Una casa con historia: «Mi bisabuelo iba a caballo de Pontedeume a Monfero a trabajar al ayuntamiento»
PONTEDEUME
Una familia eumesa vende una finca con dos viviendas y dos hórreos en el lugar de Escurial (Miño), que guardan entre sus muros vivencias de varias generaciones
23 sep 2023 . Actualizado a las 22:26 h.Sus tías solteras le contaban a Benito Rey Seijo que su bisabuelo «iba a Monfero a trabajar, como secretario del ayuntamiento, a caballo desde Pontedeume, donde vivía». Su abuelo, Adolfo Rey, había nacido en Muros, el destino anterior de su padre; y después fue trasladado a Cuba, «cuando aún era española», como funcionario de Aduanas. Tras la Guerra de Independencia, «cuando ya se perdió la isla», regresó, y en Pontedeume conoció a Mandina, la que sería su mujer, que enviudó muy joven y con ocho hijos, «el mayor tendría 12 años», apunta Maca Rey-Seijo, una de sus bisnietas. Su padre, Adolfo, hijo del primogénito de Mandina, del mismo nombre, optó por unir en uno solo los apellidos Rey y Seijo para preservar los dos.
Adolfo y Mandina construyeron una vivienda en el lugar de Escurial, en Carantoña (Miño), al lado de Andrade, a finales del siglo XIX. «Tenían casa en Pontedeume y pasaban temporadas en la aldea [como toda la familia sigue denominando el lugar de Escurial]. Después, cuando murió mi abuelo, tuvieron que trasladarse allí. Mi abuela tenía propiedades, pero viuda y con ocho hijos... hubo que hacer economía de guerra. Allí era más fácil la subsistencia», relata Benito. En la finca se conservan la vivienda principal, que requiere una reforma integral, la construida a pocos metros para los caseros, en estado ruinoso, y los dos hórreos. Son las propiedades que ahora han decidido poner a la venta Maca y sus hermanos, los herederos de Adolfo Rey-Seijo, que recibió esa parte del legado.
«Mi padre empezó a trabajar muy joven y pasó allí su niñez. Lo suyo por este sitio era una locura y siempre le quedó la espinita de no haber afrontado un arreglo. A mis hermanos y a mí nos da mucha pena venderlo, pero no vamos a meternos a repararlo... Hay una relación muy emotiva por lo importante que fue para mi padre, que gastó mucho dinero y energía allí, y por las vivencias que tenemos», resalta Maca.
Junto a la casa sobreviven cinco o seis parras y en el sótano de la vivienda principal se conservan los utensilios para elaborar vino. «Aunque era malo, mi padre seguía haciéndolo cada año y lo bebía feliz, como si fuera el mejor del mundo», ríe su hija. La «casa de los señores», de 532 metros cuadrados, se divide en dos plantas, de unos 200 metros cuadrados útiles cada una. En la parte de abajo está el comedor, la cocina, dos habitaciones, un salón, un baño y una galería; y el resto de las estancias se encuentran en el otro piso.
Debajo está la bodega, donde aún se conservan los barriles. «Ese sótano tiene dos niveles», detalla Benito. «En el más bajo se hacía el vino y estaban las prensas y el resto de utensilios, y había incluso un foso de arena para conservar mejor el vino, por la temperatura. En la zona alta, con escaleras, es donde se almacenaba el grano y se deshojaba el maíz», repasa. Evoca «aquella ceremonia» que se desarrollaba de noche, «después de cenar». Él era un niño y escuchaba atento a los adultos «contando cuentos de la Santa Compaña». «Recuerdo irme a la cama con miedo [ríe], a los mayores les gustaban las historias de muertos y aparecidos».
Él, sus hermanos y sus primos pasaban allí los veranos: «Mis tías solteras nos llevaban, a los más pequeños, a pasar temporadas, de dos en dos. Íbamos a pie desde Pontedeume y a veces llevábamos un camión, al comienzo del verano, con las gallinas y el cerdo. Mis tías tenían huerta y bodega en Pontedeume y no podían dejarlos solos. Para mí era una fiesta». Rememora los baños en el río Baixoi, que discurre por las inmediaciones del lugar, «la recolección de las patatas, el trigo, el maíz, la siega en la era...».
«Estaban los hijos de los caseros, eran amigos míos, los domingos jugábamos en la iglesia y les ayudaba en el trabajo, los campesinos colaboraban en las faenas y merendaban en la casa donde trabajaban ese día. Era muy bonito, aquella camaradería...». Desvela otro recuerdo de aquellas meriendas compartidas: «Una copita de caña que me dieron, de niño, y me saltaron las lágrimas [risas]».
La familia acude a Escurial casi todos los años para alguna celebración, y desde hace un tiempo este es el escenario del Aldea Fest, un encuentro musical ideado por el hijo de Benito, «que pasa allí el verano con la caravana y los amigos». En esta última edición se juntaron «ingleses, irlandeses, franceses...», comenta Maca. Ve en el turismo rural el mejor destino para este conjunto de viviendas y hórreos. Hay quien ya se ha interesado por esta propiedad del lugar de Escurial, sobre el que se puede recabar información en el número 600 283 285.