Restaurante, museo y alojamiento, los usos que baraja Mañón para la antigua base americana

ANA F. CUBA ESTACA DE BARES / LA VOZ

MAÑÓN

Vista de la antigua base, tres módulos construidos a diferentes niveles, el frontón (en la parte derecha) y dos garitas
Vista de la antigua base, tres módulos construidos a diferentes niveles, el frontón (en la parte derecha) y dos garitas JOSE PARDO

El Concello compró las instalaciones, ahora en ruinas, pero le faltan fondos para recuperarlas

27 dic 2022 . Actualizado a las 17:14 h.

En las dos entradas del módulo central de la antigua base americana de Estaca de Bares una pintada advierte: «Edificio en ruinas». El Concello compró en abril de 2019 las instalaciones de la vieja estación Loran —un sistema electrónico de navegación de largo alcance por radio, desarrollado durante la Segunda Guerra Mundial en apoyo de la aviación aliada—, que gestionó la Guardia Costera norteamericana de 1961 a 1977, cuando tomó el relevo la Fuerza Aérea, que permaneció en la zona hasta 1991. El Ayuntamiento pagó 76.624 euros al Ministerio de Defensa por 1.200 metros cuadrados de edificaciones y una finca rústica de 65.579.

El entonces alcalde, Alfonso Balseiro, pretendía habilitar un albergue «ou un hotel de luxo», una idea lanzada por Román Rodríguez, en aquel momento conselleiro de Cultura e Turismo. El actual regidor, Alfredo Dovale, retomó los contactos con Turismo de Galicia en 2021 y solicitó financiación para rehabilitar la construcción. «Ahora estamos volcados en la residencia de mayores [prevista en O Barqueiro] y también pendientes de los cambios de la nueva Ley del litoral. La idea de hacer un albergue parece más difícil, sería mejor un restaurante, un museo relacionado con el mar y una parte también de alojamiento», apunta Dovale. «Pero necesitamos financiación, de fondos europeos o de donde se pueda», reconoce.

En el interior solo quedan los hierros de las vigas y las cañerías, lo demás fue desvalijado hace años
En el interior solo quedan los hierros de las vigas y las cañerías, lo demás fue desvalijado hace años I. F.

«Todo es transitorio», reza, con acierto, otra pintada. Félix Grande, cariñés de 85 años afincado en la Vila de Bares, trabajó en la base, primero en la construcción y después como encargado del almacén y del mantenimiento, hasta 1991, cuando se desmanteló. «Me parece buena idea que hagan algo, un hotel, un albergue, pero aquí nadie se preocupa... vienen cientos de personas a Estaca de Bares», comenta. Rememora las fiestas: «Celebraban el 4 de julio [Día de la Independencia en Estados Unidos] y, sobre todo, el Día de Acción de Gracias [cuarto jueves de noviembre]... y la Navidad».

Su hija, María Félix, le acompañaba. «De pequeña no iba, me dejaban con mi abuela [que también trabajó en la base, como su madre]. Después ya sí me llevaban y lo recuerdo con mucho cariño, se comía pavo, aquí no era habitual y nos encantaba. Y ya más mayor nos invitaban a alguna fiesta, íbamos a ver películas... no entendíamos nada», cuenta entre risas. Allí conoció, poco después, al ingeniero técnico de radio que acabaría siendo su marido.

A través de las ventanas y los boquetes abiertos en las paredes se ven los antiguos molinos de agua y el observatorio ornitológico
A través de las ventanas y los boquetes abiertos en las paredes se ven los antiguos molinos de agua y el observatorio ornitológico I. F.

Hoy no queda ni siquiera el parqué del suelo del frontón. La estructura de las tres construcciones principales es lo único que se mantiene en pie. «Busca la belleza», anima un grafiti. Entre tanta herrumbre, ventanas y puertas desvencijadas, paredes desconchadas, boquetes en techos y muros... no resulta sencillo encontrarla. Tal vez escondida en  las simetrías de los pasillos cuartelarios, el óxido de las vigas, los azulejos azules de las duchas (ni rastro de nada más), los helechos que crecen por las rendijas, el eco de las goteras o las vistas del Cantábrico que devuelven los huecos de las ventanas. «FRÍO», escribió alguien, y atinó. Es la sensación que produce atravesar los pabellones desiertos, con la corriente de cara. Cuesta imaginar que hace poco más de tres décadas aún se celebraban fiestas en este lugar, donde se conserva el aviso de «No smoking» junto a los depósitos de combustible, retirados por el Concello de Mañón cuando limpió los escombros.

Hay gente que se acerca, por curiosidad, y muchos dejan su impronta con frases como «A palabras nazis oídos rojos», «A maxia de saber a mar» o «Hay suicidios que parecen obras de arte». De los treinta años de actividad de la base queda algo más que las ruinas: «Para mí fue determinante —admite María Félix—, cambió mi forma de pensar, al conocer gente diferente a ti... me hizo más tolerante».