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Aún se arreglan paraguas

Begoña Rodríguez Sotelino
B. R. Sotelino VIGO / LA VOZ

FIRMAS

M. MORALEJO

Antonio y su hijo Roberto son de los últimos representantes en Vigo de un oficio en extinción

02 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La tradición siempre sitúa a los paragüeros y afiladores en Ourense. Y este caso, también es así, porque a pesar de llevar en Vigo más de 30 años, Rodríguez, que es ya de las pocas tiendas que quedan en la ciudad dedicadas a este sector, está regentada por una familia de ourensanos, más concretamente de San Miguel do Campo, en Nogueira de Ramuín. La historia del local empezó en 1965, pero duró poco en manos de su primer propietario, Manuel Fuentefría. «Era un vecino de nuestra aldea y cuñado del que hizo este edificio. Cuando lo dejó, mi hermano Manuel y yo cogimos el negocio en 1970», recuerda. Tras el fallecimiento de su hermano en 1987, Antonio siguió al frente del local. Su hijo Roberto continuó la saga en 1994. Pero el historial de Antonio como paragüero y afilador comenzó ya cuando era un chaval y recorría las parroquias de la zona a pie arreglando paraguas y afilando cuchillos de casa en casa. Años más tarde emprendería el camino de la emigración junto a su mujer, primero en Baracaldo, donde con otro hermano abrió un comercio similar al vigués que duró ocho años «y que aún llevan mis primos», apunta Roberto, y más tarde con destino a Francia, donde nació él. «Estuve trabajando cinco años en una fábrica metalúrgica en una ciudad a 300 kilómetros de París mientras Manuel se fue a Venezuela. Los dos decidimos volver a Galicia y montar en Vigo esta tienda», recuerda el padre.

Actualmente, tiendas como las de los Rodríguez quedan pocas en Vigo. «Creo que un par de ellas más», indica el padre. El suyo es un oficio en vías de extinción que ha sido sustituido por las mercancías que llegan de Asia.

Ellos, sin embargo, siguen apostando por el producto de calidad, que todavía lo hay. Pero claro, el precio es otro y la competencia, difícil de combatir. «La gente se compra unas porquerías de paraguas que no valen para nada y unos cuchillos que no hay por dónde cogerlos, pero así es la vida», se lamenta y reconoce que afecta mucho a las ventas, «pero qué le vamos a hacer, hay que seguir luchando. Cuando alguien quiere algo bueno, viene aquí, pero si lo que quieren es de usar y tirar, pues ya saben dónde tienen que comprar». En cuestión de paraguas, los expertos aseguran que todavía hay buenas fábricas en el país. «Carballo, de A Coruña, es de los mejores, y también Ezpeleta». Aunque sobre esta última firma de origen vasco, de Oñate, con ramificaciones en Vigo, explican que aquí ya solo fabrican sombrillas -que ellos también venden- y que ahora tienen factoría en Vilanova de Cerveira.

El universo cuchillo es otro mundo que también dominan. «De Albacete viene lo mejor, pero también hay buen material de importación, de Francia y Alemania, o las clásicas navajas suizas Victorinox».

Aumentan las reparaciones

Según reconocen, la crisis, en cierto sentido, les ha beneficiado un poco: «Antes la clientela pasaba bastante de afilar cuchillos o de arreglar el paraguas. Ahora, antes de comprar, vienen a ver si tiene solución», manifiesta Roberto, que no solo se dedica a vender, sino que aprendió el oficio con su padre y afila en el taller con una rueda de esmeril a motor: «Es mucho más efectiva que las máquinas que tienen los zapateros que también realizan este servicio, que lo hacen con cinta», explica.

Antonio apunta que la fama de su tienda se extiende por toda la ciudad. «Tenemos clientes de Peinador, Bembrive, Bouzas, Chapela... al llevar tantos años se va corriendo la voz. Hay personas que recuerdan el comercio de cuando eran niños y se sorprenden al ver que todavía seguimos aquí».

Las intensas lluvias de este año les han venido bien. «Ha sido un año bueno para vender paraguas, pero malo para vender sombrillas», augura.