
La moañesa Josefa Gil Jalda abrió hace 33 años su tienda de deportes en un momento en el que escaseaba la oferta en el sector. Ya jubilada, la menor de sus cuatro hijos ocupa su lugar
25 may 2014 . Actualizado a las 06:00 h.negocios con historia deportes jalda
Mientras otros cruzaron el charco para llegar a América, la familia Gil Jalda cruzó la ría igual que todo emigrante, en busca de un futuro mejor. Y aunque de Moaña a Vigo la distancia física no era grande, la mental y sentimental siempre es enorme para el que por la razón que sea cambia de entorno. «Mis padres decidieron venir a Vigo para vivir ellos peor y nosotras vivir mejor». Así resume Josefa Gil Jalda el traslado que la llevó a los 14 años, junto a sus dos hermanas, de la tranquila localidad morracense al bullicio urbano vigués de la mano de sus progenitores, Manuel Gil Rodríguez, músico de instrumentos de viento en orquestas y peluquero, y Filomena Jalda Cancela, ama de casa.
La emprendedora Josefa aún no tenía hijos cuando se decidió a montar una tienda que abrió «para dar trabajo a mis sobrinos». El sector lo decidió al detectar la escasez de material deportivo en la ciudad. «Entonces solo estaba El Sport, en Príncipe. As Travesas ya tenía una importante oferta de comercios y sin embargo era complicado comprarte unos tenis o unas zapatillas de ballet. Nosotros fuimos los primeros en disponer de todo eso y más», asegura. Y es que, según explica, su intención ha sido siempre «dar el mejor servicio al cliente y tener artículos de todos los deportes sin excepción. De hecho, siempre que me han preguntado por algo que no tenía, lo conseguía».
Josefa, aunque está jubilada hace más de una década, pasa el tiempo en la tienda «leyendo y barrenando», rodeada de su gente de confianza. Su hija Carol, la menor de sus cuatro vástagos, María Luisa, encargada desde hace 25 años, y Olga, que lleva 12 en el local, pueden estar tranquilas porque la fundadora tiene muy clara su insólita política empresarial. «Aquí no se va a despedir a nadie por la crisis. El día que cerremos, nos vamos todos», zanja.
Aunque el deporte ha sido el motor de su vida profesional, Josefa reconoce que nunca ha practicado ninguna disciplina. «Yo he sido de andar nada más, pero me siento identificada con el espíritu de lucha por ser el mejor y dar lo mejor de uno mismo. ?El que quiere, puede? es un lema que me llega», afirma. De hecho asegura que también aprendió mucho del trabajo de su marido, Modesto Covelo, representante de productos químicos que falleció en 1990.
Así se lo planteó ella cuando se inició en un mundo que desconocía, como un reto. «Me iba con las tarjetas de visita a sociedades, empresas y colegios, y aun ahora sigo llevándolas y las dejo en los sitios a los que voy». La comerciante siempre ejecutó una activa campaña de márketing sin necesidad de contratar a publicistas. «Si no hablo yo de mi empresa, ¿quién va a hablar?», argumenta. Empezó vendiendo los chándales de Maristas y poco a poco logró equipar a casi todos los colegios de Vigo.
Pero los tiempos han cambiado mucho desde aquella época sin competencia. «Las grandes superficies nos perjudican con sus horarios y sus ganas de barrer a los pequeños», se queja. Tampoco le gustó la humanización de la plaza de la Independencia. «Nos restó muchísima clientela. Las peatonalizaciones solo benefician a los negocios de hostelería», atestigua la mujer, que cuenta que lo que siempre quiso fue dar «servicio y trabajo». Jalda también tiene, desde 1985, otro local especializado en trofeos que surte a organismos oficiales y federaciones. «Lo lleva mi sobrino Roberto López-Grado Gil y en este momento es lo que mejor está funcionando dentro de la crisis», explica.