José Durán y Margarita Taracido pusieron en marcha la panadería que ahora regentan sus dos hijos
31 jul 2024 . Actualizado a las 19:14 h.Todo empezó en el horno de Vilas, un ultramarinos de Santalla, hace unos 52 años, cuando José Durán, vecino del lugar, lo alquiló. Este panadero, ya jubilado, aprendió allí los rudimentos del oficio. Al poco tiempo se casó con Margarita Taracido y juntos repartían el pan: «Tiñamos un carretón, cun cabalo, e viñamos con el ata a vila (...), botabamos toda a mañá», recuerdan. Hasta que hace ya medio siglo se mudaron a Maravillas, en Cedeira, donde construyeron su propia tahona, en un terreno de la familia. Manuel, su hijo mayor, hoy al frente del negocio, junto a su hermano Javier, tenía cinco meses.
«O neno quedou con miña sogra en Santalla. Fixemos a casa, nin sequera había escaleiras para subir e durmiamos nun colchón ao pé do forno», cuenta la madre, que ha dedicado la vida al negocio, con su marido y sus vástagos, aunque reconoce que jamás le ha gustado la panadería. Durán aprendió en seguida, primero en Santalla y después en Pan Prieto, en Freixeiro, durante dos semanas. «Vin para aquí e todo me saía perfecto, ata que empezou a saír mal, era un desastre», evoca. Tardó poco en descubrir que lo que fallaba no eran sus manos sino la harina.
De la bicicleta al 4L
El carretón, que tanto desagradaba a Margarita, acabó sustituido por dos bicicletas, con cestos delante y detrás. Más tarde se sacaron el carné de conducir y compraron un Renault 4L y después llegó la furgoneta. El negocio comenzó con un horno y ahora disponen de tres, más modernos. Pero si algo no ha variado en tantos años, aparte del proceso artesanal, son los itinerarios de reparto -San Román, Piñeiro, Esteiro, A Ribeira, Cedeira y algo por Régoa; a Vilarrube, en Valdoviño, se desplazaron durante 15 años- y los clientes. «Temos moitos de toda a vida, como Curra de Xunqueira, pero algúns estannos morrendo (en algún caso con relevo generacional). A primeira tenda á que lle levamos o pan foi Carmen de Germán (situada en la calle Real, en la zona vieja), e seguímosllelo vendendo, deunos sorte», relata Durán.
Ya apenas quedan ultramarinos en el municipio y de las 13 o 14 tahonas que recuerdan sobreviven cuatro: «É moi suxeito, durante moitos anos traballamos todos os días, erguiámonos ás 11 ou ás 12 da noite, e logo ás tres. Agora pechamos domingos e festivos», explican. El día de su boda, Manuel trabajó toda la mañana: «Cocín, acabei de repartir ás tres e casamos ás catro e cuarto». Al enlace invitaron a muchos de sus clientes, tiendas, bares, restaurantes y particulares. «Eramos como unha familia». También venden a algún barco.
El bollo de kilo o de medio es lo más demandado, por lugareños y foráneos. «Tardamos cinco horas en facer unha amasada porque ten pouca levadura e moita auga, pesámolo á man, non pasa por máis máquina que a amasadora», indica Manuel. Él y su hermano se criaron embadurnados de harina y su mujer, Eva Mª, se incorporó al equipo, que completan cinco empleados: Fernando, Ángel, Juan, Suso y Tita.
Hasta 600 roscones
Julio y agosto son los meses de mayor ajetreo. «Case se dobla a produción», asegura Durán. Ahora solo se dedican al pan y las empanadas por encargo. El cliente prepara el relleno y ellos se ocupan de la masa, de pan, y la cocción. «Antes facíanse moito de berberechos da ría, merlón, raia, calquera peixe que lle daban á xente que ía ao mar», comentan. Aún hoy reciben muchos pedidos, sobre todo en fiestas. Margarita elaboró 50 la víspera de dar a luz al benjamín. Y su suegra, Amalia Pardo, que trabajó en la tahona hasta los 87 años, «enfadábase cando lle traían moitas».
Tras años de olvido, hay quien ahora vuelve a pedir bizcochada. El roscón, otro símbolo de Durán durante años, murió de éxito. «Preparabámolo por san Isidro, san Félix, a Patrona e san Cosme; empezamos con cen e a última vez, 600. Temos feito tres amasadoras de 150 quilos», rememora Margarita, que aún añora aquel dulce de manteca, anís, huevos, ralladura de limón y azúcar. Su nieta, Noemí, estudiante, dice que continuará la saga de panaderos que inició el abuelo.