gente mayor, personas que viven solas y que a lo mejor no veían a nadie más algún día», comenta una de sus hermanas.
Más de mil chaolas en una noche
Alguna noche, en tiempo de carnaval, Charo llegó a preparar más de mil chaolas (el gran postre de Cariño). Aunque no tenían despacho, los vecinos de alrededor solían acercarse a buscar el pan. En verano y en las fiestas patronales de la zona se multiplicaban los encargos y la faena. Armando destaca «a boa relación» que mantuvieron con los compañeros de profesión. Y cuenta que cuando sus hijas eran pequeñas, Charo las mantenía alejadas del obrador, «para que non se mancharan», pero todo cambió con las nietas, que aprendieron a montar la empanada o entrenzar el roscón, sin importarle que se llenaran de harina. Ahora, a los abuelos les toca disfrutar.
Con Dulzura, en la calle A Magdalena, en Ortigueira
El nombre de panadería Armando continúa vivo en Cedeira, en el despacho que regenta desde hace 12 años Vanesa, una de las hijas de Armando y Charo. Tiene 43 años, estudió Relaciones Laborales y cursó un máster, pero siempre le gustó el obrador «e intentar sacar productos nuevos». «Cuando vi que se alquilaba un bajo (en Cedeira), al principio no me atrevía, pero después me decidí y empecé, por San Antonio, probé y funcionó», relata.
Ahora, con el cierre de la tahona familiar, ofrece pan de varias panaderías de la zona y los productos que ella misma elabora en el obrador que ha puesto en marcha en la calle Magdalena, en Ortigueira, Con Dulzura. Vende en el local cedeirés y en Ortigueira, en la tienda Las Tres Farolas y en la carnicería Salgueiro, y pretende ampliar a otros puntos. Aprendió de sus padres el arte de las empanadas o los roscones trenzados, y sobre pastelería le enseñó Amable López, Mabucho, el anterior dueño de la panadería de Feás. En Cedeira se ganó enseguida a la gente y hay clientes que son amigos, como la tía Toña, que hasta le hizo regalos cuando nacieron sus hijos. Prepara empanadas, tartas, pasteles, bicas, brownies, chaolas, orejas, roscones... y hasta se atreve con las eses (galletas típicas de Cedeira) o los mantecados, siguiendo la receta de Anita de Agustín.
Al pan, Vanesa no se mete: «Tengo dos hijos (una niña de casi seis y un niño de tres) y en verano los veo para comer y dormir, y quiero poder estar más con ellos en invierno». La repostería le permite organizarse mejor.